Definición de espanto

Autoretrato, del pinto Oswaldo Guayasamín

Autoretrato, del pinto Oswaldo Guayasamín

 

Mi abuela siempre recomendó a las mamás de los sobrinos “que los curen de espanto”. Lo hizo cuando a alguno de los sobrinos le sucedía algo inesperado. La gente, en todo el mundo, se cura de “espanto”. Nunca he visto a alguien que se cure “de fantasma” o se cure “de miedo”. Esto significa que el espanto es más aterrador que el fantasma o que el miedo. Llama mi atención que el espanto es un sujeto que pareciera corporeizarse, casi como si fuera sinónimo de fantasma. En Comitán, la gente dice: “anoche me encontré con el espanto de tío Chilo”. Espanto, entonces, es como el alma en pena de algún difunto.

Espantar es un verbo. Es correcto decir: “yo me espanto” (bueno, basta ponerse frente al espejo a las cinco de la mañana). Es correcto decir: “nosotros nos espantamos” (basta escuchar un noticiario donde difunden las minucias de la Reforma Hacendaria). Cuando es verbo, la cura no funciona. La cura es aplicable cuando “espanto” es sujeto que nos toma del cogote, nos aprieta y nos va dejando en los purititos huesos. En el pueblo dicen que hay gente que se muere de espanto.

Existen diversos modos de cura. Mi abuela, tomaba un buche de trago y, de manera subrepticia, se acercaba a la sobrina “espantada” y, sin “echar” aguas le “echaba” el buche de trago. La sobrina pegaba el brinco, como sapito “espantado”. Parece que la fórmula de la abuela era curar el susto con otro susto, un poco como si fuese experta en homeopatía.

En la región habitan varios espantos que ya pertenecen al imaginario colectivo. Cuando alguien nace en Chiapas ya trae, junto a la torta bajo el brazo, los espantos de la Cocha Enfrenada, El Sombrerón, El Cadejo y La Llorona (para que las feministas no se enojen pongo dos y dos).

Ya los expertos nos han dicho que los espantos, fantasmas, espíritus chocarreros y demás entidades sobrenaturales se aparecen durante las noches. Por esto, mi abuela aprovechaba el sol de la mañana para “curar de espanto”, decía que a esa hora los espantos andaban todos ateperetados. Ella decía: tratar de curar de espanto a alguien a la media noche es una osadía, además de una estupidez. Nadie, en su sano juicio, se atreve a desafiar a un espanto a las doce de la noche. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, espanto es: “entre curanderos, enfermedad supuestamente causada por un susto”. El susto puede ser un propio espanto, porque, en su cuarta acepción, el diccionario dice: “fantasma, imagen de una persona muerta”. Pocas palabras en el idioma tienen esta particularidad. No sería una incorrección decir: “espanto, enfermedad supuestamente causada por un espanto”.

A los sobrinos los curaban de espanto y sanaban. Lo cual demuestra que el espanto no es una entidad poderosa. Y si espanto es una persona muerta, las personas muertas no causan espanto. En mis años de adolescente íbamos al panteón, alguno de nosotros se ponía una sábana y espantaba a las muchachas bonitas que nos acompañaban. Era mero pretexto para que ellas nos abrazaran, para que gritaran y nosotros les diéramos sosiego. Nunca supimos que el espanto no estaba instalado en el panteón. Ahora, ya mayores, sabemos que el espanto es otra cosa, otra entidad más absurda. La sociedad vive espantada, porque el Sistema provoca esos temores. Al estilo del Chapulín podríamos decir: “y ahora, ¿quién podrá curarnos del espanto?”.

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