San Bartolomé de los Llanos en la historia de Chiapas, de Juan María Morales Avendaño

Por Carlos Gutiérrez Alfonzo

CIMSUR-UNAM

La que hoy se presenta es la segunda edición del libro San Bartolomé de los Llanos en la historia de Chiapas, de don Juan María Morales Avendaño. La primera estuvo a cargo de la Universidad Autónoma de Chiapas y se incluyó en el número 4 de la colección Chiapas. Es mi manía buscar los datos que me ayuden a situar un libro. Supongo que los mil ejemplares se terminaron de imprimir en 1985. No está consignado el año de edición. Y esa primera fue la consumación de una serie de trabajos que don Juan María publicó en la revista Chiapas y en el Diario de Chiapas, con los cuales junto con otros formó un ensayo monográfico sobre lo que fue siempre su interés: referirse al “origen, situación, costumbres, riquezas y desarrollo histórico de esta dormida ciudad que me sirvió de cuna” (1985: 9).

La segunda edición que ahora conocemos, auspiciada por el ayuntamiento de este lugar, apunta a hacer realidad el deseo de don Juan María: “sentir amor por nuestra tierra, animándolos para que jamás se dobleguen en su deseo de procurar el mejoramiento de nuestra raza” (1985: 7). Es insistente don Juan María al indicar otro propósito de su empeño: animar a otros a interesarse por verificar sus aserciones, las cuales sustentó en documentos que fue a buscar en los archivos que le pudieran dar pistas sobre la antigüedad de este sitio conocido a partir del siglo XX como Venustiano Carranza, una denominación impuesta como tantas otras cosas. Tuvo el auxilio de personas que lo orientaron, lo alentaron en su iniciativa. Quiso escribir un libro que sirviera “sobre todo para conocimiento de un rincón chiapaneco cuya historia es ignorada casi por completo, aun por sus propios hijos; que sirva de guía para turistas y para que, conociéndose, se le preste la ayuda necesaria para su desenvolvimiento social y económico” (1985: 11).

En seis capítulos, don Juan María se dedicó a conocer, con los datos que tuvo a su alcance, la historia de San Bartolomé de los Llanos; quiso que fuera un “reproche a los detractores de esta Ciudad que, sin fundamento alguno la atacan despectivamente, la dividen y procuran sus sufrimientos” (1985: 11). Es un llamado a que por medio de la comprensión de los procesos históricos se tome conciencia de las adversidades que han dejado sentirse sobre la población que fuera cabecera del distrito de La Libertad.

Don Juan María terminó de escribir su libro tres años antes de que se cumplieran los cien años de haberse formado el distrito de La Libertad, cuya cabecera fue San Bartolomé de los Llanos, hecho que ocurrió el 6 de marzo de 1876, hace 148 años, una feliz coincidencia. Y don Juan María pidió que esa conmemoración no pasara inadvertida, de ahí que la haya puesto de relieve en su libro y que haya procurado que se realizara alguna ceremonia alusiva.

Las preguntas que se hizo el autor de San Bartolomé de los Llanos en la historia de Chiapas fueron las que elabora quien se siente atraído por el ejercicio historiográfico. Por ejemplo, “¿cuál fue el asiento primitivo de esta ciudad?” (1985: 20). Y los archivos le entregaron endebles respuestas. No pretendió don Juan María lanzar resultados categóricos. Fue su gusto exponer documentos que tuvo a su disposición, como el que encontró en el archivo Diocesano, fechado el 17 de septiembre de 1596: “Santa Ana, estancia de ganado en términos de Copanahuastla y San Bartolomé vendida por Francisco Hidalgo Centeno a Alonso García…” (1985: 22). El convento se Copanahuastla había sido fundado por Fray Tomás Casillas el 11 de enero de 1557, bajo la orden de los dominicos, y un rayo lo destruyó; fue necesaria su reconstrucción.

La coexistencia de Copanahuastla y San Bartolomé la pudo saber también por la relación de hechos escrita por el fraile Tomás Torres, quien visitó el lugar, en 1595, por orden del obispo provincial: ‘Bajando por el mal camino del llano de Teopisca está el curato de San Bartolomé que asiste un Cura de la Orden de Santo Domingo, el cual es pueblo grande situado entre cerros y terreno quebrado con buenas aguas, de una de ellas toman cántaros para sus casas porque se dice que son saludables’ (en Morales, 1985: 24). Quiero pedirles por favor que me dejen extenderme con la cita del texto del fraile visitador, pienso que da muy bien la idea de cómo era San Bartolomé de los Llanos en la época colonial: ‘Este pueblo y los comarcanos son de Yndios Zociles, de carácter bien dispuesto y laboriosos, con buenas sementeras de frixol y milpas, lo mismo que algodón que les sirve para hacer mantas que comercian con Chiapa y Teopisca. Otra ocupación muy curiosa es la junta de un animalillo más pequeño que la cochinilla que llaman axe que cocinan para sacar un como aceite que usan en sus pintaderas y es muy apreciado por los yndios de Chiapa que lo llevan para sus industrias […] La sal la comercian con otros yndios mercaderes que llegan de los Custepeques, que son unos llanos de tierra caliente donde hay haciendas y parcialidades de yndios de otra calidad’ (en Morales, 1985: 24). Fray Tomás Torres encontró un pueblo “grande y concurrido”, que tenía un templo arruinado, además de tres ermitas que cuidaban los nativos del lugar. Había una romería a un pozo de aguas consideradas milagrosas. Pinola era un anexo de San Bartolomé de los Llanos.

A partir de la relación del fraile, don Juan María exhibió que San Bartolomé de los Llanos se debió fundar “a principios de la segunda mitad del siglo XVI” (1985: 25). Y por otro documento, registró que la lengua que se hablaba en Copanahuastla era el tzeltal.

Con lo que he descrito deben tener ahora muchas más preguntas que las formuladas por don Juan María Morales Avendaño. Debe despertar curiosidad la existencia de poblados como San Bartolomé y Copanahuastla, donde se hablaban dos lenguas distintas entre sí, como ocurre ahora con las localidades de la parte oriente del municipio, donde se habla tzeltal. Y asombra que Copanahuastla sólo haya tenido un siglo de existencia; desapareció alrededor de 1629. ¿Qué hizo que un lugar tan importante como Copanahuastla se difuminara y que San Bartolomé de los Llanos permanezca hasta ahora? No sólo se disipó Copanahuastla; fueron más de cinco pueblos de la región de los Llanos que desaparecieron en la época colonial. Se trataba de pueblos que estaban en el antiguo Camino Real Chiapas Guatemala, el cual iba por tierra caliente, y dos ciudades importantes en este camino fueron Copanahuastla y San Bartolomé.

Me resulta atractiva la manera de proceder de don Juan María al momento de leer los datos de los que dispuso: “He procurado investigar qué pueblo podía haber sido fundado cercano a Copanahuastla y que quedara en camino entre dicha población o Guatemala y Chiapa, y no he encontrado otro más que éste, pues Socoltenango, Soyatitán y Pinola ya existían, y los desaparecidos estaban en distinto lugar y no en el camino a Chiapa de la de los indios o la de la Real Corona” (1985: 28). Le parece probable a don Juan María que los frailes hayan decidido nombrar San Bartolomé a la localidad; esta apreciación la toma como una “ligera idea”. ¿Cómo le llamaban o le llaman los nativos al cerro donde se encuentra San Bartolomé de los Llanos? Santo Cerro de Roma, quizá por influencia también de los frailes dominicos.

Otro dato que me gustaría mencionar ahora es el que tiene que ver con la población del lugar. Don Juan María encontró en los documentos revisados que “toda la región fue Quelén” (1985: 30). Y reiteró que San Bartolomé se fundó en el período colonial, en convivencia con otros pueblos de los Llanos, como Copanahuastla, Ostuta, Soyatitán y Socoltenango.

Si alguna definición pudiera dar del libro de don Juan María quisiera decir que se trata de un texto anafórico. Como si se le fuera a reprochar cada uno de sus hallazgos, insistió en reiterar datos que entrevió como relevantes. Y puede ser también que haya llevado a la práctica esa nuestra muy particular manera de hablar, en la que nos gusta decir las cosas una y otra vez, sólo por el agrado de confirmarlas, por el deleite de platicar lo que se ha llegado a saber. Debía insistir en que el San Bartolomé por él nombrado era el lugar que lo vio nacer, en virtud de que había “muchas poblaciones con el nombre de San Bartolomé, tanto en Chiapas como en Guatemala” (1985: 36). Hubo quien copió mal el nombre y anotó San Bernabé; algunos historiadores repitieron el error sin corroborarlo. De ahí la insistencia de don Juan María en que resultaba necesario conocer el pasado de San Bartolomé de los Llanos.

Uno de los aciertos de don Juan María fue situar la historia de su ciudad en el contexto del distrito y del estado, en diferentes períodos históricos; por ejemplo, el de los pueblos desaparecidos en la época colonial y cómo, de acuerdo con lo dicho por Remesal, al desaparecer Copanahuastla, la virgen del Rosario que estaba en ese sitio se trasladó a Socoltenango. Conforme avanzó en el tiempo, era comprensible que don Juan María tuviera acceso a documentos que le ayudaran a construir la historia que quiso contar. Con los datos que asentó, es posible advertir que un tiempo la vida de la ciudad fue regulada por los frailes dominicos. O cuál era la ruta para viajar de Ocosingo al Soconusco. Se va a convertir en una guía de su exposición el mencionar quiénes eran las autoridades de San Bartolomé de los Llanos. Y es así como puede empezar a saberse cuáles eran los apellidos de los habitantes de la ciudad: de la Torre, Gómez, Coutiño, Ballinas. Habría que ver cuándo aparecerán los Morales, los Ordóñez, los Constantino, los Avendaño, los Argüello, un interesado en este tipo de guía podrá encontrar placentera esa búsqueda de los apellidos.

Entre uno y otro dato, don Juan María van entregando las formas religiosas de los indígenas de San Bartolomé de los Llanos, como “la existencia de los ídolos de Santo Ton” (1985: 67). Y al incluirlos, por igual se conoce que el estado de Chiapas ha sido terreno de temblores y epidemias, como hemos podido constatar. Por ejemplo, “el 15 de mayo de 1774, hubo un terremoto que destruyó el templo de San Francisco Amatenango” (1985: 69). De mayo a octubre de 1882, “azotó la epidemia de viruela”; y en agosto de ese mismo año, la de Cólera Morbus (1985: 231)

También el lector va sabiendo el número de pobladores o cuándo se construyó tal o cual templo, cuándo se erigió tal o cual edificio y cuál su uso. En 1724 se edificó el Mesón Norte que sirvió para hospedaje y mercado. Habría que pensar en el número de personas que pasaban por San Bartolomé de los Llanos en su camino hacia Guatemala o a la Nueva España (74). El 16 de julio de 1888, se trazó el parque (242). El 10 de julio de 1917 se inició la construcción del templo de El Carmen.

Resulta revelador que hacia 1748, San Bartolomé de los Llanos tuviera más habitantes, arriba de siete mil, que Ciudad Real, que rebasa los tres mil. A los casi treinta años de ese registro, en 1776, se reportó que en San Bartolomé de los Llanos vivían 4779 personas (100). En su paso por este lugar, de regreso de Guatemala, en 1783, el alcalde mayor de Tuxtla lo describió de esta forma: “está en la falda de un cerro. Este es el pueblo muy grande y bien provisto de todo” (1985: 104). Si se lee la descripción del viaje, quizá podría expresarse lo que pensó don Juan María: “no tenían la menor idea de la longitud de los caminos ni de la forma del terreno por donde pasaban” (1985: 104).

Es posible seguir, con base en los datos investigados por don Juan María Morales Avendaño, la manera en que estaba organizado, en términos políticos, el estado de Chiapas. Había alcaldías mayores y partidos, no partidos políticos, como de los que sabemos ahora. Hubo distritos. Esas formas de organización imperaron durante la época colonial. Por igual, se puede uno enterar cómo a principios del siglo XX se decretó que dejaran de estar en circulación “tostones, pesetas, reales, medios y cuartillos cachucos y toda moneda extranjera que circulara en Chiapas, pero no se dio el debido cumplimiento formal a dicho decreto sino hasta 1920” (1985: 313).

Un hecho desconcertante fue el cambio de nombre. En 1934, el congreso del estado decretó que las localidades dejarían de tener nombres de santos. Después de tres siglos, dejó de denominarse San Bartolomé de los Llanos para llamarse Venustiano Carranza (1985: 337), decisión que no fue del agrado de don Juan María por todo lo que provocaron los carrancistas en Chiapas. La gente del lugar hubiera preferido que se le designara Ciudad de los Llanos, petición que fue ignorada por el gobierno del estado (1985: 337). Y don Juan María hizo una dura crítica a los políticos, que ya no respondían a las peticiones del pueblo, sino que eran impuestos y sólo conocían los lugares por “el mapa” (1985: 338). Don Juan María se lamentó de que se le hubiera dejado a San Cristóbal el nombre de Ciudad Las Casas y no se permitiera que San Bartolomé se llamara Ciudad de los Llanos (1985: 338). Airado, don Juan María reclamó que localidades como San Fernando y San Lucas tuvieran esos nombres y no así San Bartolomé de los Llanos, a la que se le truncaba su historia al imponerle un nombre que nada decía de la historia de esta localidad.

He ido colocando datos que pudieran resultar atractivos con tal de que se acerquen a leer el libro de don Juan María Morales Avendaño. He marcado también la manera en que procedió para darle forma en seis capítulos: el origen, hechos relevantes, organización religiosa, organización política, construcciones importantes, personas que destacaron en alguna actividad, costumbres, alimentación, industrias, los yerros de las autoridades, los errores por parte de algunas personas en las solicitudes de tierras.

En el capítulo sexto, don Juan María expuso su posición sobre los conflictos agrarios existentes en el municipio de San Bartolomé de los Llanos y en el distrito de La Libertad: asentó la falta de tino de las autoridades al afrontar las peticiones para la formación de nuevos núcleos agrarios: “he dicho ser enemigo no de las Leyes sino de la mala aplicación de las mismas desde el principio de nuestra vida independiente” (1985: 437). Estaba también por un lado la voracidad de los propietarios y por el otro el insuficiente análisis de la situación agraria por parte de los promotores de la formación de nuevos núcleos agrarios.

Don Juan María manifestó su punto de vista respecto a la presa hidroeléctrica de La Angostura: “nosotros no obtenemos ningún beneficio con la energía eléctrica” (1985: 446), sentenció con una definición de su quehacer: “El historiador debe decir la verdad tajante sin pasión y sin más deseo que el de que se cumpla con la Ley, y que ésta no se pisotee” (1985: 446).

Así vio esta ciudad don Juan María a finales de los años setenta del siglo anterior: “Actualmente la Ciudad va caminando aunque lenta pero segura al progreso, entre sus hijos figuran y han figurado hombres que abarcan todas las actividades de la ciencia y el arte” (1985:  448), describió los servicios, los tipos de casas, las carreteras importantes existentes hasta ese tiempo. “San Bartolomé de los Llanos ha cambiado en medio de zozobras, de vaivenes políticos, de contradicciones, de sufrimientos por la mala comprensión” (1985: 449) de los grupos que han existido en este lugar. Don Juan María hizo un llamado a la concordia.

La nueva edición de San Bartolomé de los Llanos en la historia de Chiapas es una buena oportunidad para leer cómo vio su ciudad donde Juan María Morales Avendaño. Felicidades por esta iniciativa. Gracias.

[1] Texto leído en San Bartolomé de los Llanos el 6 de marzo de 2024, en la presentación del libro de don Juan María Morales Avendaño, editado por el ayuntamiento de Venustiano Carranza. He escrito este texto a partir de la edición de 1985, impulsada por la UNACH.

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