¿Por qué la Lucha Libre no podría ser Deporte Olímpico?

Por Jorge Rosendo Negroe Alvarez

En estos tiempos donde todos los medios de comunicación hablan de las Olimpiadas (y del COVID), se me ocurrió la pregunta que titula esta nota, misma que aunque suene a chiste en realidad tiene mucha trascendencia cultural, pues México y Japón son los únicos países donde se practica profesionalmente la Lucha Libre enmascarada como la conocemos. Estados Unidos, España e Inglaterra tienen su propia variante que es más espectacular y violenta.

Pese a esto, la Lucha Olímpica y la Grecorromana sí son tomadas en cuenta en las Olimpiadas, estos deportes tienen como base la utilización de diversas llaves para someter al contrario, algo que también ocurre en la Lucha Libre. Desde esta lógica saldría la pregunta ¿Entonces por qué no aceptarían a la Lucha Libre? Y la respuesta tiene varios puntos que analizar:

Primero podríamos hablar de lo más básico: el concepto de deporte, el cual más allá del ejercicio y el juego, requiere de reglas que diferencien a ganadores de perdedores. El teórico argentino Pablo Alabarces expresa que el deporte actual se trata de un invento inglés del siglo XIX, el cual buscaba disciplinar el cuerpo, prepararlo para la guerra y servir de pasatiempo a las clases altas con suficiente tiempo libre. Es justamente esa obsesión por los récords lo que le dio el sentido moderno que vemos actualmente en los diversos encuentros deportivos.

Al menos en el caso de las Olimpiadas, la aceptación o no de los deportes es determinado por el Comité Olímpico Internacional (COI), quienes piden como requisito que éste sea ampliamente practicado en un mínimo de 75 países en 4 continentes por hombres y/o en un mínimo de 40 países con 3 continentes por mujeres. Además de que la propuesta deportiva deberá ser aceptada al menos 7 años antes de que se comience a practicar en Juegos Olímpicos. Lo que evidentemente no se cumple en el caso de la Lucha Libre.

Después habría que ver el tipo de competición que existe en la Lucha Libre, que si bien se maneja dentro del concepto dual de la batalla del bien contra el mal (rudos vs técnicos), en realidad si dista mucho del discurso hollywoodense, porque aquí si llegan a ganar “los malos”, provocando alabanzas en cierto sector del público.

Además, en contraposición a sus versiones aceptadas por el COI el uso de saltos y acrobacias (que le dan mucho brillo y emoción) requiere de un trabajo coordinado de cooperación entre rivales, el cual en ciertas ocasiones cae en la permisión de apoyar a ganar al contrario o de “dejarse vencer” con el fin de crear un show que entretenga al público (ojo, no en todas las peleas ocurre así). Esto rompe con la tradicional visión Olímpica de la competición, la jerarquización y el esfuerzo por ser el mejor del mundo (al menos durante cuatro años).

El antropólogo Niko Besnier comenta que la decisión de considerar o no deporte a alguna actividad es una decisión cargada de supuestos culturales y políticos. Lo cual se evidencia cuando se le pregunta a casi cualquier mexicano si la Lucha Libre es un deporte, pues la mayoría de las respuestas serían “sí”, lo mismo ocurre en Japón.

Este vínculo de nuestro país y el del Sol Naciente ha provocado un intercambio de luchadores entre continentes, destacando en México los nipones: “Gran Hamada”, “Último Dragón”, “Tiger Mask”, “Kenzo Suzuki” y más recientemente “Shinsuke Nakamura”, “Naito”, “Hiromu Takahashi” y “Okumura”. Mientras que en Asia han viajado mexicanos como “Perro Aguayo”, “Huracán Ramírez”, algunos de los “Villano”, “Fishman”, “Negro Casas”, entre otros.

Pero los nacionales que han triunfado coronándose campeones, en distintos momentos, de la empresa New Japan Pro Wrestling (el equivalente a nuestra AAA) son: La Sombra, Juventud Guerrera, Místico, Dragon Lee, y Dr. Wagner Jr.

Los productos culturales también ayudaron a enraizar la Lucha Libre en ambos países, pues gracias a las historietas y películas se volvieron famosos El Santo, Blue Demon, Tinieblas y más luchadores, siendo considerados ídolos por la misma población. Ocurrió algo similar en Japón con las mangas y cintas de Tiger Mask, un héroe dentro y fuera de los cuadriláteros. Pero Mil Máscaras, es el caso más representativo de un gladiador que triunfó mediáticamente en los dos territorios, siendo reconocido tanto en Asia como en Latinoamérica.

Otra negativa Olímpica a las luchas sería que no las puede controlar el COI, pues no existe un organismo que las regule a nivel internacional, son más bien varias federaciones las que conviven, intercambiando incluso luchadores en algunas ocasiones. Este último es un punto que me señalaban tanto el luchador poblano “Ícaro” como el xalapeño “Eslabón Perdido” cuando les pregunté al respecto, además comentaron que las bondades de tener un órgano mundial legitimaria la Lucha Libre, universalizando su práctica y agregándoles ese aura de competencia que hace falta para estar en las Olimpiadas. El precio que se tendría que pagar sería el de ajustarse al esquema, a las modificaciones y al control del COI.

Pese a esto, “Eslabón Perdido” afirmó que “un luchador tiene la misma capacidad física que cualquier otro atleta de alto rendimiento… sería interesante que se tomaran acciones para incluirlo en la justa Olímpica”. Con luchadores japoneses no pude platicar, pero no creo que les disguste pelear una medalla cada cuatro años.

Finalmente, Villamandos expresa que en los últimos años el COI ha restringido la participación a un máximo de 28 deportes, con un total de más de 300 pruebas y 10.500 competidores, lo que según él se traduce en que “para que un nuevo deporte acceda a formar parte de unos Juegos Olímpicos debería de salir uno de los que está en el programa”.

Como vemos, son varias las razones en contra para que la Lucha Libre tenga representación Olímpica, sin embargo, es una actividad que tanto en la práctica como en el consumo (y sobre todo en este último) se ha convertido en parte de la cultura popular, siendo una conexión del pueblo mexicano con el japonés.

Para terminar, hay un documental que nos ayudará a profundizar mejor en esta convergencia mexa-nipona, se trata de “Arigato Neza”, proyecto de investigación de Ana Álvarez Velasco realizado en conjunto con el Instituto Mexicano de Cinematografía, el cual versa sobre la historia de un japonés que llegó a Neza para aprender Lucha Libre y la de una luchadora mexicana que se volvió estrella en Japón, luego de vivir 15 años ahí. Ambas historias se conectan además por el espacio donde se desarrollan: la Arena Azteca Budokan de Nezahualcóyotl y la Nippon Budokan en Tokio, ambas conectadas simbólicamente.

 

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