Rully Mendoza Flores: La vorágine de un futbol sublime

Un fuerte viento ha destrozado innumerables sueños e ilusiones en Rusia y su mundial. Algunos/as no lo vieron llegar, ni si quiera saben qué es. Quienes a lo lejos vemos el fenómeno global, apreciamos los senderos fríos, secos y empolvados por los que las selecciones regresan a casa, donde todos se acompañan para no perderse en el retorno.

A lo lejos se aprecian a algunos jugadores, tiemblan, no pueden hablar, les da escalofríos, otros lloran, no pueden voltear atrás,  pues, ya es tarde y esas veredas yacen oscuras. Entre algunos hay tristeza, se les cae la cara, pues regresan sin haber jugado un minuto en esos rectángulos verdes y aterciopelados, y peor aún, sin haber ganado un partido.

Los juegos de cuartos de final, anunciaron la emergencia de la vorágine de un fútbol sublime; su centro de enorme fuerza destroza lo que haya a su paso. Levanta, envuelve, golpea y de pronto lanza por uno de sus elevados brazos a quienes no están preparados para jugar con tal enorme coraje.

En el primer juego de semifinal, el fenómeno se ha mostrado con mayor claridad, por minutos nos muestra sus colores, de pronto los esconde. Esta voraz turbulencia no es nociva para la salud, al contrario, lo disfrutamos en los últimos encuentros de este mundial que por cierto, está a punto de develarnos quien será el valiente que abrazará el pilar de la gloria desde lo más alto de estas corrientes de aire.

Rully Mendoza Flores.

Esa vorágine de la que hablo se llama, fútbol de verdad, fútbol sublime. Sí, como ese que jugaron Bélgica  y Francia; dos selecciones convertidas en enorme columna que deslumbró a los/las que conocen y a quienes no conocen del juego de pelota con los pies.

El día de ayer, San Petersburgo fue testigo de esa vorágine, no podría imaginarse menos de un encuentro de dos países con las ganas de coronarse como el campeón del mundo. Durante 96 minutos los colores que dejaron verse fueron rojo y azul, en mayor cantidad, pero el remolino no tomaba un color fijo, puesto que en su interior había una batalla, mientras los franceses en su incesante búsqueda tiraban para llegar a otra final, los belgas multiplicaban esfuerzos para alcanzar su primera estrella en la historia.

Junto a Courtois, Kompany, Dembelé, Hazard y Lukaku, Bélgica trató de no ser expulsada hacia los senderos del retorno, que ya he descrito. No cabe duda, que entre Courtois y Hazard, sería el guardameta el que debiese marcar como el jugador del encuentro, ya que no permitió que a su equipo se le lanzara con mayores golpes al vacío, es decir, no permitió muchos goles.

En el bando contrario, un equipo francés con un portero que también se tendría que ir entre aplausos, Lloris; jugadores como Varane, Pogba, Mbappé, Griezmann, y el defensa figura del partido, por el gol del pase a la final: Umtiti, son los que dignificaron el fútbol de este mundial.

Ya lo ha escrito Benedetti en su “Táctica y Estrategia”, quienes ayer jugaban a no ser arrojados por el fútbol de verdad hacia los vestidores, primero se miraron, se aprendieron como son, y se quisieron como son. Sin embargo, sólo uno quedaría en el recuerdo del otro, porque sólo uno llegará a ser campeón y al final nos develará quién es y de qué color es esa vorágine del fútbol de verdad, del fútbol sublime.

Ahora sí. Cierro estos párrafos con la idea de que se marca el fin de una saga que no quiero terminar, ya me puse nostálgico, quiero escribir siempre; pero el mundial casi llega a la cima de los encantos esperados y las letras que hablan de fútbol en “Visiones y Pasiones” que amablemente nos camparte Chiapas Paralelo, quedarán en la memoria de quienes nos leen. Por ello, por mucho y por todo, a quienes hicieron posible este sueño, solo puedo gritar: ¡Gracias totales!

 

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