Santa Marta Chenalhó al límite. Necesario reconocerlo como nuevo municipio y dotarlo de autoridades propias

Chenalhó. Foto: Cortesía

El conflicto postelectoral de Chenalhó que involucra a su agencia municipal Santa Marta como un actor central en la disputa, puede tener una solución inmediata y evitar una escalada hacia el 2018, sí a ésta se le reconoce como nuevo municipio y se le dota de sus autoridades propias.

En las últimas horas ese poblado ha sido el terreno desde donde, presuntamente, se operó un condenable ataque armado en contra de la abogada Rosa Pérez, presidenta municipal electa de Chenalhó (El Imparcial, 21 de julio),  así como un igualmente repudiable feminicidio de una joven mujer violada y asesinada, ocurrido unas horas antes al atentado en contra de la presidenta (Vórtice, 21 de julio).

De la misma manera, meses atrás, el 09 de marzo, Lorenzo Sántiz Álvarez fue encontrado muerto en parajes de esa agencia municipal. Este joven era hijo de Miguel Sántiz Álvarez, síndico municipal de Chenalhó y originario de Santa Marta, quien desplazó a la presidenta electa Rosa Pérez, profundizando el conflicto electoral que irrumpió en 2015.

Por esa peculiaridad histórica Santa Marta ha carecido de una gobernanza interna y esto puede prolongarse si el poder ejecutivo y el Congreso local no intervienen para reconocer a este poblado su propio sistema de autoridades de usos y costumbres; autoridades que han permanecido vigentes desde el siglo XIX, pero que han carecido de reconocimiento legal, por lo que han sido debilitadas, menguando su legitimidad y autoridad. Y por ser ambos pueblos culturalmente distintos, las autoridades municipales de Chenalhó tienen poca presencia de gobierno en su agencia municipal.

Ya en 1999 cuando el gobernador Roberto Albores impulsó la creación de nuevos municipios como política contrainsurgente para debilitar a los municipios autónomos, el pueblo de Santa Marta no aceptó ser reconocido como nuevo municipio porque esto se traduciría, en ese momento, en la supresión de su propio cuerpo de autoridades que eran nombradas por usos y costumbres, al ser instituida sobre ellos la figura del Municipio Libre (presidente, síndicos y regidores), que acompañaba dicho reconocimiento. Tal y como ocurrió con el pueblo de Santa María Magdalena (reconocido como nuevo municipio de Aldama) y el pueblo de Santiago (reconocido como nuevo municipio de Santiago el Pinar) que perdieron sus propios sistemas de cargos, desplazados por el ayuntamiento municipal constitucional al ser elevados a rango municipal. Santa Marta prefirió permanecer subordinado a Chenalhó en condición de Agencia Municipal y no aceptar cambio tan drástico.

Santa Marta, Magdalena y Santiago, son tres pueblos de origen prehispánico localizados en vecindad uno del otro, compartiendo una misma historia micro regional. Estos tres pueblos perdieron el nivel municipal cuando la nueva Constitución chiapaneca de 1921 no les reconoció dicho rango, que ya tenían desde el siglo XIX.

Estos tres poblados lucharon durante las décadas siguientes para obtener la restitución de sus poderes municipales (“remunicipalización”) sin resultados. Hasta que en 1994 crearon sendas comunidades autónomas sumándose al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En 1999 la política de remunicipalización del gobernador Albores restituyó los poderes municipales a Magdalena y Santiago, dejando omiso el reconocimiento a Santa Marta, hasta nuestros días (esta historia está documentada en el libro “La remunicipalización en Chiapas: lo político y la política en tiempos de contrainsurgencia”, coordinado por Xochitl Leyva y Araceli Burguete, disponible en la red de Internet).

El pueblo prehispánico de Santa Marta ha carecido del ejercicio de su derecho al autogobierno, constitucionalmente reconocido. Al no poder ser autoridad de su pueblo Santa Marta, Miguel Sántiz Álvarez intentó ser parte del ayuntamiento de San Pedro Chenalhó, territorio del pueblo pedrano, en donde el síndico municipal marteño no tuvo buena acogida; siendo éste dato parte del contexto de la conflictividad electoral en ese municipio.

Desafortunadamente, la compleja configuración del municipio de Chenalhó que alberga en su seno a múltiples pueblos, cada uno con su propia identidad étnico-político-territorial, ha impedido que los pedranos puedan vivir en paz. Es necesario comenzar a resolver ese nudo que claramente tiene hebras por donde puede desenredarse.

No es que los indígenas sean “conflictivos”, sino que sus problemas no encuentran soluciones de fondo que conduzcan hacía la pacificación de esas regiones.

Restituir los poderes municipales a Santa Marta reconociendo sus sistemas normativos propios, que comprenda el reconocimiento del diseño de su autoridad municipal de sistema de cargos, así como sus usos y costumbres electorales, puede ser el camino hacia la paz. De no hacerlo, los conflictos quedarán sembrados e irrumpirán de manera intermitente.

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