Una nueva generación de jóvenes políticos se mueve por América Latina

Marco Enríquez-Ominami . Foto: www.emol.com

Marco Enríquez-Ominami . Foto: www.emol.com

 

Apenas rozan los 40 años, se asumen como parte de los movimientos de izquierda en sus países de origen. Forjan futuro desde la perspectiva de la llamada izquierda progresista, y proponen sin cortapisa cambios para constituir nuevas Repúblicas y nuevos Constituyentes.

Un ejemplo de estos políticos jóvenes es Marco Antonio Enríquez-Ominami Gumucio, impulsor de la Fundación Progresa en Chile, país que lo ha visto contender dos veces por la presidencia de la República, y poner en jaque a personajes como la actual presidenta de ese país, Michelle Bachelet.

En la página web de la Fundación Progresa lo mismo se ven análisis y cuestionamientos al poder de los grupos económicos, que debates sobre drogas y ciudadanía.

Esta semana, Marco Antonio Enríquez visitó el Senado de la República en México, donde presentó el libro que habla sobre sus orígenes, en específico, sobre su padre, Miguel Enríquez, cofundador y secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), asesinado al inicio de la dictadura de Augusto Pinochet.

Antes, en entrevista, Marco Antonio Enríquez reconoció que el trabajo que tienen los políticos de los movimientos de izquierda.

“Los desafíos de la izquierda en América Latina tienen que ver con saberle responder a la derecha en la cancha del crecimiento económico. En saber que crecer no debe basarse en la premisa de obtener la máxima felicidad a cualquier costo. Nosotros sí buscamos el crecimiento, pero no a cualquier costo”.

Marco Antonio Enríquez fue miembro del Partido Socialista en su país y en 2009 renunció a dicho partido para participar como candidato independiente a las elecciones presidenciales. Obtuvo el tercer lugar. En 2010, a sus 40 años de edad, fundó el Partido Progresista y a través de él contendió nuevamente en 2013 por la presidencia, donde obtuvo nuevamente la tercera mayoría.

El joven político sostiene que en la sociedad debe existir un sistema de mercado y de competencia, pero nunca meter en esta dinámica áreas como la educación, salud y seguridad social, porque –sostiene- estos son derechos humanos universales, que deben ser garantizados.

Sin embargo, reconoce que actualmente la economía se está comiendo a las democracias y sus sistemas de gobierno, cuando esto debe ser a la inversa, cuando “la respuesta para crear sistemas económicos equitativos, es forjar democracias fuertes”.

Y en este contexto, no deja de lado a papel que está jugando la delincuencia organizada y su avance trasnacional. Esto –añade- es otra amenaza a las democracias en América Latina.

En todo este escenario, Marco Antonio Enríquez le apuesta a la ciudadanía, a la respuesta de la sociedad.

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