Estudios de la historia de la filosofía en México

Raúl Trejo Villalobos

Miguel León Portilla.

Hace cincuenta años, a propósito del XIII Congreso Internacional de Filosofía a celebrarse en la Ciudad de México en 1963, la Coordinación de Humanidades de la UNAM reunió siete ensayos que conformarían la obra Estudios de Historia de la filosofía en México. Posteriormente, en la tercera y cuarta edición, de 1980 y 1985, respectivamente, se agregaron dos más, quedando como sigue: “El pensamiento prehispánico”, por Miguel León Portilla; “América”, por Edmundo O´Gormán; “La filosofía en México en los siglos XVI y XVII”, por José M. Gallegos Rocafull; “La filosofía moderna en la Nueva España”, por Rafael Moreno; “Las corrientes ideológicas en la época de la Independencia”, por Luis Villoro; “El liberalismo mexicano”, por Abelardo Villegas; “El positivismo”, por Leopoldo Zea; “Los filósofos mexicanos del siglo XX, por Fernando Salmerón; y, “Los filósofos españoles ´transterrados´”, por Ramón Xirau. Lo que presentamos enseguida, en primer lugar, es una breve síntesis de todos y cada uno de los estudios con el propósito de acercar a los estudiantes de la licenciatura en Filosofía y a cualquier otro interesado en esta temática; y, en segundo lugar, en la parte final, agregamos algunos comentarios de orientación para quienes deseen profundizarla.

En el primer ensayo, León Portilla se cuestiona inicialmente sobre el concepto de filosofía y su posible aplicación al pensamiento náhuatl, aborda algo sobre las fuentes documentales en las que se puede estudiar y expone, de manera general, el pensamiento de Quetzalcóatl, personaje mítico del siglo X, y la cosmovisión que legaron los toltecas. A manera de resumen, León Portilla plantea cuatro puntos de dicha herencia: una concepción del universo “con sus cuadrantes, sus pisos celestes e inferiores y su existir intermitente en las varias edades soles, con la amenaza siempre presente de un fin violento” (p, 30); la afirmación de una suprema divinidad dual; el descubrimiento de un sentido y misión del hombre en la tierra; y, “la convicción de que para encontrar una raíz más profunda es menester superar la misma toltecayotl, en busca de Tlilan Tlapalan, la región del color negro y rojo, el mundo de la sabiduría” (p, 30). Posteriormente, pasa a desarrollar, concretamente, algunas categorías de dicha filosofía (flor y canto: in xochitl, in cuicatl; rostro y corazón: ixtli y yólolt), así como parte del pensamiento de autores históricos como Netzahualcoyotl (rey de Texcoco), Tlacaelel (consejero de los emperadores aztecas) y Tecayahuatzín, no sin antes advertir algunas ideas sobre la figura del tlamatinime (el sabio o el que sabe algo). Considerando que uno de los significados de “flor y canto” es el de “palabras verdaderas”, León Portilla termina exponiendo un diálogo entre varios tlamatinimes, donde se vierten varios significados de las mismas. Así, por ejemplo, Ayocuan, considera “flor y canto” como un don de los dioses; Aquiauhtzin, como forma de invocar a los dadores de vida; Cuauhtencutli, como una duda sobre la verdad; Xayacamach, como lo que embriaga al corazón; y, finalmente, Tecayehuatzin, como un buen motivo para hacer posible la amistad, mediante la reflexión y el diálogo.

Por su parte, en el segundo ensayo, titulado “América”, O´Gorman, en un primer momento, hace una crítica a la idea tradicional del “descubrimiento”, mediante la puesta en tela de juicio de América como un ente descubrible y como cosa en sí, por un lado; y, por otro, a través de la historia de esta idea, en donde resaltan tres etapas, cada una con una tesis: el descubrimiento como acto intencional de Colón (idea sostenida por Fernando Colón); la segunda etapa, como un acto intencional de la historia (tesis idealista de Humboldt); y, la tercera, el descubrimiento como un acto fortuito (tesis causalista). Posteriormente, propone la noción de invención, mediante una exposición histórica, en la que también establece tres etapas: la primera, la de la explicación inicial y la duda; la segunda, como la crisis de la antigua imagen del mundo (formado por tres continentes); y, la tercera, en donde se configura una nueva imagen del mundo, con una cuarta parte y se empieza a hablar del globo terráqueo. A partir de lo anterior, O´Gorman plantea una nueva concepción del ser de América, como entidad natural y como ente moral e histórico, en donde el significado del “nuevo mundo” es el de la “nueva Europa”, es decir, inventada a imagen y semejanza de su inventor. Nuestro autor termina su texto con el problema de las dos Américas, la anglosajona y la latina, con especial énfasis en la segunda, exponiendo, entre otras cosas, a la parte sajona como la invención y producto de Inglaterra y la modernidad y la parte latina como la invención de España y la actualización de la Europa tradicional.

En el tercer y cuarto ensayos, Gallegos Rocafull y Rafael Moreno abordan lo que corresponde a los tres siglos de la Época Colonial en la Historia General de México. El primero de éstos, Gallegos Rocafull, divide su trabajo en dos grandes partes. En la primera, desarrolla los problemas que trajo consigo la colonización, a saber: una nueva idea del hombre (donde se aborda la polémica sostenida entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda, sobre la naturaleza y la capacidad racional de los indígenas), la asimilación de una nueva cultura (donde se expone el problema de españolizar y dejar a los indígenas con sus tradiciones religiosas o españolizar y evangelizarlos; en el caso de lo segundo, se expone el problema de presentar a la nueva religión o como un perfeccionamiento de la religión autóctona o como algo completamente nuevo) y los problemas jurídicos (tales como el derecho de gentes, el régimen justo al cual deberían ser sometidos los indígenas, la legitimidad de la soberanía española y la validez de la concesión pontificia). En la segunda parte, nuestro autor expone la filosofía y los filósofos en México en el transcurso de los siglos XVI y XVII, es decir: por un lado, la influencia del Renacimiento, en donde destaca, entre otros, a Cervantes de Salazar como seguidor de Luis Vives, Vasco de Quiroga como el que pretende realizar la utopía de Tomás Moro y Fray Juan de Zumárraga como quien encarnó el pensamiento de Erasmo de Roterdam en México; y, por otro lado, la introducción de la escolástica, en donde sobresalen los primeros profesores de filosofía en Colegios y en la Universidad, tales como Fray Alonso de la Veracruz, Antonio Rubio, Tomás de Mercado, Antonio Arias, Alfonso Guerrero, así como Juan Díaz de Arce, Diego de Basalanque, Fray José de Gabalda, Agustín Sierra, Diego Marín de Alcázar, entre otros, todos ellos con obras que se caracterizan por ser comentarios y anotaciones a las obras de Aristóteles.

Rafael Moreno, de manera complementaria, puesto que Gallegos Rocafull habla de los filósofos del siglo XVII pero no de todos, se detiene en Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Singüenza y Góngora, para exponer y examinar algunos problemas concretos: la inteligencia, el método de la reducción metafísica y el fracaso del entendimiento, en el caso de la primera, teniendo como fuente de estudio el poema Primero sueño; y, en el caso del segundo, el sentido de la historia, la razón y la autoridad, la ciencia y la naturaleza, el método experimental y matemático, teniendo como referente primordial la Libra astronómica y filosófica, obra de mayor peso científico y filosófico a finales del siglo XVII. Contrario a la idea de que la Época Colonial mantuvo siempre un pensamiento escolástico, Rafael Moreno sostiene que en México existió, como en Europa, un pensamiento moderno, esto es racional y experimental antes que apelar al principio de autoridad, sobre todo con los jesuitas del siglo XVIII: Rafael Campoy, Diego José Abad, Agustín Castro, Andrés de Guevara y Basoazábal, Francisco Clavijero y Francisco Javier Alegre, entre otros. Después de señalar que la transición entre escolástica y modernidad se dio de la primera a la segunda mitad del siglo XVIII y de señalar la expulsión de los jesuitas en 1776, Rafael Moreno expone los ideales de la modernidad, algunos aspectos y elementos de lo que para ese entonces sería la verdadera filosofía y la verdadera ciencia, en donde se destaca el estudio de la naturaleza mediante la observación y la experimentación, además de una actitud ecléctica y un interés acentuado en la cultura nacional.

Luis Villoro, en el quinto ensayo, a diferencia de Rocafull y Moreno quienes abordan periodos largos, se ocupa de un periodo corto: los acontecimientos que se dieron entre 1808 y 1821; o, mejor aún, de las ideas y las ideologías que acompañaron a esos acontecimientos, durante ese periodo. Consciente de que sería difícil hablar de filosofía en sentido estricto o como se venía haciendo tradicionalmente, Villoro prefiere hablar de filosofía como reflexión radical, como pensamiento concreto que demanda una realidad social específica. En este sentido, la idea central consiste en exponer cómo fueron cambiando las ideas, las ideologías y las influencias en los actores y los diferentes partidos que se conformaron en tres momentos: en primer lugar, en el partido del ayuntamiento y del Real Acuerdo, a propósito de que en 1808 se conocieran la deposición del rey y la invasión napoleónica en la península y donde se discute la noción de soberanía y autonomía del pueblo; en segundo lugar, durante la revolución popular, entre 1810 y 1815, en donde sobresalen algunas ideas agraristas, indigenistas y de igualitarismo social y humanista con Hidalgo y Morelos; y, finalmente, a propósito de la vuelta de la Constitución de Cádiz y la república en España, en 1820, con la consumación de la Independencia por parte de quienes inicialmente estaban luchando contra el movimiento insurgente, la conformación del Imperio, con Iturbide, y su posterior caída y conformación de la República, con el Congreso de 1823.

Abelardo Villegas, en el ensayo sexto titulado El liberalismo mexicano, parte de la idea planteada de alguna manera por Villoro en el sentido de que el liberalismo fue una aspiración de la clase media criolla. Desde ahí, Villegas expone las críticas hechas a las sociedades corporativas habidas durante la época Colonial, por parte de José María Luis Mora, contraponiendo el individualismo; asimismo, algunas ideas sobre la libertad religiosa y la separación entre la Iglesia y el Estado, por parte Melchor Ocampo; así como las propuesta del federalismo, de una nueva sociedad y una nueva moral, por parte de Mora e Ignacio Ramírez. Como parte de este mismo apartado y a manera de contraste, Villegas no deja de mencionar algunas ideas de pensadores conservadores tales como Lucas Alamán y el religioso Clemente de Jesús Munguía. Algunos otros liberales citados son: Fray Servando Teresa de Mier y Mariano Otero. En la “Consideración final”, Villegas resume lo siguiente: “Este trabajo está lejos de reseñar de forma exhaustiva y detallada todo el pensamiento liberal mexicano, pero pretende tocar algunos de sus puntos esenciales a través de sus máximos pensadores (…) Los liberales constituían un pequeño grupo que aspiraba a dirigir y educar al país, luchando contra las supervivencias vigorosas de la sociedad colonial (…) El colonialismo industrialista y capitalista se presentó como adalid en la lucha contra el anticuado colonialismo español” (p, 224). Efectivamente, una de las centrales consiste en exponer cómo se salió de un colonialismo para entrar en otro.

Para terminar con lo que corresponde al siglo XIX, Leopoldo Zea expone en su trabajo, el séptimo del libro, en términos generales, algunas ideas propias del positivismo, “orden y progreso”, pero sobre todo, cómo las aplicó Gabino Barreda, hacia 1867, para hacer una filosofía de la historia de México. Asimismo, explica que el positivismo de corte comtista no fue el que siempre se mantuvo, sino que éste tuvo algunos virajes hacia aquel que planteaban Stuart Mill y Herbert Spencer, bajo la dirección de Justo Sierra. De manera concreta, y estableciendo la relación de algunas ideas con el contexto histórico, Leopoldo Zea refiere la Oración cívica como un discurso de Gabino Barreda pronunciado el 16 de septiembre de 1867 en Guanajuato, pocos días después de que fuera asesinado Maximiliano y se haya restablecido la República, con Benito Juárez como presidente; asimismo, sobre la posibilidad de que este mismo discurso haya sido el motivo por el cual Juárez llamó a Barreda para organizar la educación en el país. Otro acontecimiento tiene que ver con la primera generación educada en el positivismo y conformada como grupo político, a través del periódico La libertad, surgido en 1878, en una de la primeras veces que Porfirio Díaz llegó a la presidencia. Por último, Zea también refiere la fundación del partido político “Unión Liberal”, en 1892, en los momentos de la cuarta reelección de Porfirio Díaz en el poder.

En lo que toca al siglo XX, los contenidos del ensayo de Fernando Salmerón, el octavo del libro, se dividen en cuatro apartados, uno correspondiente a una agrupación y los restantes a filósofos: El Ateneo de la Juventud, José Vasconcelos, Antonio Caso y Samuel Ramos. Del Ateneo, Salmerón reseña sus inicios en una revista y su continuación en una Sociedad de conferencias; asimismo, algunos de sus principales promotores como Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Antonio Caso y José Vasconcelos; además, también reseña el papel que jugó esta agrupación en cuanto a la crítica del positivismo y la participación que algunos de estos tuvieron en la conmemoración del Centenario, en la apertura de la Universidad y en la divulgación de la cultura. Posteriormente, Salmerón aborda, de manera esquemática, vida y obra de los filósofos. Del primero, José Vasconcelos, destaca, por un lado, su sistema filosófico, contenido en tres libros: Tratado de metafísica, Ética y Estética; por otro, su filosofía social, expuesta en La raza cósmica e Indología; y, finalmente, su pensamiento pedagógico, tratado en De Robinson a Odiseo: una pedagogía estructurativa. Del segundo, Antonio Caso, expone, en primer lugar, su sistema filosófico, elaborado y escrito en La existencia como economía, como desinterés y como caridad; y, en segundo lugar, su pensamiento estético y su filosofía política,  contenidas en obras tales como La persona humana y el estado totalitario, El peligro del hombre). Por último, del tercero, Samuel Ramos, resalta su filosofía del mexicano, expuesta en Perfil del hombre y la cultura en México; y, su antropología filosófica, contenida en el libro Hacia un nuevo humanismo.

Por su parte, Ramón Xirau, en el noveno y último ensayo del libro, después de que cuestiona la noción de “transterrados” y hace algunas aclaraciones sobre las escuelas de Madrid y Barcelona y sobre las generaciones, expone algunas ideas filosóficas de los españoles llegados a México en la década de los treinta. Así, pues, se detiene particularmente, en primer lugar, en Joaquín Xirau y en parte de su pensamiento, sobre todo, el que se refiere al problema del amor, la relación entre el ser y el valor y la educación; en segundo lugar, trata a José Gaos y sus ideas en torno a la filosofía de la filosofía; en tercer lugar, se concentra en José María Gallegos Rocafull (el mismo que escribe el tercer ensayo aquí señalado) y su pensamiento religioso y teológico; en cuarto lugar, expone a Eugenio Imaz y su labor como traductor de la filosofía de Dilthey; en quinto lugar, se detiene brevemente en las ideas centrales de la metafísica de la expresión, planteada por Eduardo Nicol; y, finalmente, expone las tres facetas de Adolfo Sánchez Vázquez: la estética marxista, la filosofía de la praxis y el pensamiento utópico de Marx. Una cuestión importante que no está demás señalar consiste en que Xirau refiere que algunos de éstos ya tenían una formación y producción filosófica desde que estaban en España, mientras que algunos otros hicieron su obra primordialmente en México y, finalmente, otros, tanto su formación como su producción están en nuestro país.

No obstante lo completo de la obra, es preciso señalar algunas ausencias: se trata, primordialmente, del pensamiento maya y de la filosofía de uno de los ilustrados más completos, Benito Díaz de Gamarra; de igual manera, del pensamiento de figuras tales como José Ignacio Bartolache, José Antonio Azcárate y del papel que ambos jugaron a finales del siglo XVIII con la fundación de periódicos, la crítica a los peripatéticos y la divulgación de la ciencia. No obstante que ya hay más investigaciones sobre los distintos momentos y los distintos filósofos que se abordan, consideramos que esta obra es, sin lugar a dudas, un clásico. O, más preciso aún: un clásico entre clásicos. Con ello queremos decir que la mayor parte de estos apartados son un resumen de obras, resultados de investigaciones, que actualmente se siguen reeditando, asequibles para quienes deseen profundizar en los mismos temas con estos mismos autores: La filosofía náhuatl (1993, cuarta edición, séptima reimpresión), de León Portilla; La invención de América (1984), de Edmundo O´Gorman; El pensamiento mexicano en los siglos XVI y XVII (1974), de Gallegos Rocafull; La filosofía de la ilustración en México y otros ensayos (2000), de Rafael Moreno; El proceso ideológico de la Revolución de Independencia (1984, cuarta edición); y, El positivismo en México: nacimiento, apogeo y decadencia (1993, séptima reimpresión), de Leopoldo Zea.

Por el tema, La historia de la filosofía en México –aunque así no les parezca a Mario de la Cueva quien dice en el Prólogo: que los ensayos “no forman una historia, menos aún una historia completa, pues para cumplir este propósito hubiera sido necesario señalar todas las direcciones, también las de menor importancia, así como enjuiciar a todos los autores”(p, 8)–, y por la extensión temporal que se aborda, desde la época prehispánica hasta la actualidad, esta obra puede someterse a un estudio comparativo (por el método de historiar, por el concepto de la historia de la filosofía que se sostenga, en fin, por el predominio de los temas, los autores o las periodizaciones) con la del fundador de la asignatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, Samuel Ramos: Historia de la filosofía en México, publicada en 1943, por un lado; y, por otro, con las dos obras de Antonio Ibargüengoitia: Filosofía mexicana: en sus hombres y en sus textos, publicada inicialmente en 1967 y reeditada por octava ocasión en 2004 y Suma filosófica mexicana: Resumen de historia de la filosofía en México, editada por tercera en 1995 (ambas en la colección de Porrúa, Sepan cuántos: 78 y 348, respectivamente); y, finalmente, con Historia de la filosofía en México, de José Manuel Villalpando (Porrúa, 2002) .

Para terminar, solo resta decir que, no obstante algunas otras virtudes que se puedan destacar de la presente obra, ya hace falta una nueva historia de la filosofía en México, básicamente, por tres razones: la primera, porque varios autores ya fallecieron (Edmundo O´Gorman, Gallegos Rocafull, Rafael Moreno, Abelardo Villegas, Leopoldo Zea, Fernando Salmerón); la segunda, porque, como ya se indicó, ya hay nuevas y más amplias investigaciones y la historia ha continuado; y, la tercera, y no por ello la menos importante, porque a nosotros, contemporáneos y actores de nuestro tiempo, ya nos hace falta una reinterpretación sintética, una visión de conjunto, de nuestro pasado.

Bibliografía:

De la Cueva, Mario (Coord.) (1985); Estudios de historia de la filosofía en México.  Universidad Nacional Autónoma de México. México.

Ibargüengoitia, Antonio (1995); Resumen de historia de la filosofía en México. Porrúa, México.

(2004); Filosofía mexicana: en sus hombres y en sus textos. Porrúa, México.

Ramos, Samuel (1976); Historia de la filosofía en México, en Obras completas, Tomo II.

Universidad Nacional Autónoma de México. México.

Villalpando Nava, José Manuel (2002); Historia de la filosofía en México. Porrúa, México.

 

 

 

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