El rostro indiferente de la frivolidad

Por David Iturbe*

En julio de este año, como lo hago cada verano desde 2008, cuando me fui a radicar a Quintana Roo, estuve disfrutando mis vacaciones en Chiapas. En esta ocasión se trató de un período muy distinto al de otros años porque me tocó estar en Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal de las Casas, justo durante lo más candente del proceso electoral estatal, para la renovación de todos los ayuntamientos.

En esos días escuché todo tipo de comentarios: que si la compra de votos por el partido Verde, que si el PRI se subordinó al Gobierno Estatal, que también es Verde; que existe un enorme malestar ciudadano por el afán de imponer candidatos a como diera lugar. En fin, una serie de señalamientos provenientes de diferentes puntos de vista; eso sí, ninguno generoso en torno al desempeño de la administración estatal.

Un día, comiendo en casa, me acompañó a la mesa una sobrina, que tiene 16 años y está cursando la secundaria. El tema electoral salió a relucir y ella me hizo un relatoría de cómo estaba cotizado el voto en la zona indígena de los altos de Chiapas: «el partido tal paga mil pesos; el otro mil 500; el que le sigue 2 mil; además te dan apoyos con enseres de cocina e instrumentos de labranza, así que es imposible que no te convenzan para entregar tu credencial de elector». Eso me dijo convencida.

Aquél testimonio despertó mi indignación: ¿Cómo una joven chiapaneca, cuando aún le faltan 2 años para votar, ya se está formando en la cultura de la manipulación electoral? ¿A qué nivel de degradación hemos llegado que nuestra juventud tiene que ver esa situación como parte de su realidad y su futuro?

No se trata de un asunto menor: Los chiapanecos hemos dejado que se institucionalice -porque son las instituciones del estado las que lo promueven- la compra-venta de votos al mejor postor, como si la voluntad popular fuera una simple mercancía.

Que Chiapas sea el mayor aportante de votos al Partido Verde en todo el país no tiene que ver con un excelente desempeño del gobernador del estado y toda su red de operadores políticos. No ¡Claro que no! Tiene que ver con el tratamiento mercadológico de una franquicia partidista, insulsa, que claramente ha sido señalada, cuestionada y sancionada a nivel federal, por su proceder violatorio de la norma electoral, y que, por si fuera poco, atenta contra cualquier precepto cívico en una sociedad de pleno siglo XXI.

Yo me pregunto si es justo que los chiapanecos que pertenecen a los grupos indígenas de nuestro estado merezcan ese trato indigno, por el simple hecho de que se menosprecia su condición de vulnerabilidad frente al poder y su propia realidad. La falta de compromiso de las autoridades, la incongruencia de su proceder, revela que sólo los consideran como sujetos de manipulación.

Se trata de un juego perverso, porque electoralmente son grupos sociales tan valiosos que le están dando al partido verde -mediante la intermediación cínica, deleznable del aparato gubernamental- la mayor aportación de votos en unas elecciones federales intermedias.

Yo me pregunto si es justo que, con el afán de ser un aspirante presidencial, el gobernador Manuel Velasco se burle de toda esa pobre gente, se tome innumerable cantidad de fotografías con ellos, en una actitud histriónicamente generosa, y que al mismo tiempo disponga de recursos y toda la estructura de gobierno para darles dádivas, para llevar al nivel más indigno de cualquier democracia a cada uno de ellos, al negociarles su voto a cambio de algunos pesos, un juego de cocina, cubetas, un machete o un azadón. No sólo es aberrante, es despreciable, es mezquino.

Yo me pregunto si los bloqueos carreteros, la toma de casetas de peaje, los asaltos a visitantes en la región más importante del turismo en el estado, las manifestaciones de protesta de transportistas y la afectación a terceros, que revelan una total falta de autoridad en la aplicación de la ley, son las mejores cartas de presentación de un aspirante presidencial creado artificialmente por las revistas del corazón, el teledrama y el mundo de la farándula.

Se insiste en que el gobernador de Chiapas sigue el modelo Peña Nieto de creación de una candidatura presidencial, basada en una historia de amor encantadora. La realidad es que el caso de Chiapas dista años luz de la experiencia exitosa del exgobernador del Estado de México.

La única coincidencia, si se le quiere ver así, es que ambos se casaron con damas del mundo de espectáculo enormemente exitosas, y que cada uno tiene una presencia física carismática. Pero, en el terreno de los hechos, Peña Nieto gobernador se lleva de calle a Velasco Coello mandatario chiapaneco. El mexiquense como candidato en 2005 fue innovador al establecer 608 compromisos de campaña ante la fe de notario público y terminó su sexenio acreditando un alto nivel de cumplimiento.

El gobernador de Chiapas, más allá de sus primeras planas en las revistas del corazón y el escándalo de las millonarias inversiones de recursos públicos en la promoción de su imagen personal, no tiene mayores elementos que lo catapulten hacia una legítima candidatura presidencial. Y la mejor prueba de ello son los momentos convulsos que vive nuestra entidad, cuando ya transcurrió la mitad del período sexenal. Por supuesto que, hoy por hoy, «el mérito» de la manipulación electoral en las comunidades indígenas, en las comunidades rurales e incluso en las principales ciudades del estado, lo posiciona en el Partido Verde como el único aspirante por parte de aquella franquicia que, de ecologista, no tiene más que el nombre.

Seguramente estas reflexiones no son ninguna novedad para muchos, pues de todo lo anterior se habla cotidianamente en Chiapas. Probablemente el único que no lo ve, o no lo quiere ver así, es el inquilino de Palacio de Gobierno. Pero se trata de hechos reales, consumados, que están a la vista de los chiapanecos y que están documentados por diversas instancias ciudadanas. Basta explorar un poco la web y todo aparece ahí.

El hartazgo ciudadano se hace sentir una y otra vez. Si es genuino el «apabullante» triunfo del partido verde en todo el estado ¿Por qué tal cantidad de manifestaciones post electorales en las principales ciudades de la entidad, en las comunidades indígenas, en las poblaciones rurales?

 

En 2012 el mayor atributo del naciente gobernador Velasco Coello, en palabras de sus propios aduladores, era ser el gobernador más joven de todo el país. A tres años de distancia es claro que el mayor de sus atributos se convirtió en su principal debilidad, pues la impericia para conducir un estado altamente convulsionado como Chiapas ha sido la principal divisa de su gobierno. Es claro que gobernar requiere mucho más que sonrisas de pasta dental y portadas en revistas donde brilla, intensamente, el rostro indiferente de la frivolidad.

 

*Comunicador con treinta años de experiencia en relaciones públicas y medios de comunicación, con énfasis en la industria turística.

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