Estampitas olímpicas: Derecha la flecha

Por Germán Martínez Aceves/ Cada ciclo olímpico muchos nos reunimos frente a las pantallas para disfrutar las hazañas de mujeres y hombres atletas que mantienen firme el objetivo de romper los límites de la altitud, de la fuerza, de la velocidad.

En el festín de las disciplinas nos convertimos en “expertos” de la noche a la mañana en deportes que no son populares ni se practican masivamente en el país. Sin ir más lejos, el aficionado mexicano promedio habla de futbol los 365 días del año y una buena parte lo practica. Un balón rueda por los barrios, por las calles o por las canchas diversas de cemento, tierra y pasto. De la más divertida cascarita hasta los estadios, el balompié es parte de la cotidianidad.

Sin embargo, el futbol mexicano en la historia de las Olimpiadas es discreto. Solo de manera extraordinaria se obtuvo la medalla de oro en Londres 2012 bajo el mando de Luis Fernando Tena. Un país tan futbolero debería de estar siempre entre el cuadro de honor de los deportes mundiales. Lo mismo sucede con deportes como el beisbol, convertido ahora sexenalmente como prioridad deportiva nacional, o el basquetbol.

El censo deportivo mexicano supondría que tendríamos satisfacciones olímpicas cada cuatro años en futbol, beisbol o basquetbol. No es así. El olimpismo moderno registra a México en el medallero histórico con disciplinas como clavados, natación, atletismo, boxeo, taekwondo, halterofilia, tiro con arco, equitación, esgrima, ciclismo, lucha grecorromana, pentatlón moderno y, ya en tiempos lejanos, en polo, tiro con rifle y basquetbol. En total: 69 medallas; 13 de oro, 24 de plata y 32 de bronce.

La número 70 se obtuvo en Tokio 2020 y llegó vía tiro con arco gracias a las habilidades de Alejandra Valencia, de Hermosillo, Sonora, y de Luis Álvarez El Abuelo, de Mexicali, Baja California.

El tiro con arco, deporte nada popular, ha venido creciendo en el interés nacional gracias a la destacada participación de las arqueras mexicanas en las Olimpiadas de Londres 2012 con la medalla de plata que ganó Aída Román y la de bronce que obtuvo Mariana Avitia. Sin perder de vista a una histórica en la disciplina: Aurora Bretón.

De pronto, en los albores de Tokio 2020, el interés nacional se centra en la competición de tiro con arco. En nuestra madrugada empiezan a llegar las notificaciones de las redes sociales de que la pareja de arqueros compuesta por Alejandra y El Abuelo, avanzan. Tienen su enfrentamiento con los coreanos a quienes no pueden vencer. La precisión y la templanza no los acompañaron y tuvieron que disputar la medalla de bronce con el dúo de Turquía formado por Yasemin Anagoz y Mete Gazoz.  

Y ahí estábamos pendientes con esa sensación especial que causa el tiro con arco, el deporte que nos conecta con los arqueros y hace que nos pongamos en sus zapatos para vivir en cada disparo el nervio y la expectativa de mirar a la flecha dar en el blanco.

Cada set con tres flechas para tirar por arquero es un perfecto manojo de nervios. Las sumas de puntos activan las matemáticas y el cerebro se pone a trabajar las probabilidades a altas horas de la madrugada.

Casi sin fallos, los cuatro competidores realizan sus tiros que dan en el área amarilla de 10 y 9 puntos o en la roja, de 8 y 7 puntos. Ni pensar en el área azul, la de más baja puntuación y, sin embargo, El Abuelo coopera al drama y hace un disparo infame. Su error lo recupera con entereza que, aunado al aplomo de Alejandra, logran vencer a la pareja turca.

¿De dónde nos nació ser buenos arqueros?

Es muy probable que nuestros genes tengan muy presente la información de los pueblos nómadas que cazaban con arco y flecha. Práctica ancestral milenaria, paleolítica.

Los griegos le dieron su toque mitológico con Artemisa que para los romanos fue Diana, la cazadora, que a través de los siglos sería uno de los principales monumentos y símbolo de la Ciudad de México. Es en honor de esta diosa que el tiro certero se llame diana.

En Europa, sobre todo en la época medieval, las legiones de flechadores eran la infantería en las batallas. Entre los pueblos, las leyendas de los héroes como Guillermo Tell o Robin Hood ponían en lo más alto las virtudes del buen flechador.

En nuestro continente, los pueblos mesoamericanos tenían al arco y la flecha como armas principales, mismas con las que combatieron a los españoles cuando llegaron a nuestro continente.

Y los africanos, ni qué decir, hábiles también con el arco y la flecha tanto para la caza como para las guerras tribales.

Hay en toda práctica humana ya sea para supervivencia, alimentación o defensa, un toque místico, como el que asume el arquero zen a través del kyuodo (arco y flecha japonés) y que el filósofo alemán, Eugene Herrigel, describe su esencia: “El arquero se detiene para ser consciente de sí mismo, como quien está comprometido a golpear el centro de la diana a la que se enfrenta. Este estado de inconsciencia se realiza solo cuando, completamente vacío y librado a sí mismo, se convierte en el único que tiene la perfecta habilidad técnica, y aun así hay una suerte de orden diferente que no se puede lograr por ningún estudio progresivo del arte”.

Ello nos acerca más al deporte donde el buen tirador practica de manera constante para dar en el blanco. Domina la distancia, la precisión, el ritmo, la templanza, la fuerza, el viento. Mirada de halcón. Donde pone el ojo pone la flecha.

En los brazos tensos para apuntalar y flexibles para disparar, las mejillas que contienen la tensión y los pies bien firmes en tierra, Alejandra y El Abuelo nos llevaron del nervio a la felicidad a través del portento ergonómico de los arcos (toda una belleza de ingeniería) y ese vuelo vibrante de la flecha que corta el viento, que recorre el espacio con velocidad y fuerza en busca del blanco perfecto.

Pasarán las Olimpiadas de Tokio 2020 y de nueva cuenta en el país el balón rodará en la mayoría del imaginario de los aficionados, pero ¿cuántos se motivarán por el arco y la flecha? ¿Cuántos lograrán la disciplina, la templanza y la prudencia para dar justo en el blanco? ¿Cómo aprender a ser certero como arquero en medio del caos? A veces, ni Cupido atina la flecha en el mar del desamor. Lo cierto es que se ha formado ya una generación de arqueras y arqueros mexicanos que apuntan a conseguir más medallas en las justas olímpicas.

 

 

 

 

 

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