La realeza (de feria) y sus bemoles

San Cristóbal 2016

San Cristóbal 2016

 

La conductora del evento sacó las monedas y billetes de las tres alcancías, lo que entre las tres concursantes habían juntado, cada una con la firme y única  convicción de ser la Reina de la feria de la 6 de julio, que en aquellos años era un asentamiento irregular en la entrada sur oriente de Tuxtla.

Expectantes, los habitantes rodeaban el escenario, una tarima en medio de una loma pelona y que dejaba ver las luces de Tuxtla como fondo.  Las aspirantes al cetro real de la 6 de julio testificaban mudas y ansiosas el  conteo de monedas y billetes, que tenía lugar sobre una mesa de alquiler de alguna empresa cervecera. La emoción se sentía en el ambiente. La corona estaba en el aire.

La conductora llama a las aspirantes para situarse delante de las sillas colocadas  frente al escenario; era el momento de conocer a la ganadora. Con voz emocionada va descartando una a una a las participantes, la primera nombrada, tomó con calma la decisión. Enseguida menciona el nombre de la que ocuparía el segundo lugar “¡¡Con 3,500 pesos recaudados, tenemos en segundo lugar a nuestra hermosa concursante Laura Román!!” la sonrisa que se dibujaba en el rostro de  Laura se trasformó en una mueca de ira, se cruzó de brazos y se dejó caer sobre la casi real silla, con las piernas separadas y el cuerpo desmadejado. 

Para la ceremonia de la coronación había sido invitado un amigo diputado, le correspondía entregar el cetro y la corona a la ganadora. Él y su esposa coronaron y felicitaron a la nueva monarca de la 6 de Julio, la diana no se hizo esperar por parte de “Chilo y los rufianes”.  La princesa Laura, mal encarada, seguía con los brazos cruzados y las piernas separadas, en plan de bulto sobre la casi real silla; la esposa del diputado se acercó amablemente y le pidió: -Hija, no te enojes, acuérdate que  es para construir la ermita de la colonia- Nada la hacía cambiar de actitud, solo volteaba la cara y decía entre dientes “jumm” los consejos para calmar su enojo seguían por parte del diputado -Pero mira hija, esto es un concurso- y la Laurita volteaba la cara para el otro lado y volvía a decir “jummm”.

Tocó el turno a la nueva monarca para agradecer el apoyo con la que la llevaron al trono real de la 6 de Julio. -Quiero agradecer a todos los que me apoyaron y dar las demás participantes por haber concursado, y pedirles por favor que no me vayan a dejar de hablar o dar mis cachetadas por haber ganado”

Laura solo volteó la cara volvió a apretar  los dientes, apretó el puño y volvió a hacer “jumm”. La suerte estaba echada.


El conde Grimaldi


Por años amenizó nuestras tardes, noches en el Che Garufas, se aparecía ya cuando estábamos medios cara de vaca. Después de haber recorrido cantinas diurnas en varios lados de la ciudad. Grimaldi ya sabía mi gusto por “las hijas de don Baldomero” encendía el aparato de sonido portátil que jalaba en un carrito y se arrancaba con don Baldomero.

Conocía a su familia a su hermana y hermano, me llamaba la atención que Vero y Jaime eran morenos y con rasgos afros, un buen día se lo pregunté “es que son mis medios hermanos” la plática la iniciamos en el primer local del Che, allá por el panteón municipal, en donde la barra era una vieja Combi y siguió en el nuevo local del Che, la casa del Che en la 15 Ote, que fue habilitado como bar ante la negativa del dueño del bar a seguirlo dado en renta al buen Ulises.


“Oí, pero vos sos meco y la Verito y el Jaime son morenos y colochos”  le comenté, ”es que mira mi abuelo era de origen italiano y tuvo mucha hembra, igual de bandido salió mi papá, nosotros somos parientes de la Carolina de Mónaco, mi abuelo el que migró de Italia era de los Grimaldi pobres” se me quedó viendo, como tanteando mi incredulidad,  “pero mira, te lo voy a contar a vos, porque luego si se lo digo a cualquiera se burlan y no lo creen” sacó de su cosas un sobre con sello de cera “sello imperial” recalcó y me lo dio a leer “efectivamente señor Grimaldi, la reina Carolina de Mónaco emparenta con usted en un tercer grado consanguíneo”  me dio a revisar el documento y tenía los sellos reales del principado “Es mi mera pariente la Carolina, mi prima” sólo se me ocurrió decir “pues salud, no todos los días se convive con la realeza” se soltó la carcajada y nos echamos la cerveza correspondiente.

De otra mesa lo llamaron y se fue a cantar, así se ganaba la vida éste miembro de la monarquía europea, de cantina en cantina, era común verlo en la avenida central, en la taquería el Quijote. 

Como eso de ser bolonauta se ha alejado de mis hábitos alimenticios, ya no he visto al Conde Grimaldi en esos espacios tuxtlecos. La última ocasión lo vi cantando a una joven en el Quijote, resulto ser la Reina de la 6 de Julio, un verdadero encuentro monárquico.

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