Definición de río

Cueva de las manos, Argentina. Foto: Cortesía

Cueva de las manos, Argentina. Foto: Cortesía

 

No se confundan, por favor. Esta definición no se refiere a ese sencillo y caudaloso cauce que lleva agua de una a otra parte; tampoco se refiere a la acción donde un niño o una vieja se hamaquean porque algo les causó mucha gracia. ¡No! Este río proviene de una expresión que Mariana dijo la otra tarde que llovía una lluvia fina como de granos de miel. Ella estaba parada en la ventana, miraba el patio de su casa. Las palomas se habían resguardado en los aleros y la mamá de Mariana preparaba galletas de avena. Desde la sala se sentía el aroma. Mariana tocó el vidrio húmedo con su dedo índice, como si dibujara nubes, y dijo: “Me río”, y yo entendí que ella, nostálgica, decía que, poco a poco, se convertía en río. Decir me río, es un poco decir me vuelvo río; como decir me cambio, me transformo, me purifico; es volver verbo al río. El lector listo ya advirtió que dicho verbo no cambia en su conjugación: yo río, tú río, él río, nosotros río. Por esto, Mariana dice que cuando los pueblos entiendan la fuerza de este verbo no habrá poder humano que los detenga.

Mariana se dulcifica cuando pronuncia “Yo río”. Esa tarde la vi frente a la ventana, la vi iluminada, llena de gotas de luz. Por eso, cuando ella dice yo río, y me señala y dice: tú río, entiendo que nuestras vegas se amplían y humedecen las orillas de nuestros puentes que se vuelven uno y sólo uno. Ella dice que eso es el amor. Yo río, tú río. Aguas que se mezclan, brazos que, juntos, buscan el mar.

¿Imaginás cuando el pueblo diga: nosotros río?, me preguntó esa tarde. Se volvió a la hora que su mamá entraba con un plato lleno de galletas y nos ofrecía. Sí, lo imagino. Imagino pueblos enteros inundando las calles, rompiendo todos los diques posibles. A veces veo manifestaciones de protesta, cientos de personas con pancartas y con los puños en alto. Los veo en la misma dirección, pero no los veo con la convicción de ¡nosotros río!

Esta definición va en el mismo sentido en que caminan las manecillas del reloj infinito. Mariana imagina que el origen del universo se sustentó en dichas palabras. Alguna tarde, Dios dijo: ¡Yo río!, e inundó con sus aguas el misterio y la oscuridad. La luz ¡es río! Cada vez que un hombre o una mujer pronuncia ¡yo río!, el mundo se abre como si fuese un vertedor.

Río es verbo y muestra su mejor rostro cuando se conjuga con el nosotros, porque el nosotros es la mejor cuerda para colgarse del árbol mayor, sin el complejo de Judas, sino con la alegría del columpio.

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