Mujeres, género y feminismos

Composición de Gio Leal

 

Parte II

En la entrega previa, abordé algunos aspectos de los primeros estudios sobre la condición femenina, de mujeres, de género y las investigaciones feministas en México y, en particular, en Chiapas. Cómo llamar tales estudios no es una cuestión simple, sino que tiene que ver con una larga lucha por definir un campo propio de conocimiento, una lucha por la búsqueda de la legitimidad académica de estas investigaciones y por ganarse un lugar respetado y respetable (que todavía no termina). Tiene que ver, desde luego, con una lucha política (que tampoco termina todavía) en la medida en que han sido feministas, en su mayoría, quienes han abogado por su incorporación en las Universidades, enfrentándose siempre a poderes diversos.

La formalización/aceptación de tales estudios, en suma, no ha sido fácil ni rápida ni limpia. Como las revoluciones.

Emprendamos el vuelo de gaviota, otra vez.

Desde los años setenta, pero sobre todo a lo largo de los ochenta del siglo XX, en México se conformaron grupos y centros académicos interesados en el tema de mujeres: en 1983 se fundó el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM) de El Colegio de México; en 1984 se creó el Área de Mujer, Identidad y Poder en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM); en 1993 se abrió el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en 1994 se formó el Centro de Estudios de Género en la Universidad de Guadalajara y, en 1998, el Programa de Especialización-Maestría de Estudios de la Mujer en la UAM-Xochimilco. [1]

En el marco de similares debates sobre la importancia de emprender estos proyectos pioneros, en los años siguientes —en una historia que está por contarse— se fundaron en varias partes del país diversos programas universitarios de género, áreas, líneas o grupos de investigación, cuerpos académicos, diplomados, especializaciones y programas de posgrado en diversas instituciones de educación superior (IES). Como nota relevante, en el año 2014 se creó el Programa de Estudios e Intervención Feministas en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), el primer posgrado a nivel nacional que se explicita en el campo del feminismo.

Este Programa de Estudios e Intervención Feministas fue largamente soñado por Mercedes Olivera Bustamante e impulsado en su diseño, de manera colectiva,  por tres académicas más del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA) de la UNICACH: Montserrat Bosch, Teresa Garzón y Teresa Ramos.

Será en el año 2017 cuando se abra el segundo plan, el Programa de Doctorado de Estudios Feministas, creado por un pionero grupo de académicas de la Universidad Autónoma Metropolitana en la Unidad Xochimilco. Varias de estas académicas se cuentan entre las grandes productoras de conocimiento desde los años ochenta.

Paralelamente, años atrás se habían fundado en México revistas feministas, como Fem en 1976 o, más tarde, Debate Feminista en el año 2000, creada por Marta Lamas, y ahora convertida en una revista académica que entra al círculo académico de revistas indexadas. Este salto de revista de difusión a revista académica nos dice mucho sobre los momentos y cambios históricos que hemos vivido en el campo de los feminismos.

Por otra parte, no se puede dejar de mencionar los suplementos periodísticos Doble Jornada en 1987 y Triple Jornada en 1999, con Sara Lovera y Rosa Rojas a la cabeza, respectivamente.

 

¿Qué concluimos con este rápido pasaje?

Lo primero es que Academia/Activismo/Periodismo es la triada cómplice de la agenda de género de mujeres y organizaciones sociales, así como de la producción académica feminista. Cómplices en el papel, muchas veces, hay que decirlo, ya que encuentros y desencuentros de un lado y de otro son parte de la historia por narrar. Nada ha sido sencillo.

Y en este escenario de creatividad, Chiapas nuevamente da la cara.

Seguramente Chiapas se cuenta entre los estados con mayor producción académica sobre la temática. Y de ello puede darse fe fácil y rápidamente.

En efecto, gracias a la valiosa labor de María Elena Fernández, investigadora del Instituto de Estudios Indígenas (IEI) de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), contamos con uno de los primeros acervos bibliográficos sobre mujeres, género y feminismos en la Biblioteca del Instituto. [2] En el Primer Congreso Feminista de Chiapas realizado en noviembre de 2016, en San Cristóbal de Las Casas, María Elena nos habló de tan grato proyecto bibliotecario, denominado Colección Chiapas, hecho realidad con la colaboración de todas aquellas personas que hemos investigado, escrito y publicado sobre el estado. La donación ha sido la clave para poder construir tan valioso proyecto. Aquí María Elena destacó el nombre de académicas y de las temáticas de su especialización a lo largo de los años.

Aparte de la producción individual, también hay mucho por narrar sobre líneas de investigación y grupos académicos sobre mujeres, género y feminismos en Chiapas. Seguramente el núcleo académico más cohesionado y más productivo desde una perspectiva colectiva es el sólido grupo de investigadoras e investigadores de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR). Esperanza Tuñón, ex directora del ECOSUR, no sólo fue pionera en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el lejano año de 1985, al introducir la materia “Problemas sociales de la mujer” e intentar impulsar un Seminario de Investigación sobre la temática, sino que en el Sureste de México ha sido la principal impulsora de una larga serie de estudios colectivos.

Sin embargo, Anna María Garza, María Enriqueta Burelo, Graciela Freyermuth y Aída Rosalva Hernández, desde sus respectivos centros académicos, la UNACH y el CIESAS, respectivamente, son parte de la generación que inició los estudios de género y mujeres en Chiapas. Queta Burelo, a su vez, fue la fundadora del primer Programa de Género universitario en el estado.

Por su parte, Anna María y Graciela han recibido sendos premios nacionales por sus investigaciones sobre la temática. La investigación sobre género, legalidad y conflicto en San Pedro Chenalhó de la autoría de Anna María Garza es, sin duda, uno de los estudios más serios que se han realizado en la entidad. Mientras que el estudio sobre muerte materna, también en San Pedro Chenalhó, de Graciela Freyermuth, consolida la temática como uno de los grandes problemas a estudiar, comprender y resolver mediante políticas públicas. Graciela es, además, fundadora del Observatorio de Mortalidad Materna.

 

¿Qué es lo que ha ocurrido en este momento? Algo significativo para las investigaciones de las que hablamos.

Muchas investigadoras se apoyan ya en la idea de que el género es una de las categorías de análisis centrales, si no la única. Efectivamente, desde mediados de los años noventa, después de la Conferencia Internacional de Beijing, la categoría de género asentó sus reales en Chiapas. Si bien en ello tuvieron que ver los organismos internacionales que, progresivamente, influyeron en el trabajo de las organizaciones sociales de mujeres, la principal teórica feminista a quien hemos leído y seguido en la academia para una definición certera de dicha categoría ha sido la respetable historiadora Joan W. Scott:

Mi definición de género tiene dos partes y varias subpartes. Están inter-relacionadas, pero deben ser analíticamente distintas.  El núcleo de la definición reposa sobre una conexión integral entre dos proposiciones: el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder. [3]

Queda claro: el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales, no es el único. Y el género es una forma primaria de relaciones de poder. No olvidarlo. Habrá una diferencia importante tomar o no la categoría de poder en las investigaciones. Habrá una diferencia fundamental diseñar e implementar un programa o política pública con perspectiva de género que adopte o no la perspectiva del poder.

En suma: la definición de líneas de investigación propias y grupos de trabajo colectivos sobre mujeres, género y feminismos, y la adopción del género como una de las principales categorías de análisis, se dan en los años noventa del siglo XX en la entidad. Un proceso que, de varias maneras, ayuda a dilucidar vertientes del feminismo en Chiapas: el que he llamado feminismo institucional, que es feminismo civil –en la categorización de Gisela Espinosa-, pero que yo diferencio de este último que corresponde al conjunto de las organizaciones de mujeres porque ha buscado incidir en programas y políticas públicas a nivel estatal y nacional.

No olvidemos que en Chiapas estar o no con el gobierno, estar o no con el Estado, ha definido grandes líneas políticas.

En cualquier caso, lo que se deja ver en todo el periodo es que esta academia no ha estado apartada en ningún momento de la realidad social y política, por más difícil que haya sido tal relación en las décadas de los ochenta y noventa.

Aquí dos líneas analíticas se prefiguran: por un lado, el hecho de que organismos internacionales y gobiernos nacionales apuntalan temáticas determinadas y silencian otras, es decir, pueden ser otros quienes definen qué debemos investigar y cómo hay que denominar las problemáticas, cómo afrontarlas. Y, por otro lado, la vinculación con el zapatismo en los años noventa –la fuerza política y el apoyo que tuvo, vale decir- sí tuvo un fuerte impacto en el tipo de análisis que se realizaron.

Lo anterior no significa que la producción académica sea irrelevante, todo lo contrario.  Lo que quiere decir es que, posiblemente, las alianzas políticas sean una variable que contribuye a la definición de problemáticas, perspectivas desde las cuales se las analiza y, lo que nos interesa políticamente, la definición más precisa de las vertientes feministas.

 

Supongo que esto ocurre no sólo aquí sino también en China.

[1] Reflexiones literales o similares expresadas en esta serie de contribuciones para Chiapas Paralelo se encuentran en Cuerpo y Política. Género, Interseccionalidad y Feminismos (en proceso de edición), libro del que soy editora. En este libro colectivo participan académicas con larga trayectoria en trabajo comunitario y/o feministas destacadas como Liliana Bellato, Karla L. Somosa, Fabiola Ixchel Muñoz, Georgina Rivas, Montserrat Bosch, entre otras académicas valiosas.

[2] Siempre recomiendo a mis alumnas –y también a quienes no lo son- revisar esta Colección Chiapas como un punto de partida fundamental en toda investigación que verse sobre el Estado. Con mayor razón si las investigaciones realizadas son de mujeres, género y/o feminismos, para lo cual las remito al apartado “Género” de dicha Colección.

[3] Joan W. Scott, “El género, una categoría útil para el análisis histórico”, p 44 y ss. http://programadederechoalasalud.cide.edu/ADSyR/wp-content/uploads/2012/01/02.-Scott.pdf

 

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