Definición de marimba

 García Márquez la comparó con la muerte, dijo que así como ésta se llevaba a ricos y pobres al baile, aquélla, también alegraba el espíritu de miserables y millonarios. Foto: Sandra de los Santos


García Márquez la comparó con la muerte, dijo que así como ésta se llevaba a ricos y pobres al baile, aquélla, también alegraba el espíritu de miserables y millonarios. Foto: Sandra de los Santos

Más de calle que de sala de concierto; animal de noche que también es como el sol del mediodía, a la hora que, debajo del manteado, la gente brinda por la vida.

Madera muerta que camina con paso de venado, de conejo, de militar en posición de descanso; madera muerta que habla, que canta y que convoca.

¿Qué otro instrumento reúne a tantos ejecutantes? A veces se oye algo sorprendente que dice: piano a cuatro manos, un poco como si dijeran que un jugador de fútbol tirará un penalti a cuatro piernas o que un basquetbolista hará un enceste a cuatro brazos. La marimba es el instrumento que permite la presencia de un ejecutante o, en una requinta, un grupo cuatro, quienes, como amigos saliendo de la primaria, se abrazan y caminan a media calle, pateando latas, tocando el timbre de las casas y corriendo para que no los reconozcan los dueños de las residencias. La marimba es el primer escalón para alcanzar la gloria efímera del deseo.

Ah, con qué dignidad los ejecutantes se inclinan ante este instrumento; ah, con qué vuelo de grulla, los ejecutantes hacen un saludo permanente a la grandeza de la marimba, como si fuesen japoneses, como si fuesen cascada de agua fresca. Con qué paso de ballet las manos trémulas bendicen las tabletas que son como prismas hechos con hilo de nube.

Mujer que no pide permiso para romper el himen del silencio. A veces se le escucha a las cuatro de la mañana, en el rompimiento de la fiesta de San Caralampio, y los cuetes en el cielo son como la avanzada del ruido y del jolgorio. Hombres y mujeres embozados toman café y se hincan en el atrio del templo, mientras la marimba repite el ritual del canto que cantó el Rey David. Sí, instrumento de sangre azul revoltijeada con sangre negra, hija de la nobleza primigenia del África.

Y las manos de Nandayapa y de Límbano Vidal son como gaviotas en un mar de madera; son como colibríes que no se cansan de aletear, de buscar la miel sobre las tablillas que son niñas leales que despiertan a la mínima caricia y son mujeres dispuestas a hacer el amor sin disimulo, así, frente a todo mundo.

García Márquez la comparó con la muerte, dijo que así como ésta se llevaba a ricos y pobres al baile, aquélla, también alegraba el espíritu de miserables y millonarios. La marimba: muerte de la vida, de la vida siempre como hielo que se deshace al contacto con el fuego. Ah, qué vocación de titiritero que mueve los pies de todos los que están cerca de ella; ah, qué vocación de tortuga del arenal; de gallo colotop; de discapacitado que, a la primer orden de Jesús, tira la silla de ruedas y ¡anda! Anda, corre, levanta uno y otro pie, y ahora para arriba y ahora para abajo, levanten los brazos, digan una bomba: bomba, bomba, en el patio de mi casa hay una mata de limón, limones verdes y amarillos, los amarillos para los pillos y los otros para aquel cabrón. ¡Cotz para los marimberos! Y así hasta el amanecer, hasta que la madrugada, también, baila sobre las tablillas de hormiguillo. Ah, qué vocación de hormiga infinita, caminante no sólo del Mayab sino de todas las sendas donde hombres y mujeres se beben el agua de la vida.

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