Juan Gabriel y Peña Nieto; la ausencia del Estado-Nación

EPN

 

Los dos temas que dominan la agenda política social y cultural mexicana; el fallecimiento de Juan Gabriel “El Divo de Juárez” y el encuentro Enrique Peña Nieto con Donald Trump.

Personalmente Juan Gabriel no ha sido santo de mi devoción musical, ni de la banda sonora de mi vida. Solo me gustan -y mucho- dos de sus canciones; “El Noa Noa” y “De Mi Enamórate”.

Pienso que ridiculizaba al Mariachi, otros dirán que le quitaba solemnidad; aunque su vestimenta estrafalaria me recordaba a “Mister

Dynamite”, al gran “The Godfather of Soul”, al mismísimo James Brown.

Asunto de gustos musicales. Punto.

Pero contrario a la frase popular de que al morir un gran personaje nace la leyenda; Juan Gabriel desde hace muchísimos años era ya una leyenda. Una especie de mito viviente que lo mismo gustaba a los abuelos, que a los padres y a los hijos. Estaba más allá de las modas.

“Lo que más me gusta a mí en la vida es superarme”, le dijo alguna vez a Elena Poniatowska.

Y vaya que se superó.

Por eso, de Juan Gabriel lo que me impresiona es su extraordinaria historia de vida.

Con el paso de los años se ha ido desvelando las dificultades por las que atravesó de niño, de adolescente y de joven. Es cierto, tuvo el mundo a sus pies; pero el camino hacia el éxito pudo habérselo tragado.

Pobreza familiar, niño viviendo en un internado, padre en el siquiátrico, solamente hasta quinto año de primaria de estudio, la calle de escuela, conviviendo con prostitutas buena parte de su vida. Pero la música de oficio y de profesión lo salva.

El talento natural es primordial para destacar, pero a veces no es lo único; se necesita tesón, disciplina y un entorno favorable. Talento, tesón y disciplina era lo que a Alberto Aguilera Valadez le sobraba.

Lo que le faltaba era el entorno favorable.

Hace años, al conocer su historia de vida; también evoqué la historia personal de Benito Juárez. Junto con Juan Gabriel han sido dos mexicanos triunfadores en la historia.

Dos paradigmas de superación personal en un entorno no favorable que se convirtieron en leyendas nacionales.

Dos mexicanos con entornos para el desarrollo personal poco favorables. Y un futuro personal de pronóstico reservado.

Juárez, de origen zapoteca nació en un entorno rural. Pero consolidó la identidad mexicana, al Benemérito de las Américas le debemos la separación estado-iglesia y además combatió a los franceses.

El hijo de los campesinos Marcelino Juárez y Brígida García quedó huérfano a los tres años de edad. Aprendió “castilla” siendo un adolescente. Pero llegó a ser abogado, burócrata, académico, gobernador de Oaxaca y presidente de México.

Es obvio que a Juárez el país le rinde culto por sus servicios a la nación. Pero también debería rendírselo por su extraordinario esfuerzo de superación personal que en sus tiempos, francamente era una hazaña gigantesca.

 

Juárez y Juan Gabriel vivieron en el México desigual.

Ese México que es el que no cambia. El de la pobreza y muchas veces el de la desesperanza. El México de la pobreza y la desigualdad histórica.

El México de la pobreza que no sales no porque no quieras salir de ella. Sino porque no puedes salir de ella.

Ese México que en la época de Juárez era desconocido, incomunicado y solamente proveedor de soldados vía la leva, para engrosar los ejércitos de los caudillos de las múltiples revueltas.

Autodidactas; Juan Gabriel y Benito Juárez salieron adelante a pesar de la escasa presencia institucional en forma de acceso a la educación, a la salud, a las oportunidades de empleo y claro está; a pesar también de la discriminación.

En esas historias de éxito personal -como la de muchos otros mexicanos- hay una completa y total nulidad del estado. Y esta nulidad del Estado-Nación mexicano es histórica. Como histórica es también nuestra desigualdad social.

Somos una nación; porque a todos los mexicanos nos identifica una lengua franca, que es el español o castilla, pero también tenemos identidades culturales únicas; pero a la vez somos un Estado, porque tenemos un sistema político y económico que nos hace únicos ante las demás naciones. En ello se conjuga la geografía y la política. El Estado-Nación está gobernado por algunos de sus propios miembros y ello lo hace soberano.

Pero esa soberanía que debe de ser defendida, cuidada y conservada por la clase política; tiene que tener una legitimidad.

Esa legitimidad se gana con la población, garantizando su bienestar y el de las generaciones futuras. Es allí donde el Estado-Nación tiene que construir un entorno favorable.

 

En México, esta construcción no ha sido posible.

En México, lo único cierto de toda su historia política, social y económica, es el arrastre de lo que lacera a la sociedad mexicana: la desigualdad. Que ya se siente como una enfermedad nacional, crónica y endémica.

Con diferencia de siglos, a ella se sobrepusieron Juan Gabriel y Benito Juárez. Lo que quiere decir, que esta desigualdad siempre ha estado presente en México, que siempre hemos tenido mexicanos talentosos y que el Estado-Nación mexicano ha fallado desde siempre en la construcción de un entorno favorable para todas y todos.

Es cierto, los tiempos cambian. Pero hay cosas que nunca han cambiado; como la deuda ética de nuestros gobernantes y del Estado-Nación con los más pobres de la patria.

En este sentido, recuerdo las palabras del “Che Guevara” en su carta de despedida a Fidel Castro:

“Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena; me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.”

 

En esa época el Estado-Nación proveía todo.

Pero en el contexto de un estado neoliberal como el mexicano; el espíritu de la frase del nativo de Rosario; Argentina, no cambia; es el Estado-Nación el que debe de generar y garantizar las condiciones necesarias para que sus ciudadanos crezcan en un entorno favorable y exploten el talento y los dones que la vida les dio sin la angustia de vivir en el día a día.

En el México de la desigualdad, el modelo económico no te arropa pues es excluyente; sin embargo tiene una especie de “carne-ducto” hacia donde está la riqueza, hacia el norte, hacia Estados Unidos.

Esos mexicanos, que suman millones; un día no aguantaron más la pobreza y la desigualdad y migraron hacia Estados Unidos, renunciando a familia y a su cultura por perseguir el sueño de vivir mejor.

Hoy esos mexicanos -y también los que no abandonamos la patria- estamos siendo agraviados por alguien que sueña ser un Dictador o que por lo menos actúa como tal.

Si no puedes como encargado de los destinos del Estado-Nación -es decir, como gobierno- garantizarles un mejor destino en su patria; por lo menos tienes la obligación moral y ética de defender con todo a todos los mexicanos.

El presidente Peña Nieto no hizo ni lo uno ni lo otro. Y fue humillado en pleno territorio nacional por Donald Trump.

¿Cómo tener esperanzas de que el Estado mexicano garantice un futuro mejor para todos si su presidente y su personalidad, nos da coraje y hasta vergüenzas a los mexicanos?

¿Cómo confiar en nuestros líderes si no nos defienden diplomáticamente ante quienes agravian a todo un pueblo?

El muro propuesto por Trump va, según sus propias palabras. Y lo dijo frente a nuestro presidente Peña Nieto.

Visita inexplicable, comportamiento inexplicable también de Peña Nieto. Pero vergüenza e indignación evidente para todos los mexicanos.

Nuestro líder político está ausente. No tiene credibilidad, no tiene legalidad. Si tiene un desgaste tremendo y un aislamiento de la realidad como nunca antes lo había tenido otro presidente mexicano.

 

Una total ausencia del Estado-Nación.

Peña Nieto acumula fracaso tras fracaso. Falta de operatividad ante la crisis magisterial, pésima conducción económica, indiferencia ante la impunidad y la corrupción generalizada de los tres niveles de gobierno.

Ante esa ausencia del Presidente Nacional, seguirá habiendo en México compatriotas talentosos con categoría de genios en distintas áreas del conocimiento, las artes y la cultura; pero muchos crecerán en un entorno difícil y de falta de oportunidades.

¿Cuantos se perderán en el camino?

¿Cuánto talento perderá México por esa incapacidad histórica del Estado-Nación de terminar con la desigualdad?

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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