Presente-futuro: Chiapas y la normalización de su tragedia

La narcoviolencia es imparable. Foto: Archivo

Por María del Carmen García Aguilar

En las dos celebridades, Navidad de 2023 y Año Nuevo 2024, las palabras de gozo quedaron vacías, no solo por las tragedias que vive el mundo, sino porque, aunque prive el individualismo libertario, nuestra individualidad y nuestro entorno inmediato también nos han sido arrebatados. No hay escenario de futuro que no sea violento para el existir mismo. Cierto que pensar produce tristeza[i], pero también rabia, porque desvela las atrocidades que hoy definen al mundo y a su sociedad, pero estas sólo se explican y comprenden desde la singularidad de su concreción.

Pensar Chiapas en este tiempo, es un ejercicio para deliberar la pérdida de su singularidad, porque hoy no solo no tenemos que envidiar o soñar lo que otras macro o micro sociedades tuvieron o tienen, sino también porque parece que “lo propio de Chiapas” es hoy superado por éstas. Cierto, cargamos un pasado nacional que es presente: la privatización, en formato “corrupto”, del Estado y sus instituciones, en paralelo con la culturalización mercantil del mundo social, en los que desde el lenguaje y el trajinar cotidiano, se definen ideologías que no solo intentan desapercibir situaciones sociales indeseable y contradictorias, sino también, construir hegemonías, reconstruyendo y construyendo identidades que en tanto construcción simbólica, portadoras de sentido, definen la formación de sujetos políticos. La imposición de un universo de sentido que exige exterminar “lo propio”, no es nuevo, pero tampoco es igual.

Chiapas es sometido a una sociedad y a un poder político nacional que en aras del progreso secuestró sus posibilidades de futuro bajo la promesa de su posterior integración. Las desigualdades, la pobreza, la precariedad de los sueños, y la crueldad cotidiana de las angustias y pesares de la mayoría de las y los chiapanecos fueron el saldo; un saldo que durante los años del siglo XX y los que van del siglo XXI, definen su diferencia.

Se nos dirá ¿Quién no es pobre hoy día? ¿Por qué pensar que en Chiapas la pobreza por fin será arrasada? ¡Carajo si hasta en el Norte la producción de nuevos pobres es mandato soberano del mercado!  En suma: ¿Quién no se precariza en todos los órdenes de la vida social hoy día?

Cierto, ninguna de las preguntas apunta a pensar lo contrario, como si el escenario para responderlas ya estuviera dispuesto y no hay vuelta de hoja, esto es, como si lo propio de Chiapas es la normalización de sus tragedias de ayer, de hoy y de mañana. Pero el Estado, en su expresión de ejercicio de gobierno, y la sociedad civil, desde sus distintas expresiones y esferas, existen, actúan y definen una dinámica que va más allá de la dimensión funcional, en tanto problematizan lo social desde el contexto y la contingencia que le es propia, soterrando las escalas socioespaciales más amplia. Me limito a ilustrar el carácter y la particularidad del gobierno y la sociedad que tenemos desde tres hechos del presente: las caravanas nacional e internacional a territorio zapatista para conmemorar el 30 aniversario de la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); el segundo, la Caravana “Éxodo de la pobreza”, cuyo recorrido inició el 24 de diciembre, con un contingente de 7 mil extranjeros, principalmente centroamericanos y caribeños. El tercer evento, la violencia armada del narcotráfico.

El primero es un derivado de la experiencia relacional entre el EZLN, con presencia pública desde el 1 de enero de 1994, y el Estado y la sociedad nacional-local, en el que la guerra derivó en un diálogo interminable y fallido: ninguna de las demandas de la primera “Declaración de Guerra del EZLN” fueron cumplidas. Y el discurso político-ideológico del tránsito del socialismo al socialismo adjetivado de “libertario”, no logra expandirse en el “pueblo” chiapaneco ni como identidad social ni como ideología para construir el sujeto político y hegemónico; el Estado y sus instituciones tampoco logran superar el régimen autoritario, aunque éste no sea el autoritarismo corporativista estatista sostenido por el control de la economía y los términos de su desarrollo. El Estado simplemente, es “autoritarismo político de la economía”, pero la desafección social al orden político democrático representativo, le conducen a su crisis, y habrá EZLN para rato.

El segundo evento toca la nervadura de la migración internacional “irregular”, noción que define una especie de estado de excepción, en el que se alojan dos nociones más: Expulsión y contención, el primero refiere al acto de arrojar, lanzar, echar, hacer salir, y opera en el país de origen, de tránsito y de destino[ii]; la segunda es más compleja porque se define en el marco del instituyente, es decir, desde la política y la contingencia bajo el poder geopolítico de los países receptores[iii]. En su expresión sistémica, la política migratoria asemeja al juego del gato y el ratón. Las caravanas son el desafío a la “fuerza de ley” pero las respuestas a este desvelan las aporías y el tamaño de los poderes que  tuercen la “fuerza de ley” para decidir con abierto “cinismo político”, el “no pasarán” sin miramiento alguno. Pero el tamaño de la respuesta de los y las migrantes es la de la continuidad, una osadía y un desafío sin fin frente a un sistema migratorio regional e internacional roto por la fuerza de los países receptores.

Chiapas, es la entidad más fronteriza del sur de México, su centralidad no es menor: desde 2006 es la nota roja sobre miles de muertes que arroja el tránsito “ilegal”, mismo que tendió a su recrudecimiento por una política migratoria plegada a la dirección del país receptor, Estados Unidos. Las caravanas, para México, y Chiapas, sin restar importancia al tránsito y al retorno, se traducen en territorio de asilo, y su devenir en “refugio”. Tapachula, indica la COMAR, es la primera ciudad de México con mayores solicitudes de asilo, con poco más de la mitad de las solicitudes a nivel nacional. Cifras actualizadas, registran 74 mil 945 solicitudes, cifra que se traduce, ciertamente, en un problema funcional, como lo es la insuficiencia de una estructura física y humana que no permite una atención integral y adecuada, propiciando, ante el crecimiento de la llegada de migrantes, el descontento generalizado de los habitantes de esta ciudad. Pero el problema de fondo no solo es el crecimiento de la movilidad humana que tiende no solo a establecerse más tiempo de lo previsto, sino la de tornarse refugiado con residencia, tensada por los problemas del desarrollo económico de Chiapas. Pensar en su integración a la sociedad local no es una cuestión menor, aun cuando ya se maneja la idea a nivel del país.

El escenario futuro no tiene vuelta, México y Chiapas es territorio de tránsito, de retorno y de asilo. Las crónicas periodísticas y la investigación de académicos e intelectuales no dejan de apuntar el manejo necropolítico a una realidad humana como lo es la movilidad humana, en tanto producto del desarrollo mismo del capitalismo neoliberal y globalizado. A la externalización y militarización de las fronteras, se suma la violencia a quienes ya están dentro: de mayo a noviembre se registraron 460 000 deportados por EEUU, en palabras del embajador estadounidense en México, a las que le acompaña la sentencia de que quien ingrese de forma irregular será removido ipso facto[iv]. Es una acción en la que operan los acuerdos migratorios de los países de origen y tránsito[v].

El tercer evento que augura su normalización en la entidad chiapaneca es la violencia armada desatada por la delincuencia organizada. Aterra, porque para no pocos de quienes hoy lo viven, es un poder que está dentro del poder político local. El centro nodal lo es el tráfico de drogas, pero también de personas, cuya capacidad de poder para ser tal, desfigura o elimina los poderes del relativo orden social, marginándose de los impactos que genera, cuya sentencia es la de “daños colaterales”, que tampoco les importa. Su complejidad es el ardid relacional para combatir en paralelo a los traficantes de drogas y de personas, detener a las personas migrantes irregulares.

Esta breve reseña sobre tres estampas de la realidad presente de Chiapas y su sociedad tendería a definir que se vive en “tiempos de oscuridad”, como lo vive el mundo de hoy, pero desde la pequeñez de Chiapas, y lo poco que le pueda importar a poderes de “altos vuelo”, poderes que también existen al interior de la misma sociedad chiapaneca, me interesa que interioricemos, lo que está más allá de las violencias y sus impactos traumáticos, esto es, la violencia simbólica que impone formas de sentido, tanto en quienes las viven como quienes las interpretan. Siguiendo a Zizek[vi], el material primario lo es el lenguaje, la palabra, que es, citando a Heidegger, la “casa del ser”.

Las palabras de quienes viven en los territorios controlados por los cárteles, obviando su identidad, son conclusivas:

“De pronto estábamos viviendo una balacera, aquí, encerrados en la casa. Desde hace rato se sabía que el narco operaba en la Sierra y en la Fronteriza. Sabíamos cosas sueltas, pero desde hace rato aprendimos que el silencio vale si quieres vivir, ¿sin hablar como responder a lo que se está viviendo? Lo peor es que “muchos de acá” sí hacían desde hace tiempo, algunas tareas para el narco, y alcanzamos a entender, como es mi caso, por algunos pleitos, que había dos “amos.  Ahora ya sabemos más cosas, que el narco ya está en “todo Chiapas, y que muchos chiapanecos trabajan con ellos”.

“Era maestro, y lo mataron enfrente de su familia, por “bocón” y querer que les aventáramos la bronca al narco”. El narco está fuerte, muchos municipios de la Sierra se están quedando sin gente, huyen de la violencia del narco, se están yendo a otros lugares. También se sabe de “muchos” desaparecidos pero la misma familia se queda callada, sienten que si hablan se van a ir también ella”

“La verdad lo que estamos viviendo no es vida, vivimos con miedo, con el “Jesús en la boca” y desconfiando de todos, a veces hasta desde la misma familia”. “Antes pobres pero contentos, pues quien va a querer quitarte tu pobreza; ahora sí nos quitaron todo”.

Si las violencias definen el quiebre radical de las relaciones sociales ¿Qué hacer? En 2024 tenemos elecciones y valdría preguntarse ¿Pese a todo democracia representativa? ¿No significa portar de nueva cuenta una violencia mayor por hacer nada?

[i] Steiner, George (2020). Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento. México: FCE, Ediciones Ciruela.

[ii] Sassen, Saskia (2015). Expulsiones, Brutalidad y complejidad en la economía global. Buenos Aires: Katz Editores.

[iii] Véase; Villafuerte Daniel y María del Carmen García (2023). Crisis global, fronteras y política migratoria. Reflexiones desde la frontera sur de México, Ediciones Navarra, México.

[iv] Véase Jessica Xantomilla. “En siete meses, más de 460 mil deportados por EU: embajador”, La Jornada, 31 de diciembre de 2023.

[v] Véase Reuters, Afp y Prensa Latina. “Se reinicia repatriación de venezolanos desde México”. La Jornada, 31 de diciembre de 2023.

[vi]  Slavoj, Zizek (2009). Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Buenos Aires: Paidós.

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.