La saludable democracia mexicana

congreso04archivocimac_0Antony Flores

Las elecciones de este año se consideran “intermedias”, o al menos así se les califica por ser las que ocurren a medio camino de un sexenio y ser las que a nivel nacional anteceden a la elección presidencia. El calificativo parece, incluso, menospreciar la importancia de las mismas. No resulta raro, por ello, que los niveles de participación ciudadana sean en las elecciones de este tipo históricamente bajos.
En Chiapas, además de los diputados federales de mayoría relativa que habrán de elegirse, también serán sometidos a votación las 122 presidencias municipales y las 41 diputaciones (24 de ellas por mayoría relativa). Son pues, también, elecciones “intermedias” para Chiapas.
Podemos contar con que los niveles de participación ciudadana —el porcentaje de quienes acudirán a votar con relación al total del padrón electoral— será bajo.
El politólogo italiano Norberto Bobbio consideró en algún momento que “en las democracias más consolidadas se asiste impotentes al fenómeno de la apatía política, que frecuentemente involucra a cerca de la mitad de quienes tienen derecho al voto”. A la vista de lo afirmado por el también jurista y filósofo, podemos afirmar que la mexicana y, por extensión la chiapaneca, son democracias consolidadas, saludables.
La afirmación debe tomarse con precauciones. Bobbio señala que la apatía política, antes que ser síntoma de crisis democrática es ”un signo de su perfecta salud: es suficiente interpretar la apatía política no como un rechazo al sistema, sino como benevolente indiferencia”.
Pero, veamos las cifras.
Según datos del Instituto Nacional Electoral (INE) la elección de 2009 —similar a la que ocurrirá este año— contó con un índice de participación ciudadana de 27.05% para el Distrito 9 de Tuxtla Gutiérrez, uno de los que tuvo el más bajo índice de votantes que acudieron a las urnas. Y la de todo Chiapas no fue significativamente mayor, solo 39.46%. A nivel nacional la participación fue de 44.61%.
Estas cifras están muy por debajo de lo ocurrido en la elección presidencial de 2012, cuando a nivel nacional votó el 62.66% del padrón electoral y en Chiapas fue aun superior con 66.6%. Donde el porcentaje cae es, de nuevo, en Tuxtla Gutiérrez con solo 56.84%, casi diez puntos por debajo del promedio estatal.
¿Desencanto, desinterés, apatía o benevolente indiferencia? De entrada, resulta llamativo que la capital, donde los ciudadanos están (hipotéticamente) más informados sea un nicho de abstencionismo.
No hay paradoja donde se le quiera buscar. Si aceptamos lo afirmado por Bobbio, en realidad lo que hay es una “renuncia a usar el propio derecho” lo que sería “un buen fruto de la educación de la ciudadanía”. Ahí donde hay “ciudadanos” en cuanto electores bien educados, menos participación electoral se manifiesta.
La saludable democracia mexicana, con sus partidos políticos consolidados, sus órganos garantes —el INE organizando y vigilando la elección, el TSJFE sancionando las impugnaciones, la FEPADE de la PGR atendiendo las denuncias de violaciones—, su sistema político como maquinaria perfectamente aceitada y, finalmente, sus electores educados para asistir sistemáticamente cada tres y seis años a las urnas, en mayor o menor medida, a expresar su intención de mantener al sistema político andante hablan de que, sin importar cuán alto sea el número de abstenciones, la “democracia mexicana” siga su curso.
Es una salud de oropel, creada por un discurso elaborado por quienes hoy gobiernan, por quienes quieren llegar a gobernar y por quienes se benefician de esa lucha por curules, alcaldías y sillas ejecutivas.
La salud de esta democracia estriba en calificar como democracia a un sistema de reglas que establece —con el acuerdo simulado o no, con los pactos de impunidad de los que se puede suponer existencia— la manera en que los distintos actores se han de suceder en el poder. Y en esas reglas, una que no está escrita pero que se sigue de facto, es que el ciudadano sólo lo es con credencial por delante y al entrar a la casilla.
La ciudadanía es un asunto más amplio. Aunque no todo es política, la política bien debería ser patrimonio de todos; la modificación de un sistema que desestima a sus ciudadanos (no importa cuántos votemos, el sistema seguirá su curso) debería ser un tema a discutir, con miras a una transformación en la cual la ciudadanía construya una democracia renca, y por lo tanto, perfectible. Y no la sana democracia que nos sonríe hoy en día con su blanca sonrisa de dentista que esconde la lengua macabra con la que vende, elección tras elección, sus mentiras.

Referencias
Bobbio, N. (1986). El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.
Instituto Nacional Electoral. Atlas de resultados electorales federales 1991-2012. http://siceef.ife.org.mx/pef2012/SICEEF2012.html#

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