Derrotas pírricas y lecciones humanas

Por Raciel D. Martínez Gómez

 

En todo su derecho está la llamada opinión pública para evaluar el desempeño de la representación mexicana que ganó cuatro medallas de bronce y quedó en el lugar 84 de los 204 países registrados en el Comité Olímpico Internacional (COI).

Según la perspectiva histórica, México tuvo su participación más discreta desde Atlanta 1996. No se llevó ningún oro y, a cambio, tuvo varios cuartos lugares (algunos obtenidos de forma pírrica) que supieron a triunfo por el contexto de dificultad y competencia de cada uno de los deportes en los que se consiguió avanzar, como Alexa Moreno en la gimnasia artística en el salto de caballo.

Los expertos traducen su participación como estupenda, sin precedente, ya que México nunca había destacado en la disciplina; aparte, la polémica que se desató por lo cerrado de las calificaciones, donde Alexa sumó 14.716 unidades por 14.733 puntos del tercer lugar, agrega valor a lo hecho por ella.

El bronce del futbol tuvo instantes dorados, sin duda. No demerito lo alcanzado en Londres 2012 por la selección de Luis Fernando Tena que se llevó el primer sitio, pero el equipo de Jaime Lozano alcanzó lapsos para codearse con el oro, además de que me parece que en Londres no hubo el nivel de esta España que ganó plata y el mismo Brasil de Tokio es superior.

Los primeros diez en la lista general son los de siempre, salvo Rusia que no participó castigada por dopaje. En la punta del medallero se encuentra Estados Unidos, apenas una presea más que China. Siguen Japón, Reino Unido, Comité Olímpico Ruso, Australia, Países Bajos, Francia, Alemania e Italia.

Digamos que esa lógica del poder de la geopolítica no ha sufrido cisma, no se mueven dramáticamente las posiciones del top ten. Todavía así, sí es muy diferente que antes arrasaban y ahora les cuesta muchísimo trabajo mantener su hegemonía que, en múltiples muestras, ya está repartida: es claro que hay un notable equilibrio de fuerzas como en el atletismo.

De tal manera, Japón y Reino Unido no quedaron rezagados frente a EU y China que anteriormente triplicaban el número de medallas. Y nuevos actores adquieren un protagonismo especial: se consolida Kenia, reinas y reyes en las pruebas de fondo (las diez medallas están repartidas: 5 mujeres y 5 hombres), aparece Noruega con el récord de 400 metros con vallas varonil (a mi gusto el más impresionante de la justa), y la presencia de naciones como Polonia y aunque no en el nivel acostumbrado, pero ahí está Cuba con su estoica política deportiva.

Por otra parte, sorprende que Irán esté en el lugar 27 con siete medallas (cuatro en lucha). Qatar en 41, con tres, dos de oro. Bahamas obtuvo dos y Venezuela ganó una dorada. Hong Kong y Filipinas tienen un oro respectivo. Arriba de México quedaron también Fiji (con menos de 900 mil habitantes, oro en rugby masculino), Letonia, Bermudas (oro en triatlón femenino) y Puerto Rico (oro en 100 metros con vallas femenino).

Con medalla de plata mencionamos a Argentina, San Marino, Jordania, Malasia, Nigeria, Turkmenistán, Macedonia, Namibia, Lituania, Bahrein y Arabia Saudita. Todos ellos antes que México.

También es evidente que el purismo amateur en muchos deportes ya no se sostiene. Coincidente con el achicamiento de los estados nación en donde el deporte recibe menos apoyo, los estados liberales han encontrado esquemas de patrocinio y financiamiento en beneficio de las disciplinas que suben en calidad.

Asimismo, Tokio 2020 nos enseñó que las fronteras están cada vez más caducas: triunfan la diáspora, la migración de segunda y tercera generaciones y hasta ciudadanías universales que permiten desencializar la noción de espacio y tiempo. Las chicas mexicanas del softbol, que se equivocaron para ojos de corrección política, son ejemplo de cómo las culturas, para pronunciarse, no necesitan de un territorio determinado, pues se desarrollan fuera de los límites donde se concibieron en una época dorada.

Habrá que reconocer la difícil circunstancia de la pandemia y la falta de apoyos en algunos deportes. En lasdisciplinas que, de plano, se esperaba más, fueron los propios clavados, tiro con arco y béisbol (se califica de ridículo), y la crisis que se vive tanto en el taekwondo como en el box merecen una explicación diferenciada.

El deporte mexicano no necesariamente tiene que tirar al bebé con el agua sucia. Una gran cantidad de reproches emergen de ínfulas patrioteras y pierden de vista las condiciones en que se desarrollan las disciplinas.

En todo caso miremos a Tokio como esa experiencia humana que nos recuerda, insisto, que podemos ser gente menos peor. Tras un atleta hay una persona que nos da un mensaje: la remontada de Sifan Hassan, Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim compartieron el oro, el salto triple de Yulimar Rojas, Quinn la futbolista transgénero, Tom Daley tejiendo en la alberca o Simone Biles anteponiendo su salud mental.

Se trata del espíritu olímpico que vamos a extrañar con todo el romanticismo que se despliega cada cuatro años. Adiós, con Rut Castillo, abiertamente LGBT+, a ritmo de “El triste”…

 

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