El engaño como forma de vida

 

Antes de referirme a Chiapas, donde aterrizaré a través de estas líneas, tengo la necesidad de explicar cómo surgió esta reflexión que, por pensada, no la había querido reflejar en un texto. Va el ejemplo.

Cuando se levantó la prohibición a la selección de fútbol de Sudáfrica, tras años de política racista en el país conocida como apartheid, y la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) admitió a la república africana como miembro de pleno derecho, su oncena empezó a competir con otros países de manera oficial. Sin embargo, y antes de que se llevase a cabo ese primer partido reconocido, su seleccionador debió dimitir. A Jeff Butler, que es su nombre, se le descubrió que parte de su curriculum vitae era mentira; una de sus falsedades, tal vez nimia para alguien, fue señalar que había jugado en el Notts County Football Club de la ciudad de Nottingham, Inglaterra, modesto equipo que hoy en día juega en la Football League Two. En definitiva, él no vistió nunca la playera de ese equipo, aunque sí lo había hecho un primo suyo.

Una especie de magia simpática que consideró la familiaridad, por su simple cercanía, una posibilidad de imitación de los modestos logros deportivos del primo hermano del defenestrado seleccionador de fútbol. Anécdota divertida, a lo mejor, pero que es muy cercana y perceptible en Chiapas, aunque a veces los resultados no son los mismos que vivió Jeff Butler.

En nuestro estado es común observar situaciones parecidas, aunque por suerte no es una práctica generalizada. Vayamos por partes. No todo el mundo en el terruño utiliza estas artimañas o triquiñuelas para salir adelante o conseguir objetivos personales o laborales, eso es cierto, pero también lo es que hay personas, y muchos lectores identificarán a alguna de ellas ávidas de notoriedad y de recursos económicos, dedicadas a engañar sobre sus experiencias y conocimientos reflejados en el curriculum vitae, o en otras prácticas que involucran el embelesamiento oral.

En lo personal conozco casos, y no sería ningún problema si ocurriera lo sucedido con el ex seleccionador de fútbol sudafricano, es decir, que una vez descubierto al involucrado renunciara sin posibilidad de ocupar cargos públicos. Sin embargo, en Chiapas son varios los conocidos e, incluso, balconeados sin que nada suceda. Por el contrario, pueden ser ensalzados y recompensados con puestos, reconocimientos y prebendas.

No cabe duda que la picardía es identificada como don personal en muchos momentos de la historia, y solo hay que referir la literatura picaresca del llamado Siglo de Oro español para sustentarlo. Otra cosa es convertir en héroes, falsos por embusteros, a quienes usan la falta de verdad para trepar en la sociedad que los vio nacer, o en la que viven.

No me espanta el engaño, aunque no me guste, porque forma parte del vivir cotidiano de los seres humanos, pero lo preocupante es que cuando esa práctica afecta a toda una sociedad debería tener una respuesta impecable. Lo contrario habla de un déficit, de una carencia de reacción y, sobre todo, de muy poca confianza y visión de futuro en nuestra sociedad. Premiar al farsante, en vez de al esforzado y veraz, no ayuda a mejorar al Chiapas que se desea. Penosa realidad.

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