Semáforo Rojo ¿De verdad?

Por Gerardo González Figueroa

 

Las vacunas son en general, fuente de esperanza a la pronta reinserción a la vida social, quizá no la misma, pero sí muy parecida.

No dudo y así lo estamos viviendo de que el miedo y la angustia por esta pandemia nos consume. Vivimos en la incertidumbre ¿cuándo nos toca? ¿será que no me voy a infectar?  ¿será grave? Muchas son las preguntas, que las respuestas se pierden en la incertidumbre. En mi experiencia he preferido la ruta pedagógica de que todos los días aprendemos del virus y de la enfermedad, así como del comportamiento hacia ella.

Ya se ha llevado la infección más de un año, la gente cansada dejó de cuidarse, en muchos casos el dilema de comer o quedarse en casa, pero también la desinformación nos paraliza.

También la pandemia en el país, pero casi en todo el mundo ha sido motivo de disputas políticas, hay una lucha por las cifras, por las maneras de enfrentarla, y ahora por motivo de las vacunas.

La opinión pública en redes es despiadada, pero a la vez o desinformada o excesivamente informada, por lo que ha traído confusión, y por desgracia rechazo a comprender el origen y el desarrollo del virus.

La experiencia de estos meses ha sido triste por la ausencia de compañeras y compañeros que, eso pienso, no debieron morir, pero también debemos ver de forma alentadora, ya que, en las desgracias, la gente hace cosas solidarias, comprometidas.

México hemos sostenido está en crisis, su sistema de salud, como se llame, no tiene capacidad de atender los principales problemas de salud, ha hecho y hace lo posible, pero siempre es carente, así como poco empático y solidario.

Las profesiones de la salud, conforme se hacen más especialistas dejan de lado lo esencial de la profesión que es la relación médico-paciente. Esta relación es ética, y a la vez humana.

La pandemia de la que muchas gentes no creen, por diversos motivos, es tan real que lo vemos a nivel mundial, así, como olas de mar que suben y bajan, es decir contagia rápidamente, pero con el transcurso de esta, su velocidad no es la misma.

Las vacunas han sido importantes en la defensa en contra de enfermedades, pero desconocer que hoy en día son un gran negocio, es faltar a la verdad.

México tuvo meses en donde la infección se hizo muy lenta, pero no desapareció, y ese es el asunto que, en el ámbito de la opinión pública, generó una actitud de poco cuidado del entorno y la actitud hacia la infección.

En ese contexto aparecieron las vacunas. Hay que recordar (nos), que la salud hoy en día es un negocio. Para explicarnos esto, en el caso de medicamentos y vacunas, usamos el término “medicalización”, el cual lo asociamos a la mercantilización de la vida: “estamos sanos en la medida en que tenemos acceso a medicamentos”, y por ello hemos olvidado la importancia del ambiente que nos rodea, la alimentación que nos protege y hace fuerte, y de la misma educación, y otras condiciones como salarios justos, sin dejar de considerar el descanso y la actividad física.

Las vacunas son en general, fuente de esperanza a la pronta reinserción a la vida social, quizá no la misma, pero sí muy parecida. Sin embargo, otra vez, la mala información, la disputa entre una corriente antivacunas y los que sí aceptan las vacunas, teniendo en medio, la polaridad política.

La ciencia hay que criticarle muchas cosas, pero es evidente que aporta al conocimiento de nuestra realidad.

La ciencia hay que criticarle muchas cosas, pero es evidente que aporta al conocimiento de nuestra realidad. Las vacunas han sido importantes en la defensa en contra de enfermedades, pero desconocer que hoy en día son un gran negocio, es faltar a la verdad.

En la práctica como médico comunitario, la lucha por vacunar a la mayor parte de las personas sean niños, jóvenes y adultos no es nada fácil, quizá sea cómodo en las ciudades, pero a nivel rural-indígena es un gran reto, el sistema de salud es de grandes ciudades, en las zonas periféricas es algo inusitado el que existan vacunas, solo cuando hay campañas que muchas veces dejan rincones olvidados.

Hoy nos encontramos en una nueva ola de contagio, y así como en la primera escuchamos “mi primo”, “mi tía que trabaja en el hospital”, “las clínicas están saturadas”, “ya no hay medicamentos”, es un ejercicio insano en el que, de alguna manera, nadie nos salvamos.

Desde los primeros días de julio, se incrementaron casos desde la frontera de Chiapas, en Tapachula, Motozintla, Comitán. A mediados de julio ya se reportaba incremento en San Cristóbal, Tuxtla, y en lugares de los Altos como San Andrés, entre otros. Sin embargo, en mi caso, la atención de enfermos hacia fines de julio y de la primera quincena de agosto, los pacientes son de diversas regiones de Chiapas, oscilan las edades entre los cuatro a los 67 años, solo una persona falleció, mayor, con hipertensión, obesidad, y que no fue vacunada.

El resto fueron vacunados con Cansino, la mayoría, Sinovac, Pfizer y Astra Seneca, los casos son o han sido leves. Las pruebas que ha sido otra fuente de discusión, son de las llamadas pruebas rápidas, solo tres son de las que llamamos PCR, que en teoría tienen más certeza, digo en teoría, pues ahora hay algunos estudios que nos dicen que, ante la aparición de la variante delta, las pruebas PCR, no necesariamente la encuentran, en el caso de la salud comunitaria, la clínica es nuestra mejor arma, lo que significa que si tiene datos clínicos como dolor de cabeza, fiebre, dolor de cuerpo, dolor de garganta, tos, pérdida de olfato, es sin duda Sars Cov 2.

Una cuestión que considero producto de nuestra práctica “medicalizada” es el tratamiento. Esta pandemia es viral, solo requerimos tratarla con sintomáticos: dolor, fiebre, tos, sin embargo, se dan los llamados corticoesteroides, antivirales (que son más bien sintomáticos), y lo peor: ¡antibacterianos!

Como explicaba en el principio, la gente salió ante la baja velocidad, y en las redes denunciaban el llamado semáforo, en el caso de Chiapas verde, pero pocos ponen atención a las instrucciones en donde el semáforo nunca ha informado el que ya no exista la infección o que se salga a realizar actividades como reuniones o el uso de los espacios públicos y sí había que dejar de cuidarse, ya que es un instrumento que permite abrir o ir abriendo actividades que son esenciales.

Sin embargo, hay que preguntarse ¿por qué personas que no han tenido cuidado alguno como en los mercados, no se han contagiado? O ¿por qué no todas las personas se contagian si no han sido vacunadas o no hacen uso de cubrebocas y otras acciones preventivas?

Son preguntas de investigación que poco a poco trataremos de dar respuesta, pero es necesario entender la dinámica social en la que la pandemia como fenómeno biológico y social se desenvuelve.

Cada cuerpo tiene su propia dinámica, a ello, como técnica la medicina ofrece una forma de explicarlo y de atenderlo. Pero, y eso debe estar claro, la pandemia es asunto de la salud pública, es decir del uso de disciplinas como la epidemiología, que estudia el curso de las enfermedades y claro, de las disciplinas que atienden los problemas médicos como tal: medicina interna, neumología, virología, genetistas, cirugía, medicina crítica entre otras.

Sin embargo, para la atención a la infección la primera línea es la atención primaria, esto quiere decir que, la salud comunitaria (no solo la médica), en donde las y los trabajadores de salud hacen lo posible no solo para diagnosticarla, sino para atenderla para evitar la saturación de hospitales: ¿fracasamos? En parte, es una lucha desigual, afecta e impacta por nuestro estado de salud, por el entorno en que vivimos y porque el virus tiene altas tasas de contagio y letalidad.

México y Chiapas en particular expresan, por decirlo de otra manera, varias pandemias, no se ha comportado igual Ciudad de México y la entidad, en una la infección camina muy rápido, en la otra -Chiapas-, venía lentamente, ahora no, su velocidad es grande, pero a diferencia de las otras olas, ahora hay menos mortalidad, pero más casos de infección.

¿Todos mueren en casa? No, como tampoco en los hospitales, sin embargo, la infraestructura es apenas, o insuficiente.

Este semáforo verde nos debe enseñar que es necesaria la participación de la sociedad, y mayor compromiso del Estado, es importante pensar que las políticas públicas sean justas, sin exclusiones y para todas las personas quienes tienen el derecho no solo a la salud, sino a la protección y seguridad de vida, solo así una pandemia de este tipo tendría un costo menor. ¿Semáforo rojo?

 

Correo electrónico: ggonzalez@ecour.mx

 

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