Desastres naturales para reflexionar

Chiapas ha vivido en su historia un sinnúmero de desastres naturales en forma de sismos, huracanes o inundaciones, calamidades que en los últimos años se han acrecentado debido al crecimiento de la población y, por lo tanto, el incremento de construcciones efectuadas, muchas de ellas, sin planificación urbanística o legislación dedicada a normar las características de las mismas.

Lógicamente se debe tener en cuenta la condición económica de muchos de los paisanos chiapanecos que no han tenido, ni tienen, los medios para levantar una vivienda en las mínimas condiciones que son las que reconoce la legislación nacional como derecho, pero ya se sabe que la ley y las obligaciones o derechos dependen de a quién se apliquen.

Dicho esto no cabe duda que tales desgracias sistemáticas, debido a la situación geográfica de la entidad chiapaneca, también ofrecen la posibilidad de observar las actuaciones de la sociedad civil. El gobierno en turno, como es lógico, se verá desbordado dependiendo de la magnitud del suceso, puesto que por mucha prevención y organización para los desastres los mismos pueden desbordar cualquier previsión. Otra cosa es la puesta en práctica de las medidas, y ello depende de la eficiencia gubernamental. Y también es diferente la aplicación de los proyectos de reconstrucción cuando los desastres han sido devastadores, y en Chiapas tenemos los casos de la Costa del Pacífico donde el saqueo de los fondos para tal efecto son conocidos y lastiman a cualquier persona de bien que se preste considerarse así.

Foto: Ángeles Mariscal

Ahora ha sido un sismo de grandes magnitudes el que ha sacudido a Chiapas y otros estados de la República, con un número de muertes irrecuperables, y también de daños materiales que afectan a edificios históricos y públicos, o a las casas que dan cobijo a los pobladores afectados. Un sismo comparable al que sucedió en la Ciudad de México en 1985, aunque los daños fueran muy superiores entonces.

Aquel desastre que vivió la capital del país puso a la sociedad civil en pie demostrando su capacidad de organización y, sobre todo, su amplia solidaridad. Una prueba de que las desgracias hacen brotar lo mejor de una sociedad golpeada por muchas injusticias, pero capaz de unirse cuando es necesario.

En las sociedades de amplia desarrollo económico y tecnológico Ulrich Beck dice, en su obra La sociedad del riesgo: en camino hacia otra sociedad moderna, que se desbarata el proyecto de modernidad a través del dominio del capital y empobrecimiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Un riesgo que viene dado, entre otras cosas, por la pérdida de conquistas sociales logradas durante años de lucha de los menos favorecidos económicamente de la sociedad. En Chiapas ese tipo de riesgo parece lejano puesto que muchas de esas conquistas sociales y mejoras en las condiciones de vida no se han tenido nunca. Así que nuestros riesgos parecen estar en otros lugares, como son los desastres naturales, aunque ello no implique que ambos aspectos deban separarse.

Hoy la sociedad civil que se moviliza para apoyar a chiapanecos, oaxaqueños o tabasqueños afectados por el reciente sismo muestra su solidaridad en forma activa, y hay que aplaudirlo y propiciarlo. Pero no estaría mal pensar en futuras luchas de la sociedad civil en busca de mejores condiciones de vida para los pobladores de un estado tan castigado en sus derechos como lo es Chiapas.

 

 

 

 

 

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