Por qué decidí educar a mi hijo en casa

Cosme Damián Peña Suárez del Real y su abuela, Beatriz Islas, hacen pulseras y collares en su casa en Tecámac, México, el 6 de junio de 2023.

Cosme Damián Peña Suárez del Real y su abuela, Beatriz Islas, hacen pulseras y collares en su casa en Tecámac, México, el 6 de junio de 2023. (Aline Suárez del Real/Global Press Journal)

This story was originally published in Global Press Journal.

Por: Aline Suárez del Real Islas, Global Press Journal México

Hace 15 años, cuando aún no era madre, me enteré por primera vez de una persona que no enviaba a su hijo a la escuela y lo educaba ella misma en casa. La idea para mí fue extremista. ¿Cómo podría alguien negarle a su hijo el desarrollo que brinda la escuela, además de la convivencia con otros niños? Fue algo descabellado para mí y no volví a indagar sobre el tema.

 Hoy, mi hijo de 7 años no asiste a la escuela. Desde agosto del año pasado, se está educando en el hogar, lo que se conoce en inglés como “home-school”.

 Existe una idea difundida que la mayoría de las familias home-schoolers lo hacen por razones religiosas. Pero ese no es mi caso, ni tampoco el de una gran parte de las familias que conozco en México.

 Cuando a mi hijo, Cosme Damián Peña Suárez del Real, quien entonces tenía 3 años,  le tocó comenzar la educación preescolar, mi esposo y yo nos encontramos ante el dilema de qué escuela elegir. Buscábamos una con áreas verdes y espacios amplios adecuados para el juego libre. La encontramos a 75 kilómetros (47 millas) de nuestra casa y decidimos mudarnos en búsqueda de lo que pensábamos era la mejor alternativa de educación para él.

 Al tratarse de una escuela Waldorf, con una pedagogía que no se encuentra en los parámetros establecidos por la Secretaría de Educación Pública (SEP) para escuelas en México, a nuestra familia se le abrió un nuevo panorama de la educación. Aprendimos sobre otros tipos de escuelas y otras formas de organización y aprendizaje. Sobre todo, conocimos familias que hacían home-school y que iban y venían de la escuela en casa hacia pedagogías alternativas.

 Conocerlos, ver el desarrollo de sus hijos y observar sus estilos de vida me hizo querer indagar más sobre ese tipo de educación. Descubrí que, en México, esa forma de enseñanza no está prohibida, pero tampoco está regulada. Por esa razón, el número de familias que hacen home-school en el país es incierto.

 En 2016, Home School Legal Defense Association, una organización sin fines de lucro de Estados Unidos — donde el home-school es legal y está muy difundido — publicó un estimado, contabilizando 5,000 familias en México que practican este método educativo.

 

Aquí, una de las pocas organizaciones dedicadas a entender el fenómeno home-school y que apoya a las familias que lo ejercen es ABP Sustenta, fundada por Martha Rebolledo, quien también educa a su hijo de 14 años en casa. En 2018, la organización realizó una encuesta en un esfuerzo por lograr una radiografía de la situación en México.

 Apenas 620 familias respondieron al llamado, de las cuales 360 dijeron que habían elegido esta alternativa para brindarles a sus hijos una educación a la medida. Mientras tanto, 125 dijeron que por situaciones de bullying habían retirado a sus hijos de la escuela — casi a la par de las familias que lo hacen por cuestiones religiosas. Asimismo, 75 respondieron que lo hacen porque sus hijos tienen necesidades especiales que no son atendidas en la escuela, y 68 porque no tienen dinero para pagar una escuela privada y no quieren que su hijo o hija vaya a una pública. Los participantes podían elegir más de una razón.

 Dania Urias, originaria de Chile, hacía home-school en su país en donde esta modalidad está permitida y hay una norma para validar el aprendizaje realizado al margen del sistema formal. Cuando se mudó a México y descubrió que aquí no era una práctica común, se preguntó si estaría haciendo algo ilegal. «Me encontré con la sorpresa de que aquí era mucho más difícil certificar a tu hijo y que la gente tiene mayor estigma sobre el home-school», comenta Urias, quien educa a sus dos hijos en casa.

 Ema Paredes, quien lleva tres años educando en casa a su hija de 11 años, decidió experimentar con el home-schooling tras la niña sufrir una situación de bullying en la escuela. “Aunque le ofrecí cambiarla a otra escuela, ella no quiso”, dice. “Yo decidí ya no llevarla, y en unos meses me di cuenta que mi hija volvió a ser la misma de antes de lo que sufrió en la escuela, así que ya no quise que regresara”.

 Rebolledo sospecha que la práctica está aumentando en México desde la pandemia del coronavirus, lo que subraya la necesidad de regularla. “Algunos no querían seguir pagando escuela particular, a otros no les gustaban las clases en línea y otros simplemente no podían atender las clases en línea”, dice. “Entonces descubrieron que por medio del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos podían certificar y prefirieron seguir así, aun cuando las clases presenciales habían regresado”.

 El Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, mejor conocido como INEA, fue creado para brindar alternativas a aquellas personas que por distintas circunstancias no han podido cursar su educación primaria y secundaria. Por medio de exámenes, clases cortas y asesorías, los adultos, jóvenes y niños a partir de los 10 años pueden obtener su certificado de primaria y secundaria en un plazo más corto. A través de este instituto, las familias que hacen home-school en México han logrado la validez de los estudios de sus hijos.

 

Educación en la vida práctica

 En junio de 2022, por cuestiones económicas, mi pareja y yo tuvimos que regresar a nuestra antigua casa. Las escuelas de nuestra zona no ofrecían el tipo de educación que Cosme llevaba. Esto se sumó a que él había desarrollado una ansiedad por una situación de bullying que vivió en la escuela con un grupo de niños más grandes, y que no habíamos podido llevar adecuadamente para que se sobrepusiera. Cosme se negaba a asistir a la escuela.

 Para ese entonces, ya sabíamos que la escuela en casa era una posibilidad viable, y decidimos continuar con la misma de manera temporal hasta que, con ayuda de una terapeuta, confirmáramos que Cosme había obtenido las herramientas necesarias para una transición adecuada y a la espera de que una escuela alternativa comenzara a operar en nuestra zona.

 La preocupación por la parte social es lo que más me generó angustia. Aunque mi hijo es sociable y se acerca fácilmente a las personas para platicar, los aspectos de resolución de conflictos, aprender a compartir y tener tolerancia son difíciles de desarrollar en un ambiente fuera del que la escuela proporciona.

 Así que tuvimos la idea de que, para cubrir el aspecto de socialización, debíamos unirnos a grupos de familias que hicieran home-school y que tuvieran actividades educativas, recreativas y de juego libre. No logramos encontrar un grupo así en nuestra zona, por lo que decidí crear uno. Hicimos anuncios en redes sociales y en carteles que repartimos por las calles. Logramos encontrar ocho familias.

 Educar a un niño o niña en casa es un desafío cuando además hay que combinar el trabajo. La mayoría de las mamás home-school se quedan en casa para hacerse cargo de la educación de sus hijos, según la encuesta de ABP Sustenta. El 57% de las familias encuestadas reportaron que quien se encarga de todos los ingresos es el padre. Cerca del 22% de las familias reportaron que ambos trabajan, y en solo el 6% de los casos, las madres trabajan y hacen home-school a la vez.

 En mi caso, ambos trabajamos, y combinar la profesión con la educación de Cosme es un desafío que no sería posible sin una red de apoyo robusta. Él me acompaña en mi trabajo periodístico cuando es posible y seguro para él. Cuando trabajo en casa, llevo algunas actividades académicas de mi hijo, pero la mayor parte del tiempo su aprendizaje ha sido por medio de la vida práctica.

 La vida cotidiana se volvió mi mejor herramienta para enseñarle matemáticas a Cosme. Las cosas que solía hacer de forma automática, ahora me llevaban a estar contando, sumando, restando, dividiendo. Ir a la recaudería a comprar la verdura es una actividad que regularmente él disfruta y yo aprovecho para que él aprenda. Le pido que lleve a la canasta cinco manzanas, que complete 1 kilogramo de limones, que me ayude a hacer la suma de lo que cuesta cada cosa y que cuente el dinero, lo entregue y calcule cuánto cambio tienen que darnos.

 Otra parte de gran aprendizaje es preparar la comida. Él ha descubierto cómo la materia se transforma al combinarla, al aplicar fuerza, calor o frío — desde hacer la sopa y ser testigo de cómo un cereal duro (como el arroz) se vuelve blando o cómo la harina pasa de polvo a masa al combinarla con agua.

 Eso ha llevado a que Cosme quiera descubrir cómo se hacen las cosas que compramos. Pasó una larga temporada recreando los helados que tanto le gustan y haciéndolos en casa. Dedujo que si tritura el hielo duro del refrigerador y se le agrega sabor, se convierte en helado. Así que cada vez que intenta una receta, le pido que la registre.

 Cuidar y regar las plantas le ha enseñado sobre las partes que tienen y los ciclos de vida del mundo vegetal, además de que le ha gustado germinar semillas y lograr que crezcan. Pero no sospechábamos que esta actividad también le ayudaría a entender las estaciones del año y las fases lunares, y con esto ha comenzado a entender los movimientos de rotación y traslación.

 Cada elemento que vemos por la casa o por la calle se convierte en oportunidad para hablar un poco sobre la historia de México o de la ciencia. ¡Nunca nos habíamos dado cuenta de la cantidad de elementos prehispánicos que nos rodean! Pero Cosme siempre pregunta qué es esa figura, qué significa, y nos ha llevado a correr a casa para investigar a profundidad y así poderle explicar, apoyándonos casi siempre en libros, pero también en videos de YouTube. Por ahora se encuentra interesado en la historia prehispánica y en el espacio exterior, por lo que dibuja, escribe e inventa cuentos relacionados con el tema.

El reto de la certificación

 Aprobar la educación home-school también se está volviendo más difícil desde el fin de la pandemia, me dicen algunas familias. Las instituciones educativas pusieron empeño especial en asegurarse que la población de entre 6 y 15 años regresara a las aulas para revertir la deserción escolar que se observó durante el confinamiento. Así que los centros del INEA comenzaron a ser más estrictos en la aceptación de niños que acudían a solicitar la certificación.

 El INEA se negó a conceder una entrevista para este artículo. Marisela Calderón, la jefa del departamento de información y medios del instituto, me dijo que no tenían autorización para hablar del tema porque “no hay ningún funcionario que tenga conocimiento sobre el home-school en México debido a que no se opera esa modalidad para la SEP ni para el INEA”.

 Sin embargo, un funcionario del INEA, quien no quiso identificarse por no tener autorización para hablar con la prensa, me comentó que el instituto tiene conocimiento de que las familias que hacen home-school acuden al INEA para su certificación, y que posiblemente algunas justifiquen la falta de asistencia a la escuela con pretextos como enfermedad. Le toca a cada centro INEA aceptar o no las razones presentadas, dice el funcionario.

 Otra opción es inscribir a los pequeños en una llamada escuela sombrilla, que se encarga de proporcionar los contenidos y las evaluaciones para así acreditar la educación. De este modo, las familias pueden comprobar que están dentro de una institución. No obstante, es posible que esas escuelas exploten un hueco en la ley, ya que no exigen que los alumnos acudan a clases. Además, no todas las familias que hacen home-school pueden pagarlas.

 Esas alternativas no sustituyen una regulación propia. No poder aprobar la educación home-school también provoca algunos impedimentos, como dificultar el trámite de pasaporte – la Secretaría de Relaciones Exteriores requiere credencial de la escuela para niños mayores de 7 años — o no tener descuentos en museos e instituciones culturales.

 Para Rebolledo, la falta de regulación y supervisión también puede poner en riesgo a los niños. “Existe la posibilidad de que haya niños haciendo home-school que estén sufriendo algún tipo de violencia y nadie se dé cuenta”, dice, aunque acepta que la mayoría de las familias no tienen interés en ser supervisadas porque podrían perder la libertad de enseñar y evaluar a sus hijos.

 En octubre del año pasado, la necesidad de unirse llevó a padres y activistas de home-school a crear la primera Red Nacional de Apoyo a la Educación en el Hogar con el objetivo de tener una comunidad. “Es bueno saber que no somos los únicos que hacemos home-school, nos sentíamos bichos raros”, comenta Paredes. “Saber que hay una red y que se van a reunir, me hace sentir respaldada ante los que cuestionan mi forma de educar”.

 

Entiendo a Paredes, y me siento agradecida con las redes de apoyo y las familias home-school entusiastas y solidarias que hemos encontrado en este camino. Pero no deja de ser una preocupación saber que en el país no hay una vía legítima para acreditar y comprobar que nuestro hijo está aprendiendo tanto o más que cualquier niño de su edad.

 Una vez que tienes hijos, te encuentras haciendo y diciendo cosas que antes de tenerlos no imaginaste. Hacer home-school es algo que nunca pensé fuera una opción. Pero es algo que he encontrado en la búsqueda de brindarle herramientas para un futuro incierto – y esta forma de educación es lo que ha funcionado para nosotros como familia.

 

Global Press Journal es una premiada publicación de noticias internacional sin fines de lucro con más de 40 agencias de noticias independientes que da empleo a reporteras locales en África, Asia y América Latina.

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.