El desplazamiento forzado de población centroamericana y la política migratoria: un reto para el nuevo gobierno mexicano

Centroamérica se integró al circuito de la migración internacional a partir de los años noventa del Siglo XX. Foto: Cortesía

Por Flor María Pérez Robledo (1)

Históricamente Centroamérica se integró al circuito de la migración internacional a partir de los años noventa del Siglo XX. Una serie de factores se conjuntaron para hacer posible esta situación. El Salvador y Guatemala vivieron procesos prolongados de guerra que aunque culminaron con la firma de la paz, en 1992 y 1996, respectivamente, dejaron tras de sí un panorama de fragilidad institucional.

Para el caso de Honduras, hay que destacar además la situación de inestabilidad política que ese país ha enfrentado a partir del golpe de Estado que fue apoyado por el gobierno de Estados Unidos para derrocar al presidente Manuel Zelaya en 2009. En Nicaragua la violencia de Estado se ha desbordado, enfrentando a opositores del gobierno de Daniel Ortega, lo que ha generado crecientes desplazamientos forzados por violencia política.

Lo que vemos entonces en Centroamérica son los saldos de sociedades con desigualdad extrema, pobreza, desempleo, violencia social, violencia exacerbada de pandillas y del narcotráfico. Existe una historia de creciente emigración a los Estados Unidos, y México ha sido lugar de tránsito, pero también, cada vez más – ante los férreos controles en la frontera norte- se ha ido constituyendo como un lugar de destino.

A grandes rasgos, este es el contexto que subyace a la problemática de la migración centroamericana, visibilizada a través de los medios de información y de las redes sociales, al dar seguimiento a la denominada caravana integrada por unas siete mil personas mayoritariamente  originarias de Honduras, quienes partieron el pasado 13 de octubre de San Pedro Sula.

La caravana logró cruzar la frontera con Guatemala y posteriormente la frontera con México, después de enfrentar a fuerzas policiacas federales que intentaron retenerla. Han sido impactantes las imágenes de niños, mujeres, hombres, familias enteras, con bebés de brazos, cruzando el río Suchiate en balsas improvisadas. Quienes  solicitaron refugio en el país fueron trasladados a las instalaciones de la feria en la Ciudad de Tapachula, en donde esperan la resolución de su trámite. Autoridades del Instituto Nacional de Migración informaron que unas mil 700 personas han solicitado refugio y unas 500 más solicitaron el retorno asistido a su país de origen.

La caravana construyó una estructura auto organizativa, con jóvenes que se han encargado de definir la ruta a seguir, organizando la interlocución con la prensa y con las organizaciones locales e internacionales. En el parque central de Tapachula, se escucharon conversaciones de centroamericanos radicados en la región del Soconusco, que integrados a la caravana,  se preguntaban si ya llevaría la mitad del camino hacia su destino. En el camino a Huixtla, unos jóvenes preguntaron, ¿falta mucho para llegar? Faltaban 20 kilómetros y eran las cinco de la tarde, por lo que fue evidente el desánimo al escuchar que aún había que caminar buen trecho. Otros más preguntaban qué tanto faltaba para llegar a Estados Unidos.

Los miembros de una familia centroamericana que se integró a la caravana a su paso por Ciudad Hidalgo, donde llevan asentados 12 años, comentaron que el ingreso económico del padre, dedicado a la albañilería, no es suficiente para mantener a sus  cuatro hijos. Se mostraron muy confiados de que podrán llegar a los Estados Unidos, aun sin tener idea de la distancia a recorrer. En Huixtla, madres de desaparecidos centroamericanos que cada año realizan un recorrido por nuestro país, en la búsqueda de sus hijos e hijas, se solidarizaron con los integrantes de la caravana el día 24 de octubre, recordándonos que la violencia no tiene fronteras.

Esta caravana ha seguido su recorrido por cada una de las poblaciones fronterizas, avanzando hacia el estado de Oaxaca, para posteriormente hacerlo hacia la Ciudad de México y al norte del país. Dos situaciones han sido visibles durante esta caminata, por un lado, la solidaridad de las personas residentes en cada lugar de paso, de organizaciones de la sociedad civil y de diversas iglesias, ofreciendo alimentos, ropa, medicinas, enseres diversos. Por otro lado, los abundantes comentarios que descalifican la acción de los migrantes centroamericanos, algunos de ellos rayando en actitudes de racismo y xenofobia.

Es claro que tanto política como simbólicamente ningún gobierno puede permitir que se genere una imagen de pérdida de control de sus fronteras, pero el asunto aquí es que el gobierno mexicano ha priorizado las medidas policiacas como respuesta a la caravana de migrantes. Lo mismo ha sucedido con un segundo grupo organizado, aproximadamente de unas dos mil personas, ahora sobre todo de nacionalidad salvadoreña, quienes cruzaron la frontera el día 28 de octubre. En este marco, el Programa del gobierno federal “México es tu casa”, difundido el 27 de octubre, fue rechazado por los integrantes de la caravana, al estar acotado a quienes se mantengan en los estados de Chiapas y Oaxaca y realicen una solicitud de refugio.

Evidentemente, la caravana representa un hecho de coyuntura, ya que como se ha dicho no es nueva la migración  centroamericana. Lo inédito de esta circunstancia es que quienes migran hayan optado por visibilizar la vulnerabilidad de sus vidas, apostando a viajar en grupo, situación que esperan les garantice cierta seguridad frente a probables abusos y violaciones de sus derechos. En años anteriores y durante el mes de abril del presente año se realizaron otras caravanas de migrantes hacia Estados Unidos, sin embargo, ¿qué fue lo que posibilitó que este año las cosas escalaran a nivel internacional? ¿Por qué el presidente Trump ha salido furibundo – lo cual tampoco es de extrañarse – a reclamarle al Estado mexicano que detenga el paso de la caravana de migrantes?

Se dice que en política no hay coincidencias, es preciso recordar que en el mes de noviembre se realizarán elecciones intermedias en los Estados Unidos, y este elemento ha dado pie para hablar tanto sobre los efectos electorales de la caravana como sobre los promotores de la misma. Y es que ésta llega en un momento en que el partido republicano podría perder la mayoría en la cámara de representantes, y una manera de movilizar a los electores la constituye el promover el discurso de odio que ha fomentado el presidente norteamericano. Estamos ante un panorama internacional complejo, donde el fantasma del terrorismo y de la xenofobia es utilizado como plataforma electoral no solamente en los Estados Unidos.

Por otro lado, en México nos encontramos ante una histórica transición de gobierno, a menos de un mes de que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador se convierta en el presidente constitucional mexicano. López Obrador ha afirmado que su gobierno otorgará visas de trabajo a los migrantes centroamericanos, incluso ha mencionado al Tren Maya, uno de los proyectos prioritarios de su gobierno para el sureste (que ha dicho se llevará a consulta) como posible destino laboral.

Quizá este anuncio genere elevadas expectativas para parte de la población centroamericana que ve el ingreso a México como una posibilidad para cambiar su vida, o bien, como lugar de paso en tanto intenta cruzar hacia Estados Unidos. El gobierno entrante tiene la tarea de evitar el desborde de la problemática, ya que simultáneamente habrá que atender los urgentes problemas nacionales, en un país que también tiene a mucha de su población viviendo en condiciones de pobreza y donde hay regiones que enfrentan una violencia social exacerbada.

Al continuar asumiendo como política de Estado que la migración atenta contra la seguridad nacional, se tiende a criminalizar a las personas que han tenido que desplazarse forzosamente. Ésta transición es una buena oportunidad para que el gobierno entrante proponga un cambio en la política migratoria, evitando continuar respondiendo con una lógica de securitización ante una problemática que tiene dimensiones humanitarias, sobre todo cuando la población es particularmente vulnerable. En estas condiciones, devolverlos a su país es enfrentar a esta población a posibles abusos y violaciones a sus derechos de los que precisamente están huyendo.

El nuevo gobierno tendrá necesariamente que recomponer las relaciones con sus pares en la región, construyendo al mismo tiempo una agenda multilateral que pueda generar equilibrios en la relación con el vecino del norte, que ahora ha amenazado con militarizar la frontera y ha chantajeado a los gobiernos centroamericanos con retirar la ayuda económica a sus países si no actúan en el sentido que lo ordena. Y por supuesto que dichos gobiernos tienen la obligación de sentar las bases para combatir las causas estructurales que generan estos procesos de expulsión de su población. En esta encrucijada México tiene la oportunidad histórica de retomar el liderazgo regional que lo distinguiera en épocas pasadas…

(1) Colaboradora del Observatorio por las Democracias

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