La captura del “Chapo Guzmán” y el nuevo contexto norteamericano de las drogas

 

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El apetito americano por la droga es voraz. Pero ahora están enojados.

Una verdadera epidemia recorre Estados Unidos y esta inaugura una nueva etapa de la polémica lucha contra los drogas.

Es la epidemia de la heroína que ya no solo ataca a los miembros de la decadencia americana, es decir a quienes están por debajo del “poverty thresholds” o umbrales de la pobreza o quienes son miembros de una minoría y perseguían el sueño americano. Ahora la heroína se coló en los suburbios habitados por anglosajones y en las ciudades pequeñas.

En el 2013 las muertes relacionadas con el consumo de esta droga aumentó un 39 por ciento respecto al 2012 y la tendencia es constante alza. Es más, del 2002 al 2013 la tasa de fallecimientos se cuadruplicó.

También se reporta que desde hace diez años el 90 por ciento de nuevos usuarios es de raza blanca, de nivel económico medio o alto y con una edad que oscila entre los 18 y los 23 años.

Además que tres de cada cuatro nuevos consumidores de heroína pasaron de consumir las drogas con recetas, es decir pastillas hacia la heroína.

Tan solo en el 2013 más de 8 mil americanos murieron por una sobredosis de heroína.

Pero como el consumo de esta droga implica el uso de jeringas, se reporta que un brote de VIH y hepatitis se ha expandido por varios estados de la Costa Este, especialmente en donde estaban asentadas las originales 13 colonias británicas de Norteamérica.

Inclusive Indiana mantiene un estado de emergencia ante el brote.

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El giro es completamente distinto a la anterior epidemia de las drogas en Estados Unidos; cuando el crack inundó las zonas urbanas pobres habitadas por afroamericanos.

Ahora las clases pudientes americanas piden que el trato de las políticas públicas hacia las drogas cambie.

Unos piden guerra total contra las drogas, otros que este flagelo privilegie la rehabilitación y la educación y que a los consumidores se les considere enfermos; y otros más insisten en su regulación.

Hay ya padres de familia organizados cabildeando en los congresos estatales, financiando organizaciones sin fines de lucro que atienden adictos, participando en mítines y desarrollando un sinfín de actividades para promover el cambio en las políticas públicas americanas sobre la guerra contra las drogas.

Por lo pronto se apuntaron tres victorias, la primera es el anuncio de Barack Obama de invertir 133 millones de dólares para ampliar el acceso a los programas de rehabilitación y prevención. La segunda es que la policía de por lo menos 30 ciudades al detectar adictos ya no inicia una consignación penal, lo que hace es llevarlos inmediatamente a un centro de rehabilitación y la última es que la epidemia es parte del debate de los candidatos presidenciales.

O sea, los americanos se están dando cuenta que la guerra contra las drogas no ha funcionado.

Hillary Clinton por ejemplo ha dicho que en caso de ser la presidenta de Estados Unidos, invertirá 10 mil millones de dólares en los próximos diez años para combatir el tráfico de drogas y para financiar tratamiento y rehabilitación de adictos.

Organizaciones de defensa de los derechos de los afroamericanos también han dado su beneplácito al cambio de enfoque y afirman que si a los adictos se les hubiera tratado como enfermos, muchas historias dramáticas que los afroamericanos viven en las prisiones se hubieran evitado.

Hay quienes ven a este enfoque como el cambio que implicó que al VIH Sida se le dejara de ver como una enfermedad exclusiva de un solo grupo social.

Pero como dice el Chapo Guzmán en la famosa entrevista con Sean Penn: “si no hubiera consumo, no hubiera venta”.

De hecho las autoridades americanas piensan que en los próximos años la epidemia de heroína no se detendrá porque respecto al 2013, en México la producción de opio creció un 50 por ciento. Y también crecieron los campos de cultivo en Afganistán.

Ahora en Estados Unidos el consumo de drogas ya no es más minoritario y marginal, sostenido solo por el tamaño de su población que producía millones de adictos con un elevado poder adquisitivo que lo hace un mercado atractivo para los traficantes de los países productores.

La tendencia es la heroína porque es más barata de adquirir para los jóvenes de clase alta que a pesar de ello son como se dice en México “hijos de dominio”.

Puras fundamentos económicos; la gente va a donde está el dinero y en Estados Unidos el dinero está en los suburbios, en donde viven las familias de clase media y alta.

Ahí también van las organizaciones dedicadas al narcotráfico. Van porun nuevo mercado de consumidores.

En ese contexto:

¿Usted cree que siendo el Chapo Guzmán uno de los traficantes más poderosos del mundo, los norteamericanos iban a tolerar más tiempo su tráfico y sus dos espectaculares escapes sobre todo el segundo?

Ahora sí les importaba aún más presionar a México sobre su captura y recaptura para que la opinión pública y las movilizaciones de la clase media y alta americana tuvieran rápido una respuesta concreta.

Dicho de otra manera ¿Usted cree que el gobierno americano estará todavía dispuesto a tolerar la corrupción de las autoridades mexicanas que combaten este flagelo?

Es cierto que siempre se alega la soberanía nacional para que México como cualquier otro país resuelva por sí mismo sus problemas sin injerencia extranjera.

Pero ahora los problemas -entre ellos los del narcotráfico- son globales y las soluciones entonces deben de ser globales.

Aparte de ello, el primer lugar en donde -seguramente- la “pax americana” se siente es en México y así ha sido desde nuestra historia como país independiente.

Porque además si la tendencia en el consumo de heroína en Estados Unidos no baja -como dicen las proyecciones de los especialistas- seguramente la disputa por satisfacer las necesidades del mercado americano se reflejarán en el recrudecimiento de la violenta entre los carteles mexicanos.

Poco importa el affaire de Kate del Castillo y Sean Penn con la entrevista con “El Chapo”. Si infringieron la ley -y se les comprueba- que se les otorgue el castigo que corresponde y punto. Si no la transgredieron, todo cae en la libertad de expresión.

Recordemos que es la segunda ocasión que al gobierno federal se le escapa y esa es la primera explicación que nuestro gobierno debió de darnos.

Al exhibir a Penn y del Castillo sin demostrarles delito, todo suena como si se quisiera castigar a quienes lo encontraron y no a quienes se les escapó.

Es como cuando se filtraron los videos de la fuga del Chapo y de manera increíble se anunció que se investigaría a quienes filtraron esos videos.

Mientras en México nos hacemos -o nos quieren hacer- “pelotas” con el status legal de la entrevista de Kate del Castillo y Sean Penn al “Chapo Guzmán”, en Estados Unidos el debate sobre las drogas comienza a permear aún más en todos los sectores sociales.

El asunto es que el perfil de los políticos americanos se divide entre “war hawks” o halcones de guerra y “doves” o palomas. Los primeros son partidarios de políticas bélicas y los segundos de acciones pacifistas.

Por eso, respecto a México y su particular guerra de las drogas, el peligro es que intenten tener más injerencia en dicha guerra prolongándola, cuando lo que se necesita cooperación internacional, pero para evitar muertes, no para seguir prologándolas.

El “Mayo Zambada” le dijo a Julio Sherer que “sus reemplazos ya andan por ahí”; el “Chapo” a Sean Penn que “el día que yo no exista no va a mermar lo que es el tráfico de drogas».

Al parecer los dos tienen razón, lo que sucede es pura transformación del mercado. Lo que tiene que cambiar es la óptima con la que se mira a este fenómeno del mundo moderno porque el apetito americano por la droga seguirá presente por mucho tiempo más.

Nota: los datos y cifras de este texto, aparecieron en notas periodísticas del The New York 

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