Una carta de amor para Marcos

El Subcomandante Marcos, vocero y líder político-militar del EZLN. Foto: Raúl Ortega/Chiapas PARALELO

El Subcomandante Marcos, vocero y líder político-militar del EZLN. Foto: Raúl Ortega/Chiapas PARALELO

Una carta de amor para Marcos el amante de: «las hamburguesas de McDonald’s y la Coca Cola a pesar de lo incorrecto políticamente que eso era…»

(Este es el texto íntegro de la carta que la expareja del Subcomandante Marcos escribió luego de 30 años. Habla de su relación y da una idea diferente a lo conocido hasta ahora sobre algunos elementos en torno al líder guerrillero)

 

Es el hombre al que he amado con más fuerza y pureza; digo pureza porque la naturaleza de su ser siempre fue para mí cristalina, sin recovecos, falsas intenciones.

Un hombre, muy joven cuando lo conocí, con una máscara; una barba que me pareció una máscara que le permitía guardar distancia, no sé si alejar a los demás de su centro, de su alma limpísima o alejarse él mismo, mantenerse a distancia de los demás en un ánimo “autístico”, narcisista, no sé cómo entenderlo.

Cuando los grupos y las personas se salían de los márgenes o lo hacían salir entonces usaba el lenguaje para alejar y cortar cualquier atentado contra su interior; las bromas, los sarcasmos, el esgrima verbal le servían para disfrazar su agrado, su aprecio o su afecto y también su desafecto.

Mi madre lo amaba y él la amaba a ella y siempre la molestaba criticando su cocina; ella que era intuitiva e inteligente sabía que sus críticas y descortecías eran inversamente proporcionales a la simpatía que él experimentaba por ella.

A mí al principio nunca me pareció guapo, en realidad lo amé porque descubrí su alma sui generis; su fragilidad atrás de su aparente fortaleza; su ingenuidad a través de su supuesta madurez, y su gran necesidad de afecto a través de su supuesta autonomía e independencia emocional.

Me enamoré de él tal vez antes de que él lo hiciera de mí. Se tardó eternidades en darme ese primer beso, que en gente como nosotros sustituía cualquier cortejo y declaración formal. ¡Y tal vez fue ese el beso más bello y memorable que nadie me haya dado!.

Creo que él también me quiso mucho y creo que nuestra juventud y nuestra conciencia de futuro demasiado volcada hacia fuera de nosotros, en un mundo en la totalidad bizarra e injusta, nos hizo perdernos. No tiene sentido decir quién tuvo la iniciativa de dejar a quién, lo cierto es que sucedió y después de un tiempo el dolor por el hecho me alcanzó de tal forma que nunca pude reponerme del todo.

Políticamente, cuando apareció en la organización él fue reconocido desde el principio por la vieja guardia como un cuadro de cambio de estafetas, el elegido, digno de asumir la Dirección en un nueva generación.

Era una inteligencia brillante y lúcida, además era un narrador, ilusionista, fabulador, eso le tomaba mucho tiempo: Leer además de todo, historietas, caricaturizar la realidad, burlarse de ella, identificar a los malos y su maldad, y guiarse como en un juego de “futbolito” por la realidad.

 

EL ABISMO

En su mente empezó a tomar cada vez más espacio todo lo que tenía qué ver con la organización y la clandestinidad, que era un pretexto para no hablar, y empezamos a compartimentar también lo que pensábamos de lo nuestro y, como digo, a perdernos poco a poco, amándonos aún, pero como si no tuviéramos derecho a ello.

Pocas personas más generosas conozco que él. El poco tiempo que compartimos gastos siempre él daba más; siempre él pagaba y corría con los gastos sin esperar equidad, reciprocidad.

Era muy “maneado”, dicen; no sabía mecánica y manejaba muy mal, pero no era capaz de reconocerlo, no se le daba mucho lo constructivo; él era un intelectual con sesgo artístico por las letras y la plástica, con gustos musicales más bien provincianos.

Un día él y yo vivimos un ataque de pánico de dos, del cual nunca quiso volver a hablar; comía cualquier cosa por fea que estuviera y es que siempre tenían hambre, pero su plato preferido eran los mariscos, las entomatadas.

Mi madre le enseñó a adorar las gloriosas que le preparaba con verdadero amor, y por eso cundo me echaron de mi casa nunca le echó la culpa a ella, sino que siempre le guardó rencor a mi papá.

Amaba tiernamente a su abuela Antonia, a quien realmente fue a la que me llevó a conocer cuando fui a su casa. Era una mujer fuera de serie y ella lo adoraba a él más que a cualquiera de sus nietos.

Su filosofía de la vida práctica era económica y estratégica, no hacía dos veces una misma cosa. Mataba o trataba de matar más de un pájaro con un tiro. Su tesis de Licenciatura, a pesar de que recibió mención, la hizo en poco más de una semana, porque cada capítulo y apartado lo había venido elaborando en distintos cursos durante toda la carrera, y cada uno le había consumido toda la energía y la concentración posibles.

Todo lo que hacía lo llevaba o quería llevar a la perfección. Aunque partiera de cero, de la torpeza misma, llegaba a ser el mejor.

 

LA PIPA

Un día empezó a fingir que fumaba poniéndose un cigarro apagado en la boca, no sé si en la misma lógica de poner algo entre la gente y él, o para mediar en su necesidad del silencio ante la inmensidad de estupideces que a veces se decían.

Antes del cigarro, apagado siempre, mordía las plumas y todo lo que se le apareciera hasta destrozarlos, fue así que me dijo que fumaría pipa: cuando empezó, me pareció bien, olía bien el tabaco de manzana y yo le regalé alguna pipa fina.

Su ansiedad se atenuaba con toda la parafernalia del tabaco y el ritual complejo de ese vicio, pero acababa con todas las boquillas.

El amor que le tenía su hermano Carlos y la preocupación constante por su salud y la completa irresponsabilidad de éste para tomar sus medicinas, lo hacían sufrir. No lo vi nunca más dolido, angustiado y triste que las veces en las que Carlos padeció ataques de epilepsia y se quedaba mal durante mucho más tiempo que lo que tardaba Carlos en recuperarse.

Él sabía que en esos ataques se jugaba la vida. Tal vez dejar a Carlos fue una de las cosas que le costaron más trabajo y atrasaron mayormente su incorporación como profesional a la organización (FLN).

Nunca nos casamos en la organización, yo no estaba de acuerdo con eso, pero éramos pareja independientemente de que a mí me parecía una tontería.

Yo tenía más preocupaciones humanas, relacionales; me preocupaba y dolían personas y situaciones concretas, tal vez por mi precoz trabajo y experiencia en Sudamérica durante las dictaduras. Él, más políticas, organizativas, estratégicas. Él era más filósofo, inflexible.

Si yo hubiera querido hablar de lo nuestro, él hubiera seguido repitiendo su frase: “El amor sólo es una pequeña lucha de clases”. No éramos feministas, yo no necesitaba que me reivindicara nadie y menos otras mujeres tontas, menospreciadas por sus parejas o compañeros, sin embargo, sólo después entendí que la de sexos, como decía él, sí que era una lucha de clases y de poderes, al menos en la organización.

 

ADIÓS

El día que decidí dejarlo, lo hice en Ocosingo, y esa convicción me hizo llorar y llorar por kilómetros de camino desde Palenque. Sabía que el sufrimiento era enorme y las razonestotalmente irracionales, y sin embargo así debía ser.

Él no hubiera sido lo que llegó a ser, conmigo; y yo no hubiera sido lo que soy, sin él. Eso quiere decir que su ser entero, lejano pero siempre presente en mí, como si hiciera las cosas en función de lo que él diría, o como creía yo que a él le parecería bien.

Este juego de fabulación solo como un tributo duradero a ese amor que le tuve, y al que renuncié sin renunciar. En sueños siempre lo veo, nos encontramos, a veces me rechaza, a veces me da esperanzas. La mayoría es como cuando nos hicimos novios: me da largas y no ve besa tan pronto como yo quisiera

Siempre lo he esperado como si algún día pudiera volver a hablarme, pero creo que el miedo, eso se ha de sentir después de haber sido tan grandes uno para el otro, volver a encontrarnos con tanta historia detrás cada quien.

 

ARTE Y GUERRA

Él es incorruptible, generoso y va a darle continuidad a su esfuerzo hasta morir. Supo mejor que todos y mucho antes, que la guerra no era viable como tal, pero leyó en los hombres y las mujeres su deseo de hacer realidad la representación de la guerra, como la Semana Santa Cora o el Carnaval Tzeltal: en ellos siempre mueren algunos y cuesta mucho dinero, pero es la ofrenda necesaria para que las cosas mejoren y sigan. Ellos y él con ellos nunca entendieron bien o no esperaron entender el socialismo, si no es otra cosa que es lo que lograron o están en ruta de lograr, y que impactó al mundo entero.

Él es el Mago, el Capitán de la representación, el Mayordomo extranjero que llevó a buen puerto la nueva narrativa para repetirla de ahora en adelante, hasta lograr que la nueva “cosecha” se siga dando.

Él es el que ofreció la trasmutación, la echada a andar a un nuevo camino largo, pero nuevo y con otra esperanza.

Un poco de culpa debió sentir de dejar a Carlos o de no haber podido convencerlo, tal vez nunca lo intentó, de que nos acompañara, y ese desdén por su propia salud es muestra del honor que le rinde a la memoria de su hermano.

Abuela Antonia, Carlos, grandes nodos en su memoria y sentimiento, cubiertos por capas y capas de compromiso puro y melancolía, que es su compañera en el viaje de desdén y espera infinita de lo que, sabe nadie, llegue a ver, porque en realidad todo es relato.

El relato no es sólo hacia afuera, marketing, en realidad el relato es más hacia adentro de las comunidades, de sus propias conciencias y corazones; es la creación de un mito nuevo, del mito de origen que sea el que los conduzca en la nueva cuenta larga, y por ello cuando dicen que está pensando en “la inmortalidad” del cangrejo, en el fondo y paradójicamente tienen razón, pero esa inmortalidad, esa falta ya de voz, es porque ha perdido importancia la narrativa hacia afuera.

Su misión es seguir alimentando la narrativa hacia adentro, el mito nuevo, interno, que es lo que hace caminar al infinito el mundo.

No es con un nuevo Marcos –Moisés– es con un nuevo mito con lo que ese caldo puede seguir, y para eso se necesita su muerte real, su decadencia, es parte del ritual. Por eso él puede dejarse caer en un diván, no aparecer, no decir nada, cultivar su vicio y descuidar su salud, hacer como sus seres más amados: dejarse morir. Es lo mejor que puede hacer para ayudar.

Él ya no es para nada de nuestro mundo, nunca lo fue, nunca usó smoking, y el intermediario entre él y nosotros siempre fue el humor, un duende que tiene máscara, un juglar con sombrero y cascabeles.

No se quejen de su impostura, no han entendido a su nahual; siempre gustó de Woody Allen, amaba las hamburguesas de McDonald’s y la Coca Cola a pesar de lo incorrecto políticamente que eso era; le gustaban todos los capítulos de la “Loca Academia de Policía” y otras películas ultramodernistas, hilarantes, que los comediantes de la ciudad no hubieran entendido.

Buscaba entre lo naco y entre lo mítico, sin prurito, entre lo incorrecto y lo nueva vía, ni siquiera presentida por nosotros.

Siempre acabábamos o empezábamos en lugares comunes; él siempre estaba en lo intangible, ininteligible, que es lo más inseguro, peligroso e incómodo, pero lo más cercano al mito; lo irracional-racional, lo descabellado que guía.

Matar al padre para inaugurar una nueva estirpe casándose con la madre, regresando a su seno para renacer.

La selva, la raza, la tierra tienen que tener una nueva cimiente para ese mito distinto: Un extranjero, un alien, siempre es un buen ápice.

4 Comentarios en “Una carta de amor para Marcos”

  1. Magui Suárez
    24 enero, 2014 at 7:27 #

    Hice bien en no «aceptarlo»…mmm

  2. moIse
    20 enero, 2014 at 14:50 #

    el amor es bueno como una hoja de papel blanco

  3. Daniel López Zenteno
    6 enero, 2014 at 20:49 #

    Eso confirma que Marcos, está más panzón, chimuelo, con problemas de próstata, medio ciego, los problemas de la senilidad que alcanza a todos…

    Bueno sería qu en vez de esperar «una nueva cimiente…» en un «Alien o un extranjero» (su expareja sentimental dixit), que fuera de verdad un INDÍGENA el supliera a Marcos, nada más que: Segundas partes nunca fueron buenas… Ni el familia»

    Nunca pensé que Marcos se despidiera o lo despidieran a través o por expósita persona, o quizá, porque ésta persona se siente realmente abandonada y deamparada y quiere retomar «los caminos del sur», aunque recordar es volver a vivir

  4. Gaspar Morquecho
    6 enero, 2014 at 11:18 #

    Ojo, la carta la sustraje de un posteo…

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