¿Doctorados en call centers?
Carlos Mauricio Hernández*
El no saber nada de inglés o no saber en cantidades establecidas por algunas organizaciones se ha convertido en una barrera para conseguir trabajo o para obtener una beca de estudio. Es como si todo se estuviera convirtiendo en una especie de call center, donde definitivamente tener un cierto dominio del inglés es indispensable para llevar a cabo las labores que en esos espacios se requiere. Un posgrado no es equivalente a estar contestando llamadas para dar información sobre algún producto o para calmar a clientes furiosos por un mal servicio o que expresen quejas de algún producto comercial que no haya satisfecho el gusto del comprador. Aunque parece una obviedad existen poderes en América Latina que creen que toda organización o institución debe seguir el mismo criterio de selección que el utilizado para contratar personal de los call centers.
Así ha sucedido en estos días en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA) de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), donde las autoridades académicas han tomado la pésima decisión de dejar fuera del proceso de selección a aspirantes que no lograron obtener un puntaje de inglés a pesar de haber cumplido con creces los principales requisitos establecidos por la comisión académica a cargo de dicho proceso (ver documento de denuncia en https://goo.su/9zkJV). No se trata de saltarse el requisito del inglés. La comisión les dio oportunidad de iniciar el proceso en el doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas siempre y cuando este grupo de estudiantes se comprometa a obtener el puntaje de inglés requerido, incluso con apoyo de la misma institución. Así se ha hecho en otras ocasiones. La medida ha demostrado ser efectiva.
A lo largo de los años de este programa de posgrado en Chiapas, tesis de estudiantes –que en la primera ocasión no lograron obtener el puntaje de inglés– se fueron elaborando con un sólido proceso de investigación y de gran calidad académica. En algunos casos, estudiantes a la par de la elaboración de tesis aprobaron el examen de inglés requerido; en otros, incluso ya aprobada la tesis, se dedicaron a cumplir con ese requisito o la institución aceptó puntajes razonables en función de darle valor al producto académico en sí más que al requisito burocrático.
Ejemplos sobran. En mi caso trabajé a Ignacio Ellacuría, cuya obra está publicada en castellano, mi lengua materna. Las publicaciones en castellano sobre el autor son vastas y suficientes para prescindir de lo que haya podido publicar en inglés. O incluso, textos sobre este autor que se han publicado originalmente en inglés están disponibles con muy buenas traducciones al castellano tales como los libros “Pagando el precio” y “Una muerte anunciada”, lo cual hace que el requisito de tener un nivel de inglés alto no sea indispensable para desarrollar una investigación de alta calidad académica dentro de un posgrado. Invito a las autoridades a revisar o leer la tesis que está dentro del repositorio institucional del CESMECA y las publicaciones derivadas de la misma como prueba de lo que aquí afirmo.
Asimismo, les invito a revertir cuanto antes la medida obtusa contra el grupo de estudiantes que si bien es cierto no podrían ser aceptados en un call center sí lo han sido por la comisión de profesores-investigadores con criterios académicos sólidos y demostrables para inscribirse al doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas del CESMECA. Les aseguro que incluso repercutirá en beneficio de ustedes al mantener el prestigio que se ha forjado este centro de estudios más por méritos de buenos estudiantes y de comprometidos profesores-investigadores que por la burocracia universitaria, muchas veces, no siempre al servicio del desarrollo educativo de México.
Ojalá este caso sirva también para hacer reflexiones profundas en todo México y América Latina sobre la importancia de determinar cuál debería de ser el segundo o tercer idioma para elaborar una tesis doctoral. En el caso específico de Chiapas, convendría más que el inglés tener conocimientos básicos del tzotzil o el tzeltal o en todo caso dar la opción de que sea una de éstas el requisito de la segunda o tercera lengua y no solo la hablada por el mundo anglosajón. Así se rompería desde la academia el imperialismo cultural made in USA, tan lleno de falsedades y contradicciones que han afectado el desarrollo educativo en una región con alta población indígena o que no ha tenido una educación básica donde se enseñe la lengua hegemónica del siglo XX (y quién sabe si del siglo XXI).
El Salvador, 18 de junio de 2024
* Egresado y titulado del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas del CESMECA-UNICACH
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