Charcos y huaraches

Marcha en apoyo a maestros. Foto: Óscar León.

Marcha en apoyo a maestros. Foto: Óscar León.

El caso es que cuando pasé al taller por mis zapatos “La Suela Feliz” estaba cerrado. ¡Y ya eran las cinco! Yo le había dicho dos días antes al maestro zapatero: “Son mis zapatos de marchar en las marchas, por favor, me los tiene listos”.

¡El lunes sin faltita! –me dijo el ingrato.

Pos me quedó mal y allá me fui con calcetas y huaraches, al crucero de Terán, a encontrarme con el contingente que venía de la Pochota. Pasaron carros, bicicletas, se fue metiendo el sol, me encontré a Nelson que me invitó un café en los Bisquets; vino el aguacero, escampó y cuando salimos… ¡por fin allá venían los maestros, echando consignas, mostrando letreros antipeñanuños, y El pueblo unido jamás será vencido!

Aunque los motivos sean serios, las marchas son siempre alegres. Gran parte de esa alegría es que se encuentra uno a muchos amigos, como a don Rochito Cundapí y su banda chaparrita de San José Terán. Rita iba con dos perritas. “¡Adiós vos!” Me dijo una voz que no reconocí. Y más allá venía la maestra Salomé, dándole chichi a su pichi con gran orgullo. Vi a muchos niños marchando, y a otros animando a los maestros desde las banquetas.

Esperé que pasara todo el ferrocarril de gente, para incorporarme hasta atrás ¡pero no acababan de terminar! Eran miles y miles de profesores. Entonces me dijo Nelson con su camisa de rayas: “Vonós mejor hasta adelante”. Y nos fuimos banqueteando como caminantes olímpicos. En la mera punta nos encontramos al florido Florio, que hacía videos y tomaba fotos muy contento.

Y como comenzaban dolerme los pies, aproveché que pasaba el tepachero para inventarme mi primer estímulo sicológico:
//¡¡NI EL VINO NI EL TEPACHE,
DETENDRÁN ESTE HUARACHE!! //

Durante el recorrido iban sumándose montones. Así llegamos al Parque de la Marimba. Enfrente y arriba, en la cafetería Punta del Cielo, reconocí algunos periodistas amantes del chayote, que echaban fotos llenos de infelicidad al ver tanta multitud regocijada.

Cuando entramos al mero Centro (Nelson y yo seguíamos hasta adelante) dijimos ¿Y dónde va a entrar tanto marchante si los campamentos tienen todo ocupado? Pero seguimos hasta llegar al estrado, donde se acaban de encender los micrófonos y dos periodistas independientes, de España y Uruguay, alistaban sus cámaras modernas. Entramos, pues, los primeros, pero como éramos incógnitos sin letreros, no recibimos aplausos, y como nos empujaban los verdaderos maestros, apresuramos el paso para la escapatoria final.

Ya sólo nos dio tiempo para ver el arsenal de plátanos y frijoles zapatistas. Entonces recordé otra consigna que decía:

“Si los Zapatistas os dan toneladas de víveres
Yo, amados míos, os envío muchas víboras
Y así todos seremos felices”

Firmaba el Presidente, pero era pura imaginación de mi cabeza, que ya sólo pensaba en meter los pies en agua tibia para descansar del huarachazo.

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