1993. Crónica de una muerte y sus excluidos

Leyenda con las demandas del EZLN. Foto: Red de Medios Libres

Leyenda con las demandas del EZLN. Foto: Red de Medios Libres

Por Rolando Mazariegos

Síntoma de una inflación  galopante, y una devaluación continua, el 1 de enero de 1993 entró en vigor en todo México la denominación nuevos pesos, nuestra moneda perdió tres ceros. Ese mismo año se aprueba la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), mismo que entraría en vigor el primero de enero de 1994.

El gobierno federal presenta su política como la inclusión de nuestro país al primer mundo; impulsa una visión tecnócrata, de corte neoliberal. Estos cambios nunca contemplaron la consulta a los sectores involucrados.

Por otra parte, lejos de las cuentas alegres del gobierno se aglutinan muchos sectores en una visión diferente, son los excluidos. Una de sus múltiples manifestaciones se presenta bajo el nombre de “El Barzón”; en pocas semanas las manifestaciones públicas de agricultores, colman el país. Su nombre, de un corrido revolucionario que hace alusión a los peones acasillados que viven siempre endeudados con los hacendados.

Las carteras vencidas, la depauperación de la clase media, la desconfianza en las instituciones, la corrupción, la represión selectiva (y no tanto), el fraude electoral del ’88, son temas que enfrentan y dividen a la sociedad. Las reformas constitucionales que modifican la tenencia de la tierra cierran la etapa del reparto agrario, ya de por sí ineficiente e insuficiente.

Desde la tecnocracia se habla de modernización en todos los sectores: Acuacultura, Campo, Desarrollo Social, Educación, Deporte, etc., con el compromiso del “adelgazamiento del estado” y las desincorporaciones sistemáticas de empresas paraestatales.

Se da la creación del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, así como la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Organismos de Ecología, entre otros, como mera fachada de un México comprometido con los temas relevantes de la agenda mundial.

En contraparte, fuertes movilizaciones de organizaciones campesinas en todo el país -entre las más relevantes las del estado de Chiapas- y de sectores descontentos muestran el rostro de una nación de olvidados, que reciben como respuesta a sus demandas y movilizaciones, una represión cada vez más acendrada; pronto algunos de ellos deberán cubrirse el rostro para ser vistos; en mayo de 1993, en Chiapas, el ejército mexicano detecta un campamento del EZLN (Las Calabazas).

El enfrentamiento de Corralchén dura dos días y el gobierno mexicano decide ocultarlo a la opinión pública, para no entorpecer las negociaciones y entrada en vigor del TLCAN. El aire que se respira es el mismo de las reformas que se aplican en 2013. Un estado con compromisos ante organismos internacionales, dejando de lado la realidad nacional, y la compleja situación sociopolítica y económica del país.

Un mundo de espejismos donde los medios de comunicación juegan un papel mezquino; desacreditan, mienten, construyen un escenario nacional desde un set de televisión.

Todavía recuerdo como la navidad de ese año, los programas televisivos anuncian en el éxtasis de su embriaguez la llegada del año nuevo y con él, la entrada al primer mundo. Pero la historia no calla ante las escenografías de papel, y las diferentes visiones de país siguen ahí, aunque se les niegue desde los espacios radiofónicos y televisivos.

El anunciado ingreso primer mundo, excluyente, incapaz de comprender la autonomía y emancipación a través de la tierra, incapaz de valorar los vínculos ancestrales, enardecidos en el afán de lucro y en su lógica de mercantilización, cierran un año lleno de malas noticias para los desposeídos de este país, celebrando con pompa una fiesta de la cual son invitados privilegiados. Una “celebración” que tiene como nota distintiva la gran cantidad de excluidos.

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