El sandinismo ninguneado en Nicaragua

 

Las guerras que azotaron los últimos decenios del siglo pasado a los países vecinos de Centroamérica tuvieron repercusiones indudables en México. No sólo porque muchos de los comprometidos en esos conflictos vivieron en suelo mexicano un refugio temporal o definitivo, sino porque el propio Estado fue partícipe de negociaciones y mediaciones para acabar con las guerras, así como algunos connacionales ayudaron en labores de apoyo a los grupos revolucionarios o incluso se involucraron en los combates o reconstrucción posterior de países.

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Un caso que todo el mundo tiene en mente es el de Nicaragua, así como el del personaje que marca el inicio de las luchas contra las oligarquías y la intervención norteamericana en su país: Augusto César Sandino. Asesinado por quien se convirtiera en dictador, Anastasio Somoza, y que da nombre a la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional que se enfrentó a los herederos de dicha dictadura y con dificultades logró modificaciones con la creación de una Junta provisional que se hizo cargo del poder hasta las primeras elecciones democráticas.

Lo que fue un grupo guerrillero se convirtió en un partido y opción política en Nicaragua, aunque en los últimos años más que alternativa se ha posicionado como un clan liderado por uno de los históricos combatientes del Frente Sandinista, el comandante Daniel Ortega. El mismo que entregó el poder en 1990, al perder las elecciones, lo recuperó en 2007 y parece que hoy en día no desea dejarlo y con ello mostrar que las prácticas totalitarias y del nepotismo no tienen siglas, sino simplemente intereses de toda naturaleza. Sólo hace falta seguir lo sucedido en los últimos años en el manejo gubernamental del Estado nicaragüense para observar como las libertades se han recortado y el control por parte de Ortega y sus familiares se ha hecho más visible minando los mecanismos que deben dignificar y otorgar claridad al funcionamiento de las instituciones. Tan es así que en las próximas elecciones presidenciales, que le darían su tercer mandato consecutivo y que se celebrarán el día 6 de noviembre de este año, contarán con una endeble oposición, mermada por medidas legales y que la compañera de fórmula de Daniel Ortega para la vicepresidencia será su esposa, Rosario Murillo.

Este nepotismo moderno se extiende a otros miembros de su familia. Su hijo Laureano es asesor presidencial de finanzas, algo similar ocurre con Rafael, al parecer cercano a la distribución del petróleo. El resto de hijos también participa de esos lucros a través de poseer, entre otros negocios, medios de comunicación. Hecho que se complementa con el enriquecimiento de amigos cercanos al círculo familiar y que cuentan con prebendas económicas, algo que en México ya conocemos en prácticamente todos los sexenios tanto en los gobiernos federales como estatales.

Resulta lastimoso pensar que los esfuerzos llevados a cabo por nicaragüenses y por ciudadanos de otras nacionalidades para acabar con una dictadura sanguinaria como la de los Somoza en Nicaragua esté viviendo estos momentos. Muchos pensarán que por su inicial ideología todo es válido si se utiliza un lenguaje incendiario contra los intervencionistas EEUU. En lo personal no lo creo. Conocer y divulgar la real intervención en Latinoamérica del vecino del norte no justifica la creación de nuevas oligarquías al viejo estilo. Aprendizaje que en Chiapas no debería tirarse en saco roto.
 

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