UNACH, medio siglo de un legado bicentenario
El jueves de la semana pasada se celebró el primer medio siglo de la Universidad Autónoma de Chiapas, la emblemática casa de estudios de nuestro estado. En sus aulas, miles de chiapanecos y chiapanecas se han formado profesionalmente.
En realidad, desde el año pasado, nuestra querida UNACH ha sido festejada, porque se decretó su creación, aprobada por el Congreso del Estado, el 23 de octubre de 1974. Sin embargo, fue el 17 de abril de 1975 en que abrió sus puertas a la juventud chiapaneca.
El 8 de febrero del próximo año también será una fecha significativa porque cumplirá 200 años de fundación de la Universidad Nacional de las Chiapas, que dio origen a nuestra actual máxima casa de estudios.
Y no es forzar la historia. “De lejos vienen los torrentes”, decía el maestro Jan de Vos, y de lejos viene la historia de nuestra universidad.
Desde inicios del siglo XIX, nuestros antepasados tuvieron como propósito crear una universidad. Necesitaban el visto bueno de la Corona Española, y así lo plantearon por conducto del bachiller Mariano Robles Domínguez en las Cortes de Cádiz, en 1812.
Aquella petición no prosperó. El poderío español empezaba a desmoronarse en América. Chiapas se separó del Reino de Centroamérica, con aquel pronunciamiento de libertad emitido en Comitán, que fue seguido rápidamente por las diversas poblaciones del estado.
Una vez que Chiapas se constituyó como una entidad de la naciente República Mexicana, se hizo realidad la Universidad Nacional de las Chiapas, así como otros adelantos —revolucionarios en su momento—, en aquel compás histórico memorable: la llegada de la imprenta, la creación de periódicos, de escuelas y de la Sociedad de Amigos del País, que, con su espíritu de ilustración, permeó las actividades culturales de Ciudad Real, la más influyente por su concentración del poder político y eclesiástico.
El 8 de febrero de 1826, el Congreso del Estado publicó el decreto número 60, el cual transcribo:
“El soberano congreso constituyente del Estado libre de las Chiapas, habiendo fundado, en uso de sus principales atribuciones, una universidad literaria ó corporación cuyo peculiar instituto sea dirigir la enseñanza de las ciencias en que los ciudadanos deben ser instruidos, se ha servido decretar los siguientes Estatutos de la Universidad Nacional del Estado libre de las Chiapa.
“Título 1o. Patrón, protector, divisa y empleados:
“1o. Tendrá esta universidad por especial patrón y abogado á S. Agustín, doctor de la iglesia.
“2o. Será su protector el soberano congreso, y á su nombre el exmo. sr. gobernador del Estado.
“3o. La divisa con que deberá sellar los títulos que haya que librar será: un peñón dividido, por cuya abertura pasará un río y encima un triángulo conteniendo un ojo con rayos en derredor; el contorno tendrá esta suscripción ‘Universidad Nacional de las Chiapas.’ Habrá sello mayor y menor.
“4o. Esta universidad será regida por el claustro pleno, claustro de cancelarios, un rector, un secretario contador, y un tesorero síndico.”
La Universidad Nacional de las Chiapas, que posteriormente fue conocida como Universidad Literaria y Pontifica de Chiapas, con reconocimiento del papado y de las autoridades mexicanas, se convirtió en la cuarta institución de educación superior en México, solo después de la Real y Pontificia Universidad de México, la Real Universidad de Guadalajara y Universidad Literaria de Mérida. La UNAM y la UdeG recogieron aquel legado que les precedía, no obstante que esas instituciones no tuvieron continuidad: cambiaron de nombre o cerraron en los momentos de conflictos políticos.
Aquí, la Universidad Literaria y Pontificia de Chiapas ofreció, por cerca de 60 años, la formación en leyes en el nivel de licenciado, maestro y doctor, hasta que el gobernador Emilio Rabasa decidió establecer los poderes políticos en Tuxtla y rebajar la categoría de universidad a instituto.
Pero esa escuela, que se convertiría al paso de los años en Facultad de Derecho, siguió formando especialistas en derecho, y solo cerró, como sucedió con todas las universidades del país, en momentos conflictivos como la invasión francesa y la Revolución Mexicana.
Don Javier Espinosa Mandujano, quien estudió en esa escuela en los cincuenta, recuerda que ahí estudiaban los pocos abogados de nuestra entidad. Su grupo estuvo integrado por cinco alumnos que se apoyaban mutuamente, porque si alguien reprobaba se cerraba por la matrícula por falta de estudiantes. En ocasiones ocurría, pero la escuela funcionaba. También había falta de maestros. Cuando quedó libre la cátedra de Filosofía del Derecho, los cinco estudiantes buscaron a Rosario Castellanos, para que impartiera la materia, que transmutó en una grata tertulia de literatura y filosofía.
La Universidad Autónoma de Chiapas debe recoger el legado de aquella universidad pionera en Chiapas, como lo hicieron respectivamente la UNAM y la UdeG. Así que la UNACH celebrará también su bicentenario. Los festejos académicos deben continuar, porque celebrar es recuperar nuestra memoria y reconocer el esfuerzo de hombres y mujeres que han consolidado a la institución de educación superior más importante de nuestra entidad.

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