El dilema de la sociedad civil mexicana ¿ciudadanizar el poder o cuestionarlo?

Las elecciones del 2108 se esperan las más competitivas de la historia y como dicta la famosa frase futbolera cuando de pronósticos se trata: “puede pasar cualquier cosa”.

Puede ganar la izquierda, lo cual para millones de mexicanos es lo más probable. El PAN y el PRD en busca de una alianza, crearon como perfectamente lo definió Porfirio Muñoz Ledo, un “mazacote” en donde el primer choque es el programa ideológico de la alianza. El PRI hace cuentas alegres; ¿Meade o Nuño Meyer?, cualquiera de los dos tendrá que remar con tres lastres; la falta de carisma personal, el tercer lugar en las preferencias electorales y sobre todo; los escándalos de corrupción de la élite que nos gobierna.

El fantasma de la corrupción acecha las elecciones del 2018. El fin de semana el PRI realizó su asamblea en donde canceló los famosos “candados” que impiden a algunos funcionarios públicos acceder a puestos de elección popular, entre ellos los probables precandidatos presidenciales José Antonio Meade y Aurelio Nuño Mayer. Pero la fiesta y la euforia priista, solo duró un día. El domingo estalla una nueva bomba de corrupción; el caso del ex director de PEMEX Emilio Lozoya Austin y sus implicaciones en la trama de corrupción con la empresa brasileña Odebrecht.

No es el primer caso de corrupción en este sexenio y de nueva cuenta todos los caminos conducen a “Los Pinos”. Es ya casi una certeza que seguirán apareciendo más casos de corrupción y que el sistema político cobijará con el manto de la impunidad a todos aquellas indiciados; esto porque otra vez; todos los actos corruptos seguirán llevando a Los Pinos.

No tienen remedio y sobre todo; si observamos el escándalo Odebrecht en cada país, nos damos cuenta de que el dinero de los sobornos llegó a todas las campañas políticas latinoamericanas. ¿Por qué tendría que ser diferente en el caso de la campaña de Enrique Peña Nieto?.

Hay antecedentes de que un escándalo de corrupción salpique a Los Pinos; Salinas de Gortari y su “hermano incómodo”, Vicente Fox y los hermanos Bribiesca son casos paradigmáticos; pero es posible que esta sea la primera vez que se señala internacionalmente la campaña política de un candidato mexicano ganador y uno además; tras otro los escándalos se acumulan y la tolerancia de la clase política se exhibe.

Es más, la coincidencia nacional es unánime; la corrupción se ha convertido en una de las principales causas por las qué nuestro país no está progresando.

En pocas palabras, la corrupción -y la impunidad que la genera y la regenera- es el enemigo público número uno del país. La pregunta es si todo el país está unido en contra de la corrupción y la impunidad y además si a todos nos interesa erradicarla.

Es evidente que por lo menos a la clase política no le interesa combatirla; su clase dominante siempre -y ahora con más fuerza- ha sido el gran obstáculo al impedir que las instituciones actúen contra la corrupción -o en el mejor de los casos ejercen como juez y parte- cuando de investigar casos de corrupción se trata.

Además ¿En México elegir o designar ciudadanos sin militancia política en puestos de administrativos de poder consigue que se generen políticas ciudadanas? La evidencia indica que no. Todos los que han ocupado un puesto público con la etiqueta ciudadana han sucumbido ante los grupos de interés en casos extremos, han renunciado o los intereses obstaculizan su trabajo. El sistema político mexicano nos hace sentir como en ningún otro país en el mundo que se dice democrático; que el poder es el poder, independientemente de quién lo sostiene.

A pesar de todo, ciudadanizar el poder es una aspiración mexicana. ¿Cuáles son los caminos para ello?

La sociedad civil es un grupo organizado de personas en torno a un objetivo y fines comunes. Pero en una sociedad hay intereses y fines comunes. Pero, ¿todos los mexicanos tenemos intereses y fines comunes?. Es evidente que no. Aun así es un deber inherente a la sociedad civil, cuestionar al poder.

Ese cuestionamiento del poder es y debe ser una actitud racional y crítica. Pero, ¿Dónde está la racionalidad y la crítica? No parece estar en las altas esferas del poder que obstaculizan los cambios. Dicho cuestionamiento está en las universidades, en las organizaciones que tienen un fin, ya sea productivo, cultural, de protección del medio ambiente, de garantizar los derechos humanos y etcétera.

Quienes han participado y participan en el gobierno con la etiqueta de “ciudadanos” se topan con pared. En consecuencia, en México Se hacen las dos cosas; participar en el poder para intentar ciudadanizarlo y también cuestionarlo. Pero esos dos asuntos no suceden con el nivel y la profundidad que todos los mexicanos quisiéramos. Porque para empezar el eco de todos los cuestionamientos nacionales al poder, descansan en los partidos políticos y estos cada vez diluyen más su ideología. Descansa también en el poder legislativo y este tiene una larga historia de sumisión.

Cuestionar al poder entonces viene desde la sociedad civil, porque el camino de transformarlo desde dentro está cerrado. Y la sociedad civil aún no se aglutina en torno a un solo camino nacional. Irónicamente esa posibilidad de aglutinamiento se lo está dando el poder; la corrupción y la impunidad es lo está uniendo a todos los mexicanos en un objetivo que tiene que cambiar a este país donde reina la impunidad: que la transparencia y la rendición de cuentas sea parte de la cultura nacional.

Es necesario transformar el poder y las formas de hacer política. México y su sistema político corrupto es la mejor prueba de que ello debe hacerse. El enojo, la furia y la indignación social son la respuesta nacional a una impunidad que la clase política no quiere atacar y que nos tiene al borde del caos social.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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