Insurrección ética

Foto: Agencias

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Hay quienes corren por su vida y quienes corren hacia la vida. Tal vez la razón primordial para huir sea la misma, pero la decisión estratégica de la salida es lo que me interesa comprender.

La corresponsal de guerra australiana Jill Jollife escribió una brutal biografía titulada “Run for your life” (Corre por tu vida), en la que la periodista detalla su extraordinaria tozudez para encontrar la verdad dentro de un movimiento insurgente en Indonesia, búsqueda que estuvo a punto de costarle la vida.

Era el Estado y no los guerrilleros el que intentaba asesinarla, porque en esos contextos en que la mayoría de los medios reproducen los discursos oficiales sin cuestionarlos, ella supo entender que la rebelión social era no solamente válida, sino un asunto de justicia y ética social.

Jill se pregunta: “¿Por qué una sociedad no entiende que sólo unida puede reconstruir a un país entero?”.

En otro continente, desde Portugal, un hombre tierno y sabio nos había dado ya algunas respuestas a estas preguntas. Se llama José Saramago, el Premio Nobel de Literatura y autor, entre otros libros, de “Ensayo sobre la ceguera”, “Todos los nombres”, “Ensayo sobre la lucidez”, “El viaje del elefante”, y “Caín”.

En 2009 José, ya enfermo, huía hacia la vida a través de la escritura con un tema que siempre le inquietó: el hombre que se enfrenta a las decisiones vitales que determinan su papel respecto a los otros, el que elige ejercer violencia y aquél al que la sociedad le dice que nunca se es dueño absoluto de la voluntad propia.

José dio vida en “Alabardas”, ésta última novela inconclusa, a un personaje llamado Artur Paz Semedo, obrero de la fábrica de armas Producciones Belona S.A. que se enfrenta a un conflicto moral sobre la posibilidad de comprender cómo y por qué algunos seres humanos eligen sabotear la guerra y otros engrandecerla.

Saramago intuía ya el fin de su vida, pero se resistía a partir sin dejar un último testimonio de su preocupación para explicar los mecanismos que conducen a un fabricante de armas a justificar el negocio de la guerra, mientras convive con una mujer pacifista que hace el papel de la conciencia y la claridad.

El autor desde hace años se preguntó por qué los obreros de las fábricas de armas nunca se van a huelga; qué papel juega el miedo y la sumisión en quienes con sus manos construyen instrumentos que darán muerte a uno o a miles de seres vivos. ¿Existe la libertad de conciencia en un mundo que fabrica armas para imponer la paz?

“Alabardas” es una novela inacabada con la que Pilar del Río, la reconocida intelectual, traductora literaria y compañera de vida de Saramago, nos lo trae de vuelta en un momento indispensable en que los conflictos morales nos llevan a tomar posturas frente a la injusticia flagrante, frente a las desapariciones forzadas, la tortura, las masacres y la crueldad avalada por políticos incapaces de ponerse del lado de la ética pública.

Günter Grass ilustra ese libro; Fernando Gómez Aguilera explora los últimos apuntes del autor escritos para esta obra; el gran periodista Roberto Saviano experimenta con el personaje de Saramago personificado en mexicanos que se han enfrentado con gran fuerza moral a momentos decisivos para revelar las verdades de México.

Saramago citaba constantemente (la frase fue escrita por Marx y Engels): “Si el hombre está formado por las circunstancias, entonces hay que formar las circunstancias humanamente”.

José Saramago nos recordó, aquí en México hace años, que se necesita una forma distinta de entender las relaciones humanas y eso es lo que él llamaba la insurrección ética. En ella, cada persona debe plantearse qué está haciendo en este mundo, y si respeta o no la vida humana, qué papel juega su propia conciencia frente a las y los otros.

José, de vuelta en este nuevo libro, trae esta pregunta indispensable: “¿Podría yo cambiar algo en el mundo antes de morir?”. En este momento mexicano es más pertinente que nunca preguntarnos de qué manera nos ayudaremos mutuamente a salir de esta espiral de violencia, desconfianza e injusticia. Tal vez sólo a través de la insurrección ética colectiva.

Twitter: @lydiacachosi

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