El proyecto de nación en las campañas políticas y el Sur Sureste

Todos los días escucho a amigos y familiares platicar sobre política. Signo de los tiempos globales y de mucha información circulando por distintos medios de circulación y redes sociales; ante las elecciones de este año; a muy pocos oigo decir la otrora clásica salida fácil de quien por cualquier motivo no quiere saber nada de lo que como sociedad debería interesarnos porque nos afecta a todos: “el gobierno nos da de comer”.

Me queda claro que cada vez más y más ciudadanos cuestionan a los tres niveles de gobierno; pero también que nos falta todavía mucha organización social para obligar a nuestros gobernantes, representantes y funcionarios a solo y estrictamente cumplir su función. El único “desquite” posible contra un mal desempeño político y administrativo, es castigarlo en las elecciones. Pero estas son cada tres años. La organización ciudadanía para participar en el desarrollo y seguimiento de las políticas públicas, debería ser una vía para evaluar día a día el desempeño de quienes nos gobiernan.

Oigo también decir que en estas elecciones del 2018 lo que está en juego es el proyecto de nación. Unos quieren un cambio que sería “hacia atrás” si se prefiere votar por la izquierda y; el otro cambio sería hacia la modernidad, hacia adelante o por lo menos continuar con la estrategia económica de globalización. Dos proyectos de país muy diferentes, según plantean las campañas políticas. Dos visiones mexicanas encontradas.

El problema es que en ese país que quiere seguir por la senda de la modernidad; por lo menos la mitad de él, no cabe. Ni siquiera si en las elecciones de este año sale favorecido o el PRI y su alianza o el PAN y su alianza. La modernidad que aducen y que sugieren se tiene que consolidar, no la disfrutan todas las regiones del país.

En el Sur Sureste del país se vive una diaria tragedia que el modelo de desarrollo actual ahonda. Que el norte trabaja y el sur descansa; no es la realidad; es solo un estereotipo que se fortaleció a partir de la configuración del modelo económico nacional que privilegió al norte mexicano. La realidad es que antes, al Sur Sureste no llegó el capitalismo industrial; se quedó en la economía agrícola y ahora, no cabe dentro de la modernidad nacional. No forma parte del proyecto de nación que se quiere construir.

En dado caso, lo que se necesita es que el proyecto de nación –que en estas elecciones se dice está en juego- incluya al Sur Sureste. Esta región del país tiene de acuerdo a diversas fuentes, un promedio de atraso económico respecto al resto del país de 25 años. Cualquier tipo de infraestructura de esta región, que quiera compararse con la del resto del país; es de menor calidad o simplemente no existe.

Aunado o debido a ello; la región tiene la peor movilidad social, el peor promedio de salarios, la más alta precariedad laboral y claro; la pobreza y la marginación son ya como enfermedades endémicas que resulta casi imposible erradicar.

En Chiapas solo hay una fábrica exitosa; es la política. Cada año, cada trienio, cada sexenio produce a montones de “nuevos ricos”. Que son como una rémora que sigue intentando vivir del erario público; saltando de partido político en partido político para seguir proveyendo de servicios a los sucesivos gobiernos. Para comprobarlo, solo basta leer las listas de los candidatos de los distintos partidos políticos a los distintos puestos de elección popular.

Pero en el desarrollo de políticas públicas que detengan su caída respecto al desarrollo del Centro y del Norte de México, las fallas y el abandono es evidente.

Para citar los casos más recientes; no se pudo concretar el proyecto Puebla-Panamá o los resultados fueron mediocres. Por su parte el proyecto insignia para la región de este sexenio; las Zonas Económicas Especiales, o es muy lento o la infraestructura para este caso no se concreta o las dos cosas juntas, incluso la propuesta nos llega tarde. Además, parece insuficiente que, ante la decadencia de la producción chiapaneca, solo Puerto Madero fuera el área de influencia de la Zona Económica Especial, todo el estado de Chiapas debería ser una zona especial.

Por otro lado, los subsidios federales para el combate a la pobreza en esta región, también presentan varios dilemas: No podemos prescindir de ellos porque “se nos incendia el estado”; son cuantiosos, pero tienen poco impacto en reducir la pobreza, pero parece que tienen efectividad electoral y en fabricar “nuevos ricos”. La región -y Chiapas también- los necesitan, pero no son la única necesidad apremiante.

Es obvio, una persona nace, crece, se reproduce y fallece. Pero no es tan simple; se vive una vida. De la dependencia de los padres se pasa a la independencia, se consigue trabajo, se buscan mejores opciones laborales y se busca un mejor futuro. Ese es uno de los propósitos de los programas sociales; que como la vida, también sean dinámicos e impliquen la posibilidad de una mejor vida. Es decir, que quien los recibe, le sirvan para atenuar su pobreza, pero que lo preparen a un cambio en su vida. En este caso a recibir un mejor trabajo.

Siguiendo esa “línea de vida” por decirlo de alguna manera; es obvio que en Chiapas al ser un estado con mucha pobreza y muchos programas sociales para “combatirla”, esta condición -de pobreza endémica- condena a sus habitantes a ser sujetos permanentes de los programas sociales.

Por eso, en Chiapas los programas sociales son un fracaso. Porque debido a que no responden a un modelo de desarrollo, condenan a sus habitantes más pobres a recibirlos toda la vida y lo que es peor; a que sus descendientes también los reciban. A ello nos condena nuestra enraizada pobreza.

¿Alguien de los chiapanecos más pobres dejó el beneficio de los programas sociales y encontró un trabajo debido al programa o porque lo hubieran hecho de todos modos? Lo dudo mucho. Dejó de ser beneficiario por dos cosas: o falleció o migró hacia el norte. En nuestro estado ni siquiera podemos hacer un seguimiento confractual de los programas sociales.

Nos limitamos a llevar la controversia sobre nuestros programas sociales a dos visiones que son bastante opuestas; los subsidios que reciben los chiapanecos son un boquete presupuestal; pero otros opinan que cada ciudadano, especialmente los más pobres, tienen derecho a recibir los apoyos. El problema es que si le añadimos la variable “tiempo” a los subsidios, estos continúan siendo un enorme gasto gubernamental y no ayudan a quien los recibe, a tener mejores perspectivas de futuro; simplemente lo hacen sujeto eterno de los subsidios.

Ese círculo vicioso, es necesario romperlo. Chiapas necesita un crecimiento económico en favor de los más pobres, es decir, lo que los especialistas llaman “crecimiento pro-pobre”. Un crecimiento económico que beneficie al Sur Sureste, a Chiapas y especialmente a los pobres de la región proveyéndolos de oportunidades para mejorar su situación económica. Un crecimiento económico nacional que aparte de ser mediocre, solo apuntala la ganancia de quienes más tienen; eso es lo que el Sur Sureste necesita para ser parte de cualquier proyecto de nación y del cambio “ya sea para atrás o para adelante” del que hablan las actuales campañas políticas.

La persistencia de la pobreza depende de la dinámica de la economía y de la distribución de la riqueza que genera. El Sur Sureste necesita abatir la pobreza, reducir la desigualdad y promover la movilidad social.

No estaría demás decir también, que se necesitan políticos honestos, que realmente inviertan en el desarrollo de infraestructura y capital humano y que no solo promuevan la cuantiosa derrama de subsidios.

El Sur Sureste y Chiapas existen. Forman parte del México no desarrollado, rezagado y pobre. Es otra nación, dentro de una nación que aspira a ser moderna. No puede hablarse de modernidad y de cambio de rumbo, si en Chiapas nunca lo hemos tenido. En estas campañas, ya deberíamos ser parte del debate nacional.

 

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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