Definición de aire

Foto: npic.orst.edu

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Una de las definiciones más escasas es la definición de aire. ¡Qué poco viento para concepto tan grande! ¿Qué dice el diccionario? Aire: “mezcla gaseosa que forma la atmósfera de la tierra”. ¡Ah, qué poco aire para tanta nube!

El aire es más. Si alguien quisiese hallar un nombre para Dios debería llamarle ¡Aire!, por su capacidad envolvente, por su espíritu gregario, por su permanente guiño a la idea de vida. “Aire eres y en aire te convertirás”.

Los seres humanos son aire, aire para la idea, para el vuelo, para las transformaciones. Sin aire la vida sería como un páramo.

El aire no sólo sirve para el vuelo del pájaro y del papalote, también sirve para tocar un probable espíritu de Dios.

“Me falta el aire”, dice el hombre que se asfixia. Y la asfixia es como la piedra extraviada en el suelo.

Una de las historias más bellas es la del nacimiento del aire, la que cuenta cómo cuando todo estaba en silencio, los dioses se reunieron para darle vida a los objetos. Los dioses subieron a la montaña y vieron que todo estaba, que todo era, pero estaba en suspenso. Todo era como piedra; era piedra el árbol, piedra el ave y piedra la mariposa. Incluso la distancia era un vacío inerte. Algo falta, dijo uno de los dioses. Fueron a la mesa de trabajo y buscaron los planos de la creación y vieron que todo estaba tal como se había diseñado. Pero uno de ellos dijo que hacía falta el aire. ¡Claro! Dijeron los demás. No, no, dijo uno de los dioses más huraños. Debe faltar otro elemento, dijo, pero ya no le hicieron caso por la emoción de querer inventar el aire. Hicieron un pase mágico y el aire se hizo. Era tanta la alegría del recién nacido que removió todos los papeles (¡los planos de la creación!). El aire aventó los papeles por la ventana y ellos se extraviaron en la infinitud. Los dioses abrieron una botella de champaña y brindaron. Claro, dijeron, esto es lo que le faltaba al mundo: ¡el aire! Ahora todo tiene movimiento, dijeron. Pero el dios huraño no quedó convencido. Estaba seguro que entre los papeles que el aire removió había uno que contenía el elemento que haría perfecto al universo. Ahora, todo mundo lo sabe, vivimos en un mundo casi perfecto. Algo le falta. El dios huraño tenía razón. En compensación tenemos al aire y gracias al aire hay vida y gracias a la vida hay árboles donde crecen nubes.

Hay muchos chunches que funcionan con aire. Basta mencionar a las llantas de los autos y de las bicicletas. Sin aire, una llanta no tiene vida, sólo sirve para hacer columpios o para sembrarlas a mitad de un patio y convertirla en macetero. Si los seres humanos lográsemos vernos como llantas veríamos que, de igual manera, no funcionamos sin aire. El aire pasa a nuestro lado y no nos damos cuenta, pero él es quien nos ayuda a caminar, a desplazarnos por las carreteras de la vida.

David dice que gracias al aire es que soñamos con el vuelo. En una cámara de vacío es imposible volar.

Cuando David era pequeño el juego que más le gustaba era “hacer” aire con una toalla. Como si fuese “auxiliar” de boxeo hacía que su prima Noemí se sentara en una silla y él, con una toalla de color verde, le echaba aire. Noemí sentía rico. El aire hacía que su falda se levantara tantito, esto lo disfrutaba David. ¿Qué sientes?, le preguntaba, ella decía: ¡siento rico! Tal vez se sentía como Marilyn sobre el emparrillado del subway. Una tarde en que hacía mucho calor, Noemí hizo el experimento del huevo cocido, sacó un huevo de la cocina, lo rompió y lo dejó caer sobre el cofre de la camioneta de su papá. El huevo comenzó a cocerse. Entonces Noemí entró a la casa y salió con una toalla. Comenzó a echarle aire al huevo. David, que era un niño precoz, desde la ventana gritó: “¿Te gusta echarle aire al huevo?”. Ella dijo que sí, que le gustaba hacer aire. Noemí ahora trabaja de azafata en una línea aérea. Tal vez en sus juegos de infancia se enredó su vocación. Habrá que decir que es pareja de David y éste goza cuando ella le “echa aire”.

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