El mundo interpretado

“Renovación del Mundo en Wirikuta”.
Foto: Guillermo Gutiérrez

 

Heredamos una gramática: un modo de ver compartido,

una forma de crear y de crearnos, de establecer fronteras y límites

entre lo que vale y lo que no, entre lo que es digno de ser respetado

y lo que no merece nuestra atención, entre lo que es verdad

 y lo que no resulta más que una ficción o una mera apariencia.

En esta visión, en este modo heredado de ver el mundo

 nacido en el propio mundo, la moral domina y, con ella,

una lógica de lo que somos, una forma de relacionarnos

con los demás y con nosotros mismos,

de integrar y de excluir, de respetar y de exterminar.

Joan-Carles Mèlich

 

El comportamiento de los seres humanos es el resultado de múltiples determinaciones genéticas, sociales y culturales. Cuando nuestra especie se incorpora al tránsito terrenal en el planeta mundo,  se adentra a un espacio sígnico, a un mundo interpretado, dice Mèlich (2014): heredamos una gramática compartida […] una organización articulada de signos, símbolos, imágenes, narraciones, valores, normas, hábitos, gestos, costumbres […] que, por una parte, ordena y clasifica el mundo, así como las relaciones que en él se establecen, y, por otra, ofrece y proporciona normas de conducta respecto a ese mismo mundo y las interacciones entre sus miembros.

El hombre vive en comunidad, es un ser social. Al intentar conocer la realidad hace uso del lenguaje que nombra y clasifica el mundo. No hay Tabula rasa como argumentaban Aristóteles, Locke y Tomas de Aquino, sino narrativas que interpretan el mundo de diversas formas. El pensamiento mágico que engarzaba las palabras con la naturaleza y la metafísica, y creaba representaciones sobrenaturales otorgándole atributos que orientaban el sentido y destino de la vida, al paso del tiempo se van diluyendo en otros sistemas de pensamiento y epistemes que utilizamos para leer la realidad, haciendo una interpretación con los referentes que nos acompañan y constituyen; podemos quedarnos con ellos o también resignificarlos, trascenderlos.

Algunas especies animales comprenden ciertos signos, pero carecen de raciocinio; otras, además de entender los signos, poseen lenguaje y pensamiento, establecen vínculos con la naturaleza y sus semejantes, crean representaciones de su ser-en-el-mundo. En esta época predomina el antropóceno, con el Homo sapiens como especie hegemónica.

La gramática nos da claves para comprender qué y quiénes somos, para ubicarnos en el mundo; comprender las tradiciones, costumbres, hábitos, mitos y rituales; nos acerca y aleja a ellos y de ellos: somos los otros de nosotros mismos, expresa Mèlich (2014).

El mundo posmoderno ha sucumbido a la seducción de las cosas acabadas. Es más cómodo quedarse en el conocimiento encerrado en sí mismo (dogmas) que no admite cuestionamiento, o en el pensamiento metafísico, que interrogarse por la naturaleza de las cosas. Por ejemplo, al posar la mirada en la bóveda celeste vemos las constelaciones que tienen nombres diversos, sustentados en la cultura occidental y la tradición helénica. Son una construcción humana que, por lo mismo,  puede tener otro nombre; es decir, ser resignificada desde otras cosmovisiones y culturas.

El ejemplo de la noche estrellada permite interrogarse desde dónde se piensa y cómo se organiza el pensamiento, desplegar las palabras con las cuales nombramos o recuperamos historias de las que nos apropiamos o transcribimos en textos propios. Al hacerlo estamos reescribiendo la gramática que estructura las experiencias humanas. Para Heidegger el mundo es, desde siempre, el que yo comparto con otros […] es un mundo en común. El estar-en es un coestar con los otros que comparten valores, normas, hábitos y costumbres culturales comunes.

Habitamos un mundo interpretado, gramatical. No hay gramática sin mundo, pero la gramática también hace posible que el mundo no sea compacto, cerrado. El mundo interpretado es un mundo abierto a la vida, pero también agrietado. Las grietas no se pueden suturar. La noción de «mundo de vida» implica la interpretación y si hay interpretación hay grietas, hay movimiento, pensamiento y vida.

¿Como movernos del lugar que impide agrietar el mundo y crear nuevos senderos por los cuales transitemos desestructurando certezas y construyendo incertidumbres? ¿cómo comprender que en el  mundo heredado la moral y la lógica dominan la forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, de integrar y de excluir, de respetar y de destruir? ¿cómo aceptar que esta gramática no es estática, definitiva, que se puede transformar resignificándola? ¿cómo enfatizar que somos creadores de realidades sociales?

Concluyo retomando una idea de Mèlich (2014) que dice: para ser fuente de vida la gramática nos protege y nos expone al mismo tiempo, nos provoca una relación de amor y temor respecto al mundo, una relación de acuerdo y de desacuerdo, de confianza y de desconfianza, de ganancia y de pérdida, de integración y de desintegración.

 

La Utopía, Berriozábal, Chiapas, invierno de 2023

Fuente de consulta

Mèlich, J (2014) Lógica de la crueldad, Barcelona, ed. Herde

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