El saqueo

Miguel Zebadúa Carboney

Protestas en Chiapas, contra el aumento al precio de la gasolina. Foto: Cortesía

Desde el inusual y rápido reconocimiento hecho al candidato vencedor de parte de sus adversarios en un país donde la ley electoral no es un orgullo nacional ni la cultura política de reconocer al vencedor -como si ocurre en las democracias liberales- es la fuente de una tradición política mexicana -interpretada erróneamente como “la transición a la democracia”- se notaban algunas cosas que tomaban una dirección distinta. El fraude electoral desapareció del vocabulario cotidiano y el El Tribunal Electoral no tuvo exceso de chamba.

El presidente ha llegado como un necesario azote para la cleptocracia (el gobierno de los ladrones) que han hecho sexenio tras sexenio, del Estado, del gobierno y todo el régimen político, su mina de oro permitida para saquear prácticamente todo el país, como lo ocurrido con la gasolina y tal vez en otros lugares del iceberg corrupto, herencia de la derecha panista y  priísta. Una maquinación voluntariamente no para gobernar para el bien común, sino para hacer del gobierno un negocio. Por esta razón, el robo a PEMEX ha sido el negocio muy abusivo y podría ser considerado como una traición a la patria. No les bastó a los priístas y panistas haber subastado a PEMEX al capital transnacional sin consultar a nadie. Aún faltaba lo que ocurría oculto debajo de la tierra: chupar y contrabandear gasolina. Expresidentes lo sabían pero negocios son negocios… hasta en las guarderías. ¿Y la luz?, ¿y el agua?

Tampoco se ha asimilado  la llegada de un gobierno de izquierda. Hay una especie de excepticismo  en niveles de la clase media y parece no ser de su agradado tanto el discurso como la acción políticas del nuevo gobierno. Es que el presidente no habla inglés, no egresó de universidades gringas, no tiene gusto, se come la s. No proyecta una ostentación de rico a la fuerza.

Por ello la avalancha de críticas contra el gobierno acerca de la cuestión Venezuela, desde prácticamente todos los frentes de los medios que antes no expresaban lo que ahora hacen contra el gobierno en turno porque éste lo permite. Esas expresiones clasistas, agresivas y despreciativa contra el gobierno venezolano, también tienen están con los migrantes, con la actriz indígena. Son los “otros” que no se habían visibilizado en la visión cercenada del racismo, contra los gobiernos de izquierda, contra un presidente obrero o un indígena. Como si los tiempos de la guerra fría no hubiesen ido. Ha sido demasiado y ahora es el tiempo de la revancha de la “derecha exterminadora” como lo denomina el sociólogo Robinson Salazar. Es la expresión de la aporofobia (odio, miedo, rechazo a los pobres), que en algunos casos camina una vez más, hacia el lado derecho de la historia. Algo denominado por la filósofa alemana Carolin Emcke “la normalización del odio”, precisamente en el contexto del resurgimiento de la extrema derecha en su país y en Europa.

Desde surgimiento de comunismo no se había visto una feroz cruzada como la que hoy manifiestan muchas voces en el caso venezolano. No se oye un tono alto contra los millones de pesos perdidos durante muchos años. ¡No hay tal asombro de la derecha venezolana al llamar a los militares a rebelarse contra su presidente! El arte de gobernar hizo de México ser nuevamente saqueado ahora no por el colonialismo español: por los algunos “mexicanos” que ni por asomo se sonrojan si acaso serán señalados por la historia.

*Politólogo

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