María Luisa Armendáriz y la utopía

María Luisa Armendáriz y la utopía. Foto: Raúl Vera

María Luisa Armendáriz y la utopía. Foto: Raúl Vera

Un día me dijo el amigo Yskmark Kramsky si quería saludar o tomar un café con María Luisa Armendáriz. Le respondí que con gusto. Por diferentes razones no coincidíamos, hasta que un buen día nos encontramos en La Enseñanza e iniciamos un diálogo fructífero sobre diferentes temas: política, conservación de la selva, patrimonio arquitectónico, literatura, producción de televisión. La amistad comenzó a fluir en las coincidencias. Intempestiva en sus decisiones, los que gozamos de su amistad de repente nos encontrábamos invitados o comisionados a alguna tarea, de las tantas que traía siempre en su cabeza, ideas que iban de un tema a otro. 

Había que estar alerta para seguir el hilo de su plática o de sus decisiones, en las que sin darse uno cuenta, ya estaba implicado.

Lo mismo íbamos a platicar a su casa que a Na Bolom, en cenas con políticos. Un día me entero que en una hora salíamos a la lacandona. “Te dije, pues, lo que pasa es que no me pones atención”, solía responder. El espíritu aventurero tenía que estar fresco para ingresar en su visión. Sigo creyendo que no era buena administradora, más bien mano floja con la paga, pero era capaz de soñar y aterrizar en hechos. 

Con virtudes y errores, María Luisa tenía la gran capacidad de hacerte cómplice de sus objetivos y sobre todo de saber dialogar con cada uno de quienes hemos formado parte de su equipo, una configuración de personajes diversos pero que ella supo conjuntar y hacernos confluir en objetivos comunes. Ayer en la noche nos dieron la noticia de su partida. Me sorprendió porque, aunque sabíamos que el último año y medio se la había pasado en cama y bajo cuidados médicos, ya se miraba de mejor ánimo y había adquirido la hiperactividad que la caracterizaba.

La ultima actividad pública en la que estuvo presente fue la conmemoración de los 100 años de La Enseñanza «Casa de la Ciudad”, proyecto emprendido en 2005 y que ha resultado un éxito. El edificio tuvo la fortuna de haber sido restaurado para ser sede de un proyecto cultural y, afortunadamente, no terminó en hotel, como muchas otras casonas de San Cristóbal. Ahora es un lugar donde confluyen ideas y visiones respecto a la vida de la ciudad.

Pero sobre todo vincular en este espacio  el arte y la cultura a la formación del ciudadano, ya no ver a estas actividades humanas como cosas etéreas, separadas de nuestra actividad cotidiana, o convertirlas en un club de elogios mutuos. En las paredes de la Enseñanza están las fotos de los ciudadanos de a pie, lo mismo el herrero, el carpintero, el trovador, que el poeta y el científico.

En el discurso que pronunció habló de un tema en el que creyó fervientemente y el cual se refleja en el muro de fotografías de coletos distinguidos que se exhibe, o sea ciudadanía y nuestro derecho a ser respetados, a no ser avasallados por las viejas estructuras del Estado corporativista.

Sus palabras hicieron titubear a Plácido Morales Vázquez, representante del gobernador, hombre de letras y conocedor de nuestra historia, sobre todo porque el discurso fue pronunciado en el marco de la batalla ciudadana de los tuxtlecos y de otros pueblos de Chiapas contra el fraude electoral por parte del Partido Verde. Terminando, de manera discreta, levanté el pulgar en señal de aprobación a su discurso y ella me respondió igual. Cuando la fui a saludar me preguntó: «¿No fui muy dura?» Dije: «No, estuviste a tono con la realidad del estado.» Días después, en la ceremonia del natalicio del liberal tuxtleco Joaquín Miguel Gutiérrez, presidida por Plácido Morales Vázquez, éste hablaba del tema puesto por María Luisa en La Enseñanza y por los diferentes movimientos de resistencia a los fraudes electorales. 

Así era nuestra amiga María Luisa, capaz de convocar y cuestionar, de comprometernos en sus utopías y objetivos que se convirtieron en nuestros objetivos. El último fue buscar en el archivo histórico las fechas exactas de las modificaciones hechas al Palacio Municipal en el siglo XX, sobre todo la más importante, la introducción del concreto en su estructura. Humberto Pérez Matus fue comisionado para la investigación y juntos hemos estado en esa tarea. Lamentablemente, María Luisa sólo conoció una parte de los resultados.

Con su inesperada partida física quedan muchas tareas y proyectos pendientes. Ya no escucharemos esa pequeña voz que no correspondía a la proporción de su cuerpo, ni recibiremos esos mensajes casi en clave que solía mandar, producto de alguna plática sostenida y que había recordado. Adiós, amiga. Tu tarea sigue en pie, en los diferentes oficios de los que te acompañamos en los proyectos que encabezaste y a los que nos convocabas. Ve en paz. Acá seguiremos caminando, como vos, al lado del bolom.

Un comentario en “María Luisa Armendáriz y la utopía”

  1. Gustavo Ferrari Wolfenson
    17 septiembre, 2015 at 21:48 #

    Maria Luisa era todo lo que Raul Vera señala. Su vida era la pasión por lo que sigue y había que hacer. La conocí hace 30 años cuando el Prodesch era el hogar de muchos románticos que amaban a los Altos de Chiapas. Esa amistad perduró por años. Se que seguirá soñando en grande y nos acompañará con su luz y tenacidad para que todos nosotros logremos también nuestros propios sueños.

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