Huyeron por homofobia y crímenes de odio

Camino al norte. Foto: Javier García

Huyeron de sus países por la homofobia, los crímenes de odio en  contra de la comunidad LGTBI y por eso tomaron la bandera del arcoíris, para unirse al éxodo centroamericano que inició el pasado 17 de octubre, en San Pedro Sula, Honduras y desde entonces, han caminado largas jornadas bajo el sol y la lluvia, han viajado en las plataformas de los tráileres y dormido en las aceras de los pueblos por donde pasan.

Mariela Ordóñez Mejía, es una joven transexual que se prostituyó en una de las calles cercanas de la Plaza Endiosa, en San Pedro Sula, Honduras, que por su trabajo, su vida estuvo en peligro, ya que en la calle, “hay cualquier tipo de problemas”.

Supo del éxodo, cuando conversó  con una de sus tías y fue entonces que decidió viajar a Guatemala, para unirse a la Caravana como lo han hecho más de 200 miembros de la comunidad LGTBI, que aseguran sufrir la “discriminación, delincuencia y criminalidad. Por eso huimos de nuestro país”.

“En mi país hay demasiada transfobia en contra de nosotras las mujeres”, asegura Mariela y según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de Honduras, en los últimos nueve años han sido asesinados 280 miembros de la comunidad LGTBI, pero solo entre el 2017 y 2018, son 40 los homicidios que ocurrieron en la vía pública o en un vehículo, en contra integrantes de esa comunidad. Estos homicidios que han quedado impunes.

El día que Mariela decidió unirse al éxodo, habló con su madre para decirle que prefería sufrir unos meses, con tal de llegar a los Estados Unidos, ya que no quería quedarse a vivir en Honduras, donde su vida pende de un hilo.

La joven escuchó de su madre que si su vida estaba en peligro, entonces que mejor desistiera y volviera a San Pedro Sula, pero pese a los rumores de detenciones y operativos de la Policía y otros dichos que se propagan entre los miembros del éxodo, la joven ha decido seguir adelante.

Lo más difícil para Mariela, que pide no ser fotografiada, es haber viajado sin un solo peso en su camino hacia la frontera norte de México, pero está contenta, porque en el camino ha encontrado la solidaridad de los guatemaltecos y mexicanos quienes no han dejado de obsequiarles, agua, comida, ropa y medicinas.

Lo que más le duele, es caminar bajo el extenuante sol, ya que es alérgica a los rayos solares. Su rostro se ha enrojecido y dañad. “El sol me ha deteriorado bastante mi rostro”, se queja.

En 1996, cuando Mariela era un bebé de tan solo seis meses, su padre dejó su familia en Pedro Sula, para asentarse como lo han hecho más de 900 mil hondureños que ya viven en los Estados Unidos. Su progenitor vive en Chicago y desde hace 22 años no ha vuelto a la nación centroamericana.

La joven busca llegar a la ciudad donde vive su padre, para conocerlo, porque “yo no me acuerdo de él. El me conoció cuando yo tenía seis meses y no quiero morirme antes y tampoco quiero que él se muera y que pase esta oportunidad para conocernos y tratarnos”.

Mariela sueña que a los integrantes del éxodo, recibieran ayuda especial de algunas organizaciones civiles, para recibir maquillaje, sandalia y ropa.

Otro de los propósitos que se ha propuesto Mariela es llegar a los Estados Unidos y buscar  trabajo, porque en Honduras, una transexual se le dificulta conseguir empleo. “Quiero llegar a los Estados Unidos, porque es un país de libertades y ahí quiero buscar un trabajo”.

Pero en el éxodo centroamericanos, los miembros de la comunidad LGTBI, también han sufrido acoso, porque los jóvenes les lanzan todo tipo de adjetivos calificativos, les silban y les lanzan piropos.

Emanuel “N”, de Managua, Nicaragua, considera que si han sufrido acoso y hostigamiento de los parte de los integrantes de la Caravana. “Ni te imaginas cuánto”, dice.

Britany Rachel, una mujer transexual originaria de El Salvador, dijo que se unió al éxodo, en el municipio de Tapachula, porque quiso solidarizarse con sus hermanos centroamericanos que buscan llegar a los Estados Unidos.

La transexual dice que se unió al contingente en Tapachula y desde ahí ha caminado con los centroamericanos, para intentar llegar a los Estados Unidos, porque en su país, es muy “fuerte la transfobia”.

“Yo quiero llegar a los Estados Unidos y vengo sola”, explica Britany Rachel, que es rodeada por los miembros de la Caravana y le lanzan piropos, silbidos y toda clase de adjetivos, pero aun así, ella dice que no se arrepiente de participar en el éxodo y está decidida en continuar el viaje a la nación del norte.

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