Los machos conducen al mundo

El vuelo 909 de American Airlines estaba a punto de despegar hace tres días en su ruta Miami-Buenos Aires, Argentina. Cuando la pilota anunció la duración del vuelo dio la bienvenida, saludó a su copilota y a las sobrecargos, sucedió lo inesperado: siete pasajeros se levantaron recogieron sus maletines y gritaron que saldrían del avión porque no estaban dispuestos a que dos mujeres pilotearan la aeronave. Los pasajeros que abandonaron el avión provocaron una hora de retraso.

Antes de que algún lector se alebreste por el uso del sustantivo pilota, de acuerdo a la Nueva gramática de la lengua española las profesiones en femenino son correctas: la médica, la abogada, la pilota. Lo que no es correcto, deseable ni admisible es la misoginia como parte del entramado de la discriminación contra las mujeres.

Antes de bajar del avión David, un pasajero que volaba en Westjet dejó una nota escrita para la piloto del avión.  “Para el capitán de Westjet: la cabina de pilotos no es lugar apropiado para una mujer. El mayor honor para una mujer es ser madre, no capitana. Nos hacen falta madres no mujeres pilotos. P.D. Desearía que la próxima Westjet me informe si una dama va a pilotear mi avión para que compre boletos en otra línea aérea. En realidad eso (de que una mujer sea piloto) es pura vanidad y no me impresiona. Con respeto y amorosamente, David”.

Todos los días miles de personas justifican y minimizan la discriminación hacia las mujeres y las mandan a “su lugar correcto”: la cocina, la cama, la lavandería, la sección de maternidad, el servicio. Cada vez que alguien señala la discriminación estratégica y la urgente necesidad de que los partidos  políticos, las universidades, las Academias (como el Colegio Nacional o la RAE) abran espacios a la paridad (es decir la misma cantidad de hombres y mujeres en puestos de poder e incidencia cultural) alguien sale con la frase “lo que importa no es el género sino la capacidad”. Lo cierto es que si el mundo fuera dominado por las mujeres y los hombres no pudieran acceder al 50 por ciento de los puestos laborales bajo el precepto de que no se les contrata porque no hay hombres lo suficientemente capaces, inteligentes o fuertes para asumir determinados trabajos, ya habríamos enfrentado una guerra sangrienta contra el matriarcado.

Sin embargo a pesar de que las mujeres son responsables del 80 por ciento del trabajo cultural y político tras bambalinas, a pesar de que hay brillantes científicas, escritoras, académicas, políticas y estrategas, a ellas se les sigue manteniendo bajo el yugo sexista del falso supuesto que explica si las mujeres fueran como los hombres tendrían el mismo acceso al poder. Y ¿qué significa eso? Pues simple y llanamente que millones son como los siete que bajaron del avión: están en desacuerdo con las políticas de igualdad y contra toda forma de promoción del acceso igualitario de las mujeres a los puestos otrora considerados exclusivamente masculinos, como si todo en la vida fuera competencia por el poder y no el simple derecho al acceso igualitario a todas las profesiones que integran y representan a las sociedades.

El masculinólogo Miguel Lorente Acosta asegura que la competición del machismo está llena de trampas porque parte de la desigualdad para dar ventaja a los hombres sobre las mujeres y por sobre otros hombres que no representan el machismo; porque está diseñada para vencer y no para ganar. El machismo se sustenta en derrotar a las y los demás, en excluirles de ciertos espacios, en proteger los principios y valores de un tipo de masculinidad beligerante que cree que dirige, controla, guía y conduce a la humanidad con los principios heteronormativos que considera universales, en los cuales sólo los hombres tienen las virtudes y habilidades para llevar a cabo tareas serias. A los pasajeros del avión como a muchos en tierra les parece genial que sean mujeres aeromozas quienes les atienden, sirvan y estén a cargo de su seguridad, pero jamás quienes les conduzcan a un sitio seguro. La presencia de mujeres en todas las profesiones representa para muchos el riesgo de que otro modelo que no sea el masculino sea posible y se les acaben las excusas para excluir a las mujeres de los espacios de liderazgo y poder.

* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

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