Colombia y los intentos de un golpe con forma de laberinto. Una entrevista a Shameel Tahir Silva

Shameel Tahir Silva

Por Andrés Felipe Escovar

Shameel Tahir Silva (@ShameelThahir) es un politólogo colombiano, con una maestría en Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente cursa el doctorado en el mismo campo en la Universidad El Externado, ubicada en Bogotá. Su presencia ha crecido con el paso del primer año de gobierno progresista; ha emergido como uno de los analistas de la situación política y social de Colombia a los que acuden quienes no se fían del programa de los medios de información cuyos propietarios son industriales poderosos tentáculos en el legislativo y anteriores ejecutivos.

Shameel pertenece a esa pléyade de nuevos analistas que han tensionado la posición de los periodistas que emiten sus perspectivas -casi siempre plegadas a lugares comunes, impuestos desde esas miradas del “buen padre” (como ha ocurrido con respecto a la relación del presidente Gustavo Petro con su hijo Nicolás), o de la limpieza de alguien que no incurre en adicciones (como lo insinúa María Jimena Duzán con respecto al propio presidente, en una carta que decidió publicar en lugar de dirigirla al hombre que ocupa este cargo)-. Su perspectiva propicia avizorar lo que ocurre en Colombia -el país más conservador, en términos electorales, del continente-, país sumido en una pugna ante la gestión de un presidente no adscripto a los discursos dominantes del país y que ha cambiado incluso el papel colombiano en el escenario internacional con respecto a hechos como la masacre de Gaza o la guerra contra las drogas, cada día más escuálida pero aún robusta en sus recursos dinerarios y potencia destructora.

¿En qué consiste el llamado golpe blando que se orquesta en Colombia? ¿puedes trazar una genealogía de esa forma de actuar?

Es algo que evidencia el presidente. Desde el primer momento de su mandato, empieza una acción mediática corporativa, coordinada con instituciones públicas controladas por las elites que, históricamente, han tenido el poder, como la procuraduría y fiscalía, sumado al congreso que, con una participación de la oposición, intenta bloquear cualquier iniciativa para causar una desestabilización y desorden. Todo esto bajo el entendido que es el primer gobierno de izquierda del país y, por tanto, buscan instalar la verdad de que, cuando ella llega al poder, se genera un “caos”.

¿Esa forma de crear un clima de caos, tiene antecedentes en América Latina?

Sí, claro que sí. Uno lo puede rastrear en todos los gobiernos de la primera ola progresista en América Latina, con diferentes formas e intensidades; algunas terminaron traduciéndose en golpes duros, como le pasó al propio Chaves, o en intentonas, como le pasó a Morales o el mismo golpe en Honduras, o lo que le pasó a Rafael Correa, en Ecuador, con la policía. No es nuevo, quien diga que, en América Latina, los golpes de estado son cosas del pasado, está desconociendo la realidad.

En el cuadro geopolítico actual, donde alguien como Boric, que dice ser de izquierda, es tan antiruso como Milei, ¿podemos pensar en que esos golpes blandos se dirigen a gobiernos que no se alineen a la OTAN, más allá de sus filiaciones progresistas o conservadoras?

Vivimos en un mundo muy diferente al de la Guerra Fría; es un mundo que no podemos dividir fácilmente entre países anticapitalistas y capitalistas. Yo sí creo que estar en contra de la invasión a Ucrania por parte de Rusia es una posición prosoberanía de los pueblos y derechos humanos. Y creo que no es contradictorio con señalar que es una invasión que ha fortalecido a la OTAN y, además, tiene que ver con los intereses nacionales de los rusos. Si coinciden Milei y Boric, estoy seguro de que no rechazan por las mismas razones y eso no hace a Boric de derecha ni a Milei en prodemócrata.

La clave progresista latinoamericana es construir de manera decidida mecanismos de cooperación y unidad; algo se ha intentado en los últimos doscientos años… mecanismos permanentes que no dependan de las orientaciones ideológicas de los gobiernos de turno y eso nos hará menos dependientes de los intereses de potencias extranjeras.

¿Cuál es la influencia de esa suerte de Internacional Conservadora, liderada por el Instituto Atlántico, en Colombia?

Hay suficiente evidencia de una coordinación entre las extremas derechas, sobre todo de occidente.  Hay una coordinación ideológica en espacios donde se encuentran sus integrantes para hablar y compartir discursos, asesores y financiamientos; eso se ha intentado materializar en acciones conjuntas como las expresiones de Cabal (María Fernanda, congresista colombiana del partido globalista ultraconservador Centro Democrático) de apoyo a Vox o a Milei y viceversa; esto, en el poder, se traduce en política pública, como cuando Bolsonaro y Trump lideraron y ejecutaron la deforestación del  Amazonas, es decir, ejecutaron políticas públicas con expresiones globales y eso hay que tenerlo en cuenta: esa coordinación es el reflejo de las coordinaciones de las elites globales y el capitalismo global, que les gusta las democracias, siempre y cuando materialicen sus intereses, en cuanto ello no ocurra, buscan otras vías políticas para defender sus privilegios.

¿Aún podemos hablar de un binomio de izquierda/derecha? Hay quienes plantean una mirada desde prismas como la dualidad entre nacionalistas y globalistas…

Es una invitación a complejizar el análisis porque creo que no se podría reducir a un eje izquierda/derecha, es decir, es un eje multidimensional de globalistas y soberanistas, entre arriba y abajo, ambientalistas y desarrollistas; es un multieje, no es tan sencillo… no hay que simplificar los problemas políticos.

¿Nos trazas una suerte de mapa de cómo está el llamado progresismo en América Latina? Esto porque, por ejemplo, hay una diferencia entre el nacionalismo de López Obrador y algunos movimientos sociales que se oponen a proyectos como el tren maya…

Para mí, la clave está en quienes están comprometidos con la democratización de la riqueza, sea la material, sea la cultural, sea las posibilidades de desarrollar la vida en libertad… libertad en clave positiva, de desarrollar el proyecto de vida sin restricciones de raza, sexo o clase social.

Considero que muchos de los progresismos o izquierdas, cuando han llegado al gobierno, no han tenido la capacidad de jugársela por esa clave y, cuando no la tienen, les queda la carta de las identidades; esa es una variable importante pero no la decisiva y, en ella, normalmente les gana la disputa la derecha: la gente ve que es necesario hablar de lenguaje inclusivo pero si la realidad material no cambia, es muy difícil llegar a otros cambios.

Ya que mencionas los casos de Ecuador y Bolivia, acompasados con los de México, ¿cómo es el debate de estos grupos o movimientos e identidades que discuten nociones como el progreso o el desarrollo con el gobierno en Colombia, que se lo adscribe al progresismo?

Hay algo que no se ha resuelto y es la trampa de la democracia liberal. En las democracias liberales representativas en las que vivimos, es muy difícil que todos los sectores sociales estén correctamente representados en las instituciones. Se supone que esa capacidad de vehicular esos intereses se tradujera en partidos políticos fuertes, pero el neoliberalismo ha venido fragmentando a las sociedades y sus intereses; hay una base material para que podamos desarrollar nuestros proyectos y hay identidades diversas que son importantes pero no recogen como recogieron antes identidades que no existen como la clase obrera; ahí están los conflictos entre unos proyectos y otros y eso no está resuelto en el marco del liberalismo y la democracia representativa.

Petro tiene tensiones y dificultades; un proyecto que va en clave desarrollista con ciertos matices tiene unas críticas de la conversión energética, por ejemplo, la cual tiene claves extractivas y en sectores ambientalistas hay distintas aprehensiones, pero, como decía Correa, si no agarramos de nuestras riquezas para dar educación y salud, ¿qué haríamos? ¿qué le diríamos a alguien pobre? ¿que no agarremos nuestras riquezas porque dañamos el planeta?

Los medios de comunicación privados, con grandes fuentes de financiación, en Colombia, se centran en intrigas burocráticas donde emergen figuras autodenominadas como neutrales, por ejemplo, Daniel Coronell (hoy día presidente de Univisión). Estas posiciones que se pretenden asépticas se ocupan de intrigas y estas generan clicks y proponen temas en mesas autodenominadas del centro político, con lo que se soslayan los aspectos programáticos de un gobierno como el actual, ¿qué se ha hecho y qué viene?

Yo creo que los avances han sido en el cambio de la voluntad política y hacia quién está dirigida. El gobierno hoy no le corre a los empresarios a sus reuniones y sí hace esfuerzos por participar en espacios de reparación de víctimas, de indígenas, de afros. Por ejemplo,  se impulsó la reforma constitucional que reconoció al campesinado como sujeto de derechos en Colombia y se ha entregado varios bienes incautados al narco para las comunidades vulnerables. También se ha hecho pensar los derechos sociales de la ciudadanía, se ha instalado el discurso soberano frente a potencias extranjeras o los intereses del país frente a corporaciones.

Hay que distinguirse al periodismo de los empresarios de comunicación y las corporaciones; Coronell es un empresario de la comunicación, con ideología liberal y con unos intereses que defiende desde su tribuna poderosa, el entorno mediático no es fácil para el gobierno

Pasando a los resultados de las elecciones locales en Colombia, ¿cuál es la perspectiva?

La narrativa apocalíptica y desastrosa que se ve en redes sociales y medios, cuando uno lo ve en datos reales, no es así porque el Pacto Histórico es una confluencia de personas jurídicas y organizaciones sociales que confluyeron para llevar a Francia Márquez y a Gustavo Petro a la jefatura del ejecutivo. Esto se logró pese a las dificultades. Y yo insisto: Rodolfo Hernández (fue el candidato con quien compitió, en la segunda vuelta, Gustavo Petro, y recibió el apoyo de los partidos de todos los expresidentes) estuvo a setecientos mil votos de ser el presidente. Esta situación debió traducirse en una fuerte organización y confluencia territorial pero hubo mucho triunfalismo, mezquindad, Personerías Jurídicas quisieron hacerse pasar por organizaciones populares y otras pen… hubo, en la mayoría de los casos, una pésima escogencia de candidatos y, a pesar de eso, uno ve que el Pacto Histórico alcanzó una de las tres grandes bancadas del concejo de Bogotá y es la principal bancada de las Juntas locales de Bogotá. Avanzó a nivel nacional pero no como se esperaba.

Y, en ese sentido, ¿es más probable el regreso de propuestas neoconservadoras a la presidencia de Colombia? ¿De qué depende?

De eso no estoy tan seguro porque las elecciones a la presidencia se mueven bajo lógicas diferentes a las locales y, aunque puede que surja algo como Milei, también hay una generación que no está dispuesta a regresar al pasado, sea porque votaron por Rodolfo Hernández o por los que votamos por Petro.

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