¿Cuánto cuesta la visa gringa?

Cruzando la frontera México-EU. Foto: Omar Saucedo / Vanguardia

Por Carlos Mauricio Hernández * 

La política migratoria de Estados Unidos contra México, Guatemala, Honduras, El Salvador y otros países considerados por esa unión de Estados del norte de América con poblaciones potencialmente en riesgo de migración irregular hacia su territorio tiene grandes costos que se expresan en dinero, en dramas humanos, en violaciones de todo tipo y en muertes violentas. El 27 de marzo recién pasado con el incendio en un centro de detención contra migrantes en Ciudad Juárez testificó esta aseveración. Han muerto una cuarentena de personas originarias en su mayoría de Centroamérica. La noticia causó revuelo internacional, pero en la cotidianidad de la ruta migrante en México suceden situaciones similares que no tienen cobertura mediática.

¿Quiénes son los grandes promotores y/o cómplices de estas tragedias mediáticas o no mediáticas? Analizado el fenómeno desde la categoría ética del “Principio de la gravedad del mal”, donde se busca determinar responsabilidades o culpabilidad a partir del axioma siguiente: entre mayor sea el daño causado menos culpa puede mitigarse o eximir de responsabilidad. El procedimiento implica tener presente tres criterios: 1. El grado de participación u omisión en una acción que ha causado o un daño o un mal; 2. Tener conocimiento del daño o mal que se causa; 3. Omitir o actuar por voluntad propia en una acción que causa un daño o un mal específico.

Desde esta categoría el grado de responsabilidad (culpabilidad) se reparte entre distintos actores involucrados en la tragedia constante alrededor de la migración hacia Estados Unidos. Más de alguien en México –o cualquier otra parte– pensará “¿por qué si es tan peligroso migrar hacia Estados Unidos mejor no se quedan en sus países de origen?” como si la mayor culpa recayera en quienes toman la decisión de migrar. Sobre este punto invito a quienes tienen ese pensamiento que tengan en cuenta al menos dos aspectos. El primero, un dicho mexicano “la necesidad es canija”, el cual no requiere mayor explicación. El segundo, que el grupo de migrantes no es homogéneo. Por poner un ejemplo: existen indicios que migrantes criminales originarios de El Salvador entraron y residen en México con facilidades que no las tiene una persona no criminal que se rebusca por llegar a Estados Unidos para trabajar y mejorar sus condiciones de vida y la de su familia salvadoreña. Lo que mueve a un grupo considerable –me atrevo a afirmar que a la mayoría– de migrantes no es el afán de violar las leyes migratorias mexicanas ni estadounidenses, sino el ideal de conseguir un trabajo con buena paga para auto desarrollarse y colaborar con la familia de origen. ¿Qué mal o daño causa una persona migrante con sueños de mejorar su condición de vida a través del trabajo?

Otros actores que tienen un grado importante de culpabilidad son aquellos grupos del crimen organizado que se aprovechan de la situación de vulnerabilidad de quienes migran y también autoridades de todo tipo en México y en los países de origen que sacan ventajas de la desgracia o necesidad de estos sectores vulnerables. ¿Por qué las autoridades migratorias no tienen mecanismos efectivos para identificar a criminales que migran en complicidad con carteles o grupos delincuenciales de México o Estados Unidos?

Por último, los grandes responsables, quienes tienen el mayor grado de responsabilidad en la gran tragedia alrededor de este tipo de migración, son quienes han promulgado y ejecutado la política migratoria de Estados Unidos. Existe un daño evidente y constante derivada de esa política migratoria; se sabe de esos daños causados por más indiferentes que sean y lo hacen con plena voluntad, máxime al considerar que las leyes migratorias son creaciones humanas y como tales pueden ser modificadas con el fin de mejorarlas en función del bien común de todos los seres humanos del planeta. Existe pleno conocimiento de los poderosos en Estados Unidos que el no poseer una visa gringa puede traducirse en perder la vida de manera violenta.

De ahí la necesidad urgente de humanizar la legalidad alrededor de los permisos o criterios de entrada a Estados Unidos. Esto solucionaría de raíz muchos de los males o daños vinculados con la migración en México. Si bastara un pasaporte mexicano o salvadoreño o de cualquier otro país para entrar a territorio estadounidense sería como quitarle el agua al pez de la criminalidad. Por supuesto que no se omite el hecho de poder corroborar que la persona en tránsito no tiene incidentes delictivos pendientes en su país de origen o de destino a través de una base de datos internacional consolidada y actualizada. La mayoría migraría de manera legal, solicitarían permisos de residencia o de trabajo tal como sucede con personas de nacionalidad europea en Estados Unidos.

De continuar con las restricciones perversas e inhumanas por más “legales” que sean, el grito de activistas que sonó con fuerza en marzo pasado en Ciudad Juárez debe llegar a los oídos y conciencia de los poderosos estadounidenses: ¡Su política migratoria mata!

*Posdoctorante salvadoreño en CIMSUR-UNAM, colaborador del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica

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