Apología del reporterismo

Dedicado a René de Jesús Araujo

 

 

René Araujo

René Araujo

En la línea de tiempo de la historia siempre hay momentos en los que se puede probar la integridad de ciertos valores, de estos eventos, mismos que algunas veces pueden derivar en verdaderas tragedias, por la experiencia que pueden traernos nos ayudan a dilucidar y a la postre dimensionar en una realidad más exacta los pequeños sucesos que son noticia y que, indudablemente después de un tiempo quedaran registrados como historia.

La tarea del periodismo en este caso es precisamente rescatar del cúmulo informativo ciertos fragmentos y ofrecerlos para su consumo de acuerdo a valores de impacto e interés general, la famosa objetividad del periodismo no es más que un criterio ético que debería siempre pugnar por el equilibrio, es fácil decirlo pero muy difícil plantearlo desde la práctica, más cuando los eventos alcanzan al periodista, lo afectan y seguramente lo condicionan a asumir un papel algunas veces de héroe, mártir, o incluso de apologista.

No debieran existir condiciones de riesgo para los comunicadores no obstante existen y es verdaderamente terrible que los tengamos que asumir como gajes del oficio.

En los últimos años las condiciones políticas y sociales de México han colocado al oficio periodístico en un estado de riesgo e indefensión comparado a las condiciones que se viven en países en guerra, esto ha normalizado la impresión de que la práctica del periodismo es inherente a los riesgos, es decir, un periodista tiene que acostumbrarse a estar en peligro, algo que humanamente es inconcebible.

Aquella idea romántica que los reporteros deben ser una especie de superhéroes, locos, adictos a la adrenalina que nunca se volverán millonarios en la práctica honesta de su oficio, ha sido alimentada por años en la cultura popular, este mismo estereotipo también es el culpable que en la actualidad existan menos estudiantes de comunicación que se conformen con asumir este apostolado.

Lo cierto es que, hoy más que nunca los verdaderos reporteros, los periodistas aventurados son muy necesarios para visualizar el mundo de forma correcta, en un tiempo en el que la tecnología ha facilitado la sobreexposición a la información, un criterio entrenado en la objetividad y en la práctica ética de informar es un equilibrio necesario.

Las preguntas son: ¿Cómo se puede ser objetivo cuando los eventos alcanzan al periodista al grado de poner en peligro su integridad?  ¿Un periodista puede ser alguna vez el protagonista de la noticia?

Las respuestas son fáciles de contestar desde una visión ética, sí, es posible ser objetivo cuando como reportero el periodista debe, para cubrir un desalojo violento avanzar del lado de las fuerzas policiacas porque estas sí pueden garantizar su seguridad, no es parte de la uniformidad informativa oficial a pesar de que avance con la policía, podría estar en el parte contrario pero no lo hará si no existe la garantía de su seguridad, es neutral, debe serlo como ojo ciudadano, a pesar de lo que suceda, el comunicador debe asumir el riesgo como parte de tu trabajo, es una conducta propia de un comunicador ético.

Si como parte de esta condición resulta lesionado por un proyectil del grupo antagónico, el periodista sabe muy bien que corría ese riesgo y que no debe asumir el ataque como si hubiese sido dirigido en su contra, si no como producto de un evento de riesgo en el que fue testigo precisamente por estar haciendo su trabajo.

En las coberturas de guerras es normal que los corresponsales y periodistas tengan que usar equipos de seguridad, chalecos antibalas y cascos, a pesar de esto las primeras víctimas de la violencia suelen ser siempre los comunicadores, no hay nada raro en esto, no debiera ser así pero así es, en un mundo sin problemas y conflictos seguramente la labor del periodismo fuera segura incluso innecesaria, en este lugar del mundo y en este tiempo no lo es.

La historia como tal no es la versión ardiente de la militancia de uno u otro frente, ni los acalorados debates que puedan incendiar praderas de tinta, papel o bytes, la historia; palabras más o palabras menos tenemos que aprender a visualizarla desde la distancia fría, algo que resulta imposible cuando los sucesos nos golpea en la cara.

Así, no está nada fácil ser objetivo en circunstancias como las que actualmente estamos viviendo en México, en Chiapas la comunidad periodística lo vivió el lunes 6 de Junio (Justo un día antes de la celebración del Día de la Libertad de expresión) cuando durante el operativo de disolución del bloqueo de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en una de las salidas de Tuxtla Gutiérrez, el fotoreportero René Araujo, corresponsal gráfico de Notimex resultó herido por un cohetón, al parecer lanzado por docentes en enfrentamiento con la policía federal.

La información en torno a este lamentable suceso vertido en las redes sociales incendió el debate con usuarios abiertamente condicionados al linchamiento mediático en contra de los profesores de la CNTE, en tanto otros culpaban a las fuerzas federales por iniciar la espiral de violencia entre la cual había quedado en medio René Araujo.

Ambas versiones estaban equivocadas, en un tiempo de información sesgada, con las actuales condiciones en las que la opinión pública puede ser fácilmente manipulada desde centros de control de bots, con perfiles falsos en redes sociales dedicados a dirigir la opinión pública, en un tiempo en el que vemos a opinólogos de intereses cargados al linchamiento y a la apología de la violencia justificada, lo único que nos queda es la mesura y el criterio de los verdaderos periodistas, estos que arriesgan el pellejo desde las barricadas.

La verdad es lo que queda después de desempolvar de prejuicios y apasionamientos los eventos que están sucediendo y que sin lugar a dudas nos están rebasando, como sociedad no estamos preparados para defendernos de la imparable tormenta de información a la que estamos expuestos, tampoco estamos listos para distinguir la manipulación inherente a todo discurso de poder.

¿Qué nos queda? Aplaudir la labor de los verdaderos periodistas como René Araujo que atrapado entre dos frentes antagónicos sufrió una agresión que no iba dirigido a su persona, nos queda valorar este sacrificio sin prejuzgar o colocarlo en tal o cual frente, nos queda analizar el hecho y dimensionarlo como parte de una historia más basta, sin necesidad de matar al mensajero.

* Raúl Ríos Trujillo, docente en materias de periodismo y Tecnologías de la Información y la Comunicación de la Facultad de Humanidades de la UNACH.

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