En Acteal, no cumplió la Justicia

Acteal. Foto: Elizabeth Ruiz

Acteal. Foto: Elizabeth Ruiz

 

Por Obispo Felipe Arizmendi Esquivel

 

La Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó liberar a tres indígenas tsotsiles, a quienes se había encarcelado, desde hace 17 años, como responsables de la masacre de 45 niños, mujeres y hombres de Acteal, el 22 de diciembre de 1997. Con esta liberación, solamente dos indígenas permanecen en la cárcel por estos asesinatos; sin embargo, en un poco más de un año, también ellos saldrán libres, al cumplir el término de su sentencia. Es decir, dentro de poco tiempo, nadie quedará en prisión por este crimen. Es como dar a entender que nadie los mató, que nadie es culpable.

 

Los argumentos de la Suprema Corte para dejarlos libres se basan en que hubo inconsistencias en su proceso penal. No se pronuncia si son inocentes o culpables, sino que su proceso no respetó los procedimientos adecuados para encarcelarlos. Es decir, la Corte no se pronuncia por la justicia, sino por la legalidad. No le importa la justicia, sino el procedimiento penal, la legalidad, la constitucionalidad. Por ello, no debería llamarse Corte de Justicia, sino de legalidad, o de constitucionalidad, como se le llama en otros países.

 

Familiares de las víctimas de Acteal varias veces han afirmado que algunos de los liberados son verdaderos autores materiales de los crímenes; es decir, que son culpables, y ahora andan libres. En vez de dejarlos libres, la Corte podría haber ordenado que se repusiera el procedimiento, o que se adujeran más pruebas a favor o en contra de los detenidos. Prefirió basarse sólo en fallas del procedimiento penal, con lo cual no se cumple la justicia.

 

La justicia tiene como base la verdad, y no sólo un procedimiento penal. Sin justicia, no hay paz. Por ello, se debe investigar la verdad de los hechos, y no limitarse a aspectos meramente legales. No es tiempo de venganzas, sino de justicia y de verdad. De todos modos, nuestra exhortación es que vivamos en paz, que nos respetemos unos a otros, que nadie haga justicia por su propia mano.

 

Es lo mismo que pedimos cuando haya manifestaciones por cualquier motivo, sea por los desaparecidos de Ayotzinapa, sea por inconformidades de los pueblos. Que se expresen libremente los pueblos, pero que no destrocen bienes ajenos, ni causen daños a terceros que nada tienen que ver en los problemas. Que haya libre tránsito en las carreteras y que todos aprendamos a respetarnos unos a otros. Así construiremos la paz social, que tanto apreciamos y necesitamos.

 

Seguimos acompañando con nuestra solidaridad y nuestra oración a los familiares de Ayotzinapa, y se ha de hacer hasta lo imposible por que este vergonzoso crimen no se repita nunca más.

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