El jardín en la casa

‘Mujer con sombrilla en jardín’, de Renoir.

 

Romina y su familia iban de visita a la casa de la tía Genoveva, la menor de las tías abuelas que tenían. Era la primera ocasión que Romina viajaba para visitar a la tía. Doña Genoveva vivía en otro estado, solía llegar a visitar a la familia de Romina pero, por su avanzada edad, cada vez lo hacía con menos frecuencia.

La travesía del viaje en carretera para llegar a la casa de la tía estuvo llena de experiencias, para Romina la mayoría fueron divertidas, para su mamá, papá y hermanos no lo eran tanto. Por ejemplo, como Romina era la menor, 11 años, no le tocaba cargar las maletas más pesadas, solo llevaba su pequeña mochila, una almohadita y sus inolvidables audífonos. Dormitó la mayor parte del tiempo, lo que la libró de sentir el efecto que causan las múltiples curvas en el camino. No se percató de un gran lapso de espera por un tramo de reparación en la carretera. De tal forma que cuando despertó ya faltaba poco tiempo para llegar a su destino. El viaje había sido largo, casi 15 horas de camino.

En la terminal de camiones los esperaba el tío Rafa, hijo de doña Genoveva, quien los recibió con mucho cariño y los llevó a la casa de su mamá. Romina observaba con atención el paisaje que iban pasando, como queriendo captar al máximo esas imágenes que eran nuevas para ella. Le llamó la atención ver que había árboles que ya conocía, eran como los de su pueblo. Por su mente pasaron varias ideas: ¿cómo un lugar tan distante puede tener árboles similares? ¿Será que el clima de este lugar es como el de mi pueblito? ¿Quién será la primera persona que sembró estos árboles?

Mientras seguían rumbo a la casa de la tía, Romina siguió atenta viendo los árboles, las flores en los camellones, recordó a su abuelita Luz, amaba la naturaleza. Tenía poco tiempo de haber fallecido. La extrañaba. Ya quería ver a la tía Geno y darle muchos abrazos y besos, sería como dárselos a la abuelita Luz.

El coche del tío Rafa se detuvo,

—Bueno familia, hemos llegado, mi mamá ya los espera. Pasen, pasen.

Romina observó la fachada de la casa, le pareció muy linda, una puerta antigua, de color madera natural y una campanita afuera con un listón, ¿sería acaso el timbre? Se acercó despacito, hasta que llegó con toda la intención de jalar el listón y hacerla sonar.  De pronto se sintió descubierta.

—Hija, puedes hacer sonar la campana, para que alguien nos abra —señaló el tío Rafa.

Romina se sintió delatada, pero se le olvidó de inmediato y no se hizo del rogar.

—¡Sí tío! —respondió, mientras jalaba con fuerza la campana.

—¡Ya voy, ya voy! Doña Geno, ya llegó su familia —se escuchó una voz femenina.

La puerta se abrió. Bajaron el equipaje, tío Rafa fue el primero en pasar animando a la familia de Romina y a ella a hacer lo mismo. Romina se adelantó y vio venir a la tía Geno, ataviada con un bello vestido con flores azules y detalles de encaje blanco, apoyada en su bastón. Al fondo tenía como escenario un vistoso jardín.

—¡Creatura, cómo has crecido! ¡Qué linda estás! —le dijo a Romina.

Romina apresuró el paso, caminó hacia ella con mucha alegría.

—¡Tía Geno, qué ganas tenía de verla! —exclamó Romina mientras la abrazaba con mucho cariño.

Detrás de Romina venía su familia, que también se sumó a saludar a la tía Geno. Romina sintió algo especial en esa casa, su corazón estaba contento. Buscó con la mirada hasta llegar al jardín, se acercó a él, había una variedad de flores y árboles como en casa de la abuelita Luz,  seguro que tía Geno lo cuidaba bastante. El jardín en la casa era un lugar no solo bonito sino que ahí se hacía presente la vida. Romina sintió que alguien se acercaba, era la tía Geno,

—¿Es hermoso, verdad Romi? Es mi lugar favorito.

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