La Capilla Tuxtla de Manuel Suasnávar Pastrana
Por Ricardo Cuéllar Valencia y Patricia Mota Bravo
Conozco a Manuel desde que llegué a Chiapas. A partir de entonces hemos trabado una amistad sincera y profunda, clara y enriquecedora. Nuestras conversaciones, en cada ocasión, han sido muy gratas, plenas de ricas ideas, de profunda poesía en la música hispanoamericana que hemos escuchado y algunas mexicanas, cantadas por él, y las palabras leídas de muchos poetas afines y sobre todo compartir y pensar la dura y difícil, bella e ineludible época que nos pertenece generacionalmente. Somos del mismo año, junto con nuestro querido y común amigo Erwin Rodríguez, con quien hemos convivido tardes y/o noches de insondables batallas, por las sendas de la vida política y estética, literaria y chiapaneca, hispanoamericana y universal. Manuel es portador de una amplia cultura pictórica, literaria, histórica, filosófica, estética, de las artes visuales, del cine y la culinaria. Es un humanista de nuestros días.
Manuel es un hombre de una personalidad clara y alegre, portador de un humor a flor de piel que muerde, a veces tan incisivo que revela, lo que no quiere decir y dice, siempre gozoso; persistentemente inventivo con los vocablos para designar las cosas de la vida cotidiana; el tono de su voz crea la imagen auditiva de quien mastica las palabras con un infinito placer y su contundencia es tan limpia y exacta como las ideas que desea expresar. Por ello su conversación es modulada y precisa, propia de alguien que al hablar piensa más allá de decir ocurrencias, por oportunas que sean. Además, es una fortuna ser su amigo: sabe dialogar. No es dogmático a pesar de las certezas sobre sí mismo. Expone sus ideas y las sustenta con claridad teórica e histórica, estética y política. Reconoce y se distancia, argumenta y polemiza. Sabe reconocer las ideas del otro, cada uno aprende del otro, simplemente. Estas cualidades suyas me han permitido ser su verdadero, permanente y auténtico amigo.
Suasnávar es un trabajador incansable en el terreno difícil, arduo y noble como es el arte de pintar sobre el caballete o en los muros que le han ofrecido. Siempre que hablamos trae entre manos un proyecto, con las ideas de una serie, con búsquedas que lo instan a seguir creando. Conocedor del arte de todos los tiempos, con gustos muy propios y una ferviente atracción por lo chiapaneco ha sabido dar existencia artística a momentos singulares de la vida, costumbres, formas de ser de la cultura de tierra caliente, chiapacorseña en especial, y recientemente de la tuxtleca.
En el más amplio sentido de la palabra Manuel es un poeta. Vive y sueña como poeta. Condición elemental de todo artista. Además ha escrito versos y cuentos. Y no es que viva en las nubes o cosa parecida. No. El poeta de hoy es el que sabe sentir, percibir, recrear el mundo que asume y se entrega a él por entero, sin menoscabo de su existencia. Ser Poeta –con mayúscula como lo indicó Aristóteles– es tener las antenas bien puestas ante el acontecer del mundo y darle vida al poeta que lo posee desde el arte que le pertenece a cada creador.
Las raíces chiapanecas de Suasnávar vienen de la colonia, baste recordar que una meritoria educadora del siglo XIX fue una eminente señora Suasnávar, en San Cristóbal de las Casas; además de hombres dedicados a la política desde la época de la independencia de Chiapas. De la parte Pastrana sabemos que en España existió la Casa Pastrana, cuyo duque principal algo tuvo que ver en el siglo XVI con las andanzas y travesías de Miguel de Cervantes.
La chapaqueneidad del artista es de rotunda raigambre y muy especialmente su emocional condición de saber entrar en las entrañas de una tierra que lo ha iluminado hasta convertirlo en uno de los artistas más auténticos del estado.
La paleta de Suasnávar ha sido bien definida por los colores que ha elegido –siempre festivos– y las formas con las que traza cada obra. En eso reside su originalidad, lo inconfundible, la huella o signos y símbolos que la definen. Y obvio en las historias que cuenta y la manera cómo ve, retrata, define personajes y situaciones. Detrás de todo ello la visión de un surrealismo mágico coloca su obra en un espacio de ricas recreaciones del inconsciente colectivo que exigen estudio, reflexión, análisis, e interpretación. Un pintor que investiga y piensa, imagina y lucha por lograr decir algo diferente es un auténtico artista. En la obra de Manuel no hay improvisación, menos protagonismo. Lo que logra es producto de esos trajines que se impone, en noches y días de trabajo meditativo, entre silencios y diálogos, intuiciones y visiones en medio de sus fantasmas y obsesiones, delirios y sueños. Por ello cada obra que realiza es madura, rica, significante.
Es pertinente señalar que el apoyo de su compañera, Elsita Cansino, ha sido muy importante, oportuno, decisivo para que el artista cuente con las elementales condiciones afectivas y familiares para el desarrollo de su trabajo creador.
La serie de piezas pictóricas que componen el extenso mural pintado por Manuel Suasnávar, Capilla Tuxtla, el cual podemos apreciar en las paredes del segundo y tercer piso de la Presidencia Municipal de la capital del estado, nos invita a un recorrido visual de nuestra historia prehispánica, colonial y presente: de los mitos, leyendas, danzas folclóricas y populares; músicos, costumbres, hechos y sucesos, personajes y obras arquitectónicas, poetas y políticos, fauna y flora, amaneceres, atardeceres y noches que dan identidad a Chiapas, en especial a Tuxtla Gutiérrez.
Encontramos en el conjunto de 34 piezas representadas en estas obras artísticas de la Capilla Tuxtla las esencias fundacionales de zoques y mayas, negros y mestizos bellamente escenificados en estos murales de raíces figurativas, inscritas en la corriente del realismo mágico.
La mayoría de los personajes que recrea Manuel Suasnávar son concebidos desde una muy personal estilización; observamos cuerpos ligeramente alargados, manos y pies en una tensa y singular expresión enfatizada con el manejo de luces y sombras contrastadas; nos remite a cierto barroco de Caravaggio o Velázquez, lo que indica que nuestro pintor es un conocedor y estudioso de los clásicos, que los asume y recrea como bien plantea el esclarecido poeta y crítico de arte Octavio Paz: ver, rever y recrear es el centro nucleador del arte moderno y contemporáneo, así nos lo han demostrado los más sólidos artistas plásticos, innovadores y vanguardistas: Auguste Rodin, Pablo Picasso, Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Leonora Carrington, Remedios Varo, Rufino Tamayo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Manuel Felguérez, Francisco Toledo, Arturo Rivera, por citar unos cuantos.
Así en la obra de Manuel Suasnávar apreciamos, es una de sus virtudes plásticas, juegos de luces y sombras agudamente planteadas en la composición de fondos, cuerpos, objetos; resaltan rostros, íntimamente retratados para dar cuenta de varias visiones del mundo, socialmente diferenciadas o en una actitud expectante, escrudriñadora, desafiante; otros rostros burlescos e irónicos, picaros, coquetos; son retratos, agudos y críticos de la sociedad tuxtleca, lejos de cualquier idealización.
De tal suerte que nuestro artista logra penetrar en lo más íntima de las maneras de ser de los tuxtlecos. Una de las características del tuxtleco es su cultura de la fiesta, que el pintor plasma magistralmente en El casino Tuxtleco, donde, sabemos históricamente, danzaba la clase media. Aquí el artista da expresión a su profundo conocimiento del carácter de los tuxtlecos y tuxtlecas, embelesados en sus juegos amorosos de divertimiento, regocijo, coqueteo, platicas y en virtuales enlaces matrimoniales, en un claro encuentro de mestizos de mediados de los años cincuenta del siglo XX.
Valga anotar que algunos pintores excelentísimos que Manuel reconoce y admira como Francisco de Goya, maestro español que abre paso a la modernidad, así como el muralista mexicano José Clemente Orozco, nos ofrecen en su legado una manera aguda y lúcida, particularmente en la transfiguración de los rostros para adentrarse hasta lo posible en las esencias del ser humano para que desde sus otredades hablen los diferentes lenguajes que nos escenifican, inequívocamente.
Los paisajes chiapanecos que Suasnávar recrea son finamente tratados con su hábil y sagaz pincel, en los que dialogan presencialmente la tierra y el cielo, lo telúrico con lo cósmico. El manejo de cielos o fondos nos recuerdan la limpidez del color de René Magritte, ese gran pintor surrealista a quien Manuel admira, -parte de su obra recientemente visitamos en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México (2011)-, nos sorprende, decimos, la pincelada de Suasnávar, por su limpieza y brillantez. En efecto nuestro artista logra crear con la aplicación del color cielos abstractos, delimitando con fuerza contrastante los contornos de las nubes, como resultado de la constante contemplación poética. Ese espléndido colorido de los atardeceres en Tuxtla, bellamente planteados, son resueltos, en algunos casos, con un grafismo asumido por las enseñanzas que nos legara Paul Gauguin, pintor postimpresionista que abandona la pincelada impresionista para trabajar grandes zonas de color planas y contrastantes; en otros casos Suasnávar difumina el color con el recurso de pinceles de aire que permite el logro perfecto de la degradación de las gamas del color elegido.
En toda la obra del pintor, particularmente en Capilla Tuxtla, su paleta es de muy amplio colorido: rico, preciso, audaz, luminoso y contrastante. Se sirve del lenguaje del color como bien lo enseñaron los fauvistas -quienes liberan el uso del color para enfatizar le expresión plástica-.
Manuel Suasnávar maneja diestramente la técnica del acrílico; su factura (composición, dibujo, color) es impecable; cada sección de las distintas obras es tratada con minuciosidad técnica, según lo requieran los trajes y atavíos de los personajes, el pasto, las montañas y colinas, cada rostro, cada detalle de este o aquel cuadro.
El pintor ha explorado ampliamente la técnica del dibujo. Queremos decir que es un artista que cuenta con una base sólida, nada menos que el soporte del dibujo para la aplicación del color. No podemos dejar de recordar la serie de los espléndidos dibujos a grafito, realizados en Europa, donde Manuel recurre al negro y sus diversas gamas tonales; motivos de mujeres con arácnidos, insectos, escarabajos, etcétera. Al pintor siempre lo ha acompañado el dibujante, desde aquellos días que nos conocimos, hace ya treinta años, cuando se internaba en sus exploraciones surrealistas, que al sumergirse en las entrañas de la naturaleza y la vida humana chiapaneca, descubría con asombro y alucinación el realismo mágico.
Es importante resaltar que Manuel Suasnávar todo lo logra con la pintura sin la utilización de arenas o texturizantes, materiales alternos, manejados por primera vez por los cubistas que enriquecen y facilitan la factura de una obra. Trabajar únicamente con los pigmentos denota más vivacidad y maestría en sus improntas, transparencias y en el manejo del color.
En una parte de la serie muralística Capilla Tuxtla Suasnávar utiliza el recurso gráfico de la serigrafía, técnica que conoce desde joven, para rescatar el retrato fiel de ciertos personajes importantes de la historia, el teatro, el cine, la radio y la poesía; es a través de estos grafismos y collages que representa un edificio, un parque, una escuela, un mercado o el palacio de gobierno.
El artista inicia la serie muralística Capilla Tuxtla con una obra que da cuenta del primer mestizaje. Allí encontramos el realismo mágico en su mayor esplendor: dialogan los zoques y nahualtecas, a los que personifica en el auge de su vida agrícola y de intercambio, de los oficios rituales, rodeados de los animales sagrados cargados, unos y otros, de una rica presencia simbólica.
En la parte superior y central de la pieza que comentamos se observa la luna en la que se encuentra representado el mestizaje, mientras que toda la escenificación cósmica y terrenal es sumida por un aire mágico y mítico, ritual y ceremonial que da cuenta de aquellos tiempos.
Recorremos en la Capilla Tuxtla nuestra historia contada y plasmada por uno de nuestros mejores pintores de Chiapas, vivo y en su plena madurez artística.
Nos hemos propuesto apenas unas breves anotaciones en un primer acercamiento a esta magna obra muralística gracias a nuestra entrañable amistad con Manuel Suasnávar.
Debemos afirmar que la realización de tamaña obra artística fue posible gracias al decidido apoyo del presidente municipal de entonces, Jaime Valls Esponda. Obra jamás realizada por algún artista en Chiapas, sin desconocer los aportes de otros muralistas. Hoy, en su calidad de rector de la Universidad Autónoma de Chiapas, Jaime Valls Esponda, le entrega a la sociedad chiapaneca, mexicana e hispanoamericana, el libro Capilla Tuxtla, de Manuel Suasnávar, editado por Raúl Ortega, en el que se recoge esta bella y singular obra muralística en un libro que todos disfrutaremos con entusiasmo y gozo. Hemos dicho Patricia Mota y yo. Muchas gracias.
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