Vueltas de tuerca en el exilio de nicaragüenses

Hormiga con Cordyceps. Fuente: https://educaina.com/insectos-zombis-infeccion-hongo-cordyceps/

Por Carlos de Jesús Gómez Abarca[i]

El Cordyceps, Ophiocordyceps unilateralis, es un hongo que habita en bosques tropicales y que sólo tiene el propósito de autopropagarse y dispersarse. Lo logra infectando a hormigas que buscan comida, a través de esporas que se adhieren y penetran en el exoesqueleto para poco a poco ir apoderándose de su cuerpo y su comportamiento. Mientras avanza la infección, la hormiga abandona el nido para trasladarse a un microclima más favorable para el desarrollo del hongo y esperar su muerte. Hacia el final, el hongo produce un cuerno en la base de la cabeza de la hormiga desde el cual se prepara para lanzar sus esporas a otras hormigas.[1]

El comportamiento del Cordyceps está presente las reflexiones de Alberto Ruy, en Los Sueños de la Serpiente, donde señala que es probable que las hormigas y otros insectos experimenten alucinaciones sobre un nido alternativo que las motiven a realizar cambios drásticos en su rutina, incluso recurriendo a formas de suicidio para poder facilitar sus condiciones de reproducción. A los neurólogos les ha interesado el método de ocupación selectiva de la espora en el cerebro y el sistema nervioso de las hormigas poseídas, han buscado establecer paralelos entre ellas y las conductas humanas y han intentado estudiar transformaciones similares en el cerebro de algunas personas, por ejemplo, el de militantes que defienden con fervor alguna causa política y que después han sido protagonistas de asesinatos masivos y dictaduras.

Como era de esperarse, trasladar las deducciones sobre el ciclo de vida del Cordyceps al campo de estudios del comportamiento humano pronto tuvo sus críticos, cayendo en descrédito y propiciando nuevas rutas de investigación. No obstante, como refiere Ruy, no deja de ofrecer una alegoría interesante para pensar algunas acciones humanas y la búsqueda de explicaciones alternativas. Esta alegoría nos invita a repensar las distintas percepciones del mundo, el papel de las creencias, las ideas, los valores, en resumen: las ideologías que orientan y justifican nuestras acciones.

Este rodeo nos permite a cuestionarnos sobre la forma en que se gestionan las diferencias, los disensos y los conflictos en muchas de nuestras sociedades, a través de la actuación de gobiernos con fuertes continuidades y retrocesos autoritarios. Tal es el caso de las acciones represivas que ha venido ejerciendo el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo que detonó las protestas masivas en 2018 y que ha obligado a decenas de miles de personas a salvaguardar su integridad en diferentes países.

En una comunicación pasada, referíamos cifras de 2021 que registraban el incremento de solicitudes de asilo y refugio de nicaragüenses, por motivo de persecución y violencia política, en países de América y Europa, destacando Estados Unidos, Costa Rica, México y España.[2] En lo que va del año 2023, dos acontecimientos se han suscitado que van a influir en el desplazamiento forzado de estas personas y la vida social de Nicaragua.

El 5 de enero, el Departamento de Seguridad de los Estados Unidos anunció, por un lado, que incluirían a migrantes de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití a las nacionalidades que no recibiría en su frontera terrestre sur, así como su inmediata expulsión a México, y, por otro, que extenderían el “parole humanitario” a personas de estas nacionalidades, por lo que se aceptaría a 30 mil migrantes al mes, repartidos entre personas de estos cuatro países. Se trata de la actualización de un programa de permisos temporales que ya existía para ucranianos y que desde el mes de octubre se incrementó para los venezolanos.[3]

El pasado 9 de febrero el gobierno orteguista liberó de manera unilateral y sin previo aviso a 222 de los 245 presos políticos que tiene el país, incluido un ciudadano estadounidense. Acto seguido, el Estado nicaragüense los desterró, declarándolos apátridas, en un avión con destino a Washington. Los recién liberados son políticos, periodistas, religiosos, empresarios, activistas y estudiantes arrestados en los últimos años, mantenidos en condiciones insalubres y sin llevar un debido proceso. El gobierno de Ortega ha justificado estos actos argumentando que se trata de personas que estaban presas por “menoscabar la independencia, la soberanía y la autodeterminación del pueblo, por incitar a la violencia, al terrorismo y a la desestabilización económica”.

Profundizar en las ideologías, motivaciones e intereses que subyacen en estos acontecimientos desde luego es una tarea de mayor alcance. No obstante, es fundamental reflexionar y abrir preguntas sobre la “nueva” gestión que el gobierno de los Estados Unidos persigue con el “reasentamiento de refugiados” a través de la actualización del “parole humanitario”, en un contexto en el que salta a la luz los números récord en décadas de migrantes, “motivados en su mayor parte por un nuevo éxodo sin precedentes de migrantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela”.[4]

En el caso de las personas desterradas en las semanas pasadas. En conferencia de prensa Ortega negó que la liberación de presos políticos fuera parte de un acuerdo político con el gobierno de Estados Unidos, destacando que fue un acto de honor, dignidad y patriotismo devolver a Estados Unidos a “traidores”, “golpistas” y “mercenarios” que tuvo el objetivo de asegurar la paz. Por otra parte, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, celebró esta liberación de presos políticos en Nicaragua señalando que esto podría abrir el camino para el diálogo con el presidente Daniel Ortega.[5] Autoridades estadounidenses también confirmaron que se trató de una decisión unilateral, celebrando la liberación de todas estas personas como un paso indispensable para buscar nuevas vías democráticas en Nicaragua.

Más allá de estas pugnas ideológicas y de estrategias geopolíticas, es importante no perder de vista que estos dos acontecimientos representan nuevas vueltas de tuerca en las condiciones con que se experimentará la movilidad forzada y el exilio, la población nicaragüense en los próximos meses. El primero producirá efectos en el número de personas que gestionen su entrada hacia los Estados Unidos, incluso no cumpliendo con el conjunto de requisitos establecidos para ello. Por otro lado, la deportación y despatriación de 222 nicaragüenses marca la continuidad y la exacerbación de las represalias represivas del gobierno de Ortega en contra de sus detractores, quienes han sido despojados de su nacionalidad y de sus pertinencias. Los efectos de todas estas acciones los iremos observando en el corto plazo.

] Profesor-Investigador del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, integrante del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica.

[1] https://www.nationalgeographic.es/video/tv/este-hongo-parasito-convierte-los-insectos-en-zombis-su-merced

[2] https://www.academia.edu/97358502/Viajar_con_maletas_ligeras_el_nuevo_exilio_nicarag%C3%BCense

[3] https://www.confidencial.digital/migrantes/paso-a-paso-como-aplicar-al-parole-humanitario-de-estados-unidos/

[4] https://www.sandiegouniontribune.com/en-espanol/primera-plana/articulo/2023-01-05/eeuu-aceptara-a-30-mil-migrantes-al-mes-de-venezuela-cuba-nicaragua-y-haiti

[5] https://elpais.com/internacional/2023-02-09/el-regimen-de-daniel-ortega-libera-a-mas-de-200-presos-politicos-y-los-destierra-en-estados-unidos.html

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