Los patos lisiados de la política mexicana

Corrupción

 

En el argot político norteamericano existen dos palabras que explican la soledad de los políticos y el aislamiento del poder cuando está cerca de terminar el mandato constitucional que los encumbra: “Lame Duck” o pato lisiado en castellano.

La clase política americana comienza a utilizar el término cuando el sucesor ya ha sido elegido y por ende el poder político de quien ejerce el cargo es limitado, por las altas expectativas que tiene el ya elegido.

Bajo estas condiciones, el político americano que comienza a ser llamado pato cojo tiene -conforme pasan los días y se acerca el término de su encargo constitucional-, menos poder político por una razón muy sencilla: solo quedan a su lado los colaboradores fieles y quienes no pudieron transcender más de un periodo constitucional, porque los demás engrosan las filas de quienes hacen antesala ante el electo.

También en la política americana se utiliza el término “Parachute candidate”, o candidato paracaídas, para definir a un político que se presenta a unas elecciones en un área donde no vive, no tiene arraigo o es poco conocido, pero que suple esas carencias con apoyo político y financiero total de los grupos de poder.

Estas dos condiciones –aunque se refieren a términos de la política americana- siempre están presentes en una elección mexicana.

 

Pero es cierto que tienen sus particularidades.

México ve a cada término sexenal presidencial, a un presidente que más preocupado por asegurar un legado histórico; se ocupa de asegurar que los intereses de los grupos políticos que lo encumbraron sigan vigentes y es cuando se topa con la máxima de la política mexicana: “el poder se ejerce, no se comparte”.

Cada estado de la República, -entre ellos Chiapas- ve siempre como el gobernador saliente intenta influir en el entrante y como inevitablemente más temprano que tarde, termina esta relación en un choque político.

También cada diputado local aspira y suspira a repetir en el puesto, pero en este caso en el curul federal. En nivel local, es decir en el ámbito municipal; ¿Qué alcalde no sueña con saltar a la diputación local?

Es decir, se niegan al retiro; o para usar el término americano; se niegan a ser patos lisiados.

Por ejemplo, Felipe Calderón y Vicente Fox, de vez en cuando dan declaraciones, pero más allá de la nota periodística; a la clase política nacional seguramente no le interesa lo que dicen.

Cada gobernador también suspira por regresar a los primeros planos de la política local, pero la fuerza de quien está a cargo lo margina.

Decíamos que hay excepciones, en Chiapas tenemos una. Se trata del Sabinismo que está omnipresente en todas partes, con alcaldes, funcionarios estatales y diputados locales que todavía no terminan de irse de la administración estatal.

Exiliado y todo, se resiste a ser un pato lisiado. Veremos si a partir de estas elecciones intermedias, el actual gobernador termina por afianzarse desplazando a los cuadros sabinistas.

 

Respecto a los candidatos paracaidistas y sin arraigo, ¿cuantos no conocemos que se han incrustado en el aparato gubernamental en todos los tiempos en Chiapas?

Pero ahora, con los trágicos sucesos en Tlataya, Estado de México e Iguala, Guerrero; hay una enorme debilidad institucional que se refleja en lo más básico para un estado-nación: el gobierno actual no puede garantizar el respeto a la ley si no es utilizando el monopolio de la fuerza, como hemos visto en los acontecimientos de ayer en el estado de Michoacán.

Inevitablemente, toda acción de gobierno en un sistema presidencialista como el mexicano, inicia y termina en el primer burócrata nacional; es decir el presidente de la República. Pero el problema es que nuestro actual presidente es un presidente nervioso, acosado, desesperado y puede que hasta impotente ante la marea de hechos de sangre y corrupción que han aparecido en su gobierno.

Es nuestro presidente Enrique Peña Nieto, un presidente “lame duck” o pato lisiado porque es quien encabeza una presidencia débil.

Encabeza una presidencia débil que es cuestionada todos los días en las redes sociales, que es evidenciada por la prensa independiente, que tiene sorprendido a los gobiernos de todo el mundo por la corrupción que se ha conocido y que, -no menos importante- se niega a reconocer sus errores.

En ese sentido; ¿cuál es el problema principal de la presidencia peñanietista débil y que además no reconoce sus errores?

Que todavía le faltan cuatro años de gobierno y que la población –sobre todo la clase media- quiere resultados para citar a un clásico; hoy, hoy hoy, porque está harta e indignada.

Hubo aciertos al principio del sexenio, -eso hay que reconocerlo- por las reformas estructurales que se lograron y que nos guste o no, responden al interés de globalizar la economía mexicana como también lo hacen otras naciones del mundo.

Nada es estático, todo cambia y en ese sentido cambian los mercados laborales, el panorama educativo, el energético, entre otros. A ello respondían las reformas estructurales, que como siempre en el ámbito de la globalización hay ganadores y perdedores y eso hace que se ahonden las brechas del desarrollo entre quienes más tienen y quienes menos poseen.

Para evitar seguir incrementando las brechas entre pobres y ricos, está el aparato gubernamental que debe garantizar el bienestar. Generando empleo, ofreciendo educación, salud y seguridad social de calidad.

Es en este aspecto en todo el fallo del sistema político mexicano es proverbial e histórico. No puede encontrar la fórmula de abatir la desigualdad que nos acompaña desde la época de la colonia.

El problema es que una presidencia nacional con un presidente débil y todavía con un mandato constitucional de cuatro años por cumplir, de entrada corre el riesgo de volver a ser presa de los grandes poderes fácticos nacionales.

Por ejemplo; seguramente en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Michoacán, la reforma educativa será cancelada de facto. Es decir como dicen los abogados citando a un virrey de Nueva España, respecto a las leyes emitidas pero que no se sancionan: “acátese, pero no se cumpla”.

Con el recuerdo de Tlataya y Atoyzinapa frescos, ¿aguantará el gobierno marchas, plantones y paros magisteriales en esos estados?, seguramente no lo hará porque el costo de la represión será altísimo.

La pregunta es ¿Qué otros grupos facticos pueden subordinársele al presidente?

 

Faltan cuatro años de gobierno y en el contexto actual es difícil que el presidente Peña Nieto deje de ser el pato lisiado que es ahora.

Es difícil porque lo otro es que actué con responsabilidad y haga lo que México indignado le pide, conocer la verdad de Tlataya e Iguala, castigo a los actos de corrupción tope con lo que se tope. Como pato lisiado la única parte buena es que ya no tiene nada que perder, solo pensar en su legado político.

Asunto nada fácil para su presidencia porque responde –como todo político en este país- a grupos de intereses, a grupos políticos que lo encumbraron y que definitivamente, cuidarán sus intereses.

Difíciles cuatro años estarán por venir. Porque además toda esta generación de políticos que hoy están en el poder son también patos lisiados porque ya nadie cree en ellos.

Difíciles cuatro años todavía por venir.

Y todavía nos recetó la reforma política la reelección de alcaldes, senadores y diputados para el 2018. Cuando son unos de los mejores pagados del mundo, cuando algunos ni siquiera toman la tribuna o mucho menos tienen alguna iniciativa que proponer.

Con la reforma política habrá patos lisiados y políticos paracaidistas en México para rato. Es casi lo único seguro.

¿Pero lo soportaremos?

 

Correo: geracouti@hotmail.com

Twitter: @GerardoCoutino

 

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