Las noches en el terruño

Detalle de noche, Van Gogh

 

Cada mes del año tiene su encanto especial, cada persona tiene su mes favorito. Mayo es de los meses que me gusta porque la temporada de lluvias —que tristemente cada año va teniendo más cambios — suele iniciar. El olor a tierra mojada es de los aromas más agradables para mí. Entre algunos motivos  es porque me remonta a la infancia, a los días en que lo prioritario era el juego, así como esperar las vacaciones para que las amistades o familiares nos visitaran y las cálidas tardes eran acompañadas de la lluvia que las refrescaba. Luego, las familias solían salir a la calle, colocar sus sillas entretejidas o tipo mecedoras para conversar o simplemente tomar el aire.

A medida que Tuxtla Gutiérrez ha ido creciendo, no solo en población sino en tener más calles, más edificios, más autos, más puentes y menos árboles, menos espacios verdes, la dinámica en la vida cotidiana se ha modificado mucho. Aún con todos estos cambios los meses siguen teniendo sus detalles lindos.

Continuaré comentando que, en mayo además de las diversas celebraciones que hay, se pueden percibir conciertos matutinos muy gratos, parvadas de cotorros que contagian su algarabía por las mañanas y qué decir del canto de los zanates y de los cenzontles.  En la temporada de lluvias la naturaleza cobra nueva vida, no solo reverdecen los árboles sino que también la fauna nos muestra su alegría.

Pero, ¿qué hay de los encantos en la noche? Es muy curioso que mientras en varias partes de la ciudad está la bulla del tráfico, las plazas comerciales, los negocios, los restaurantes, hay otros espacios que nos recuerdan la bella vida nocturna de la naturaleza. Algunos de estos espacios los encontramos en los andadores del Río Sabinal.

Hace algunos días mientras caminaba en uno de los andadores, cobijado por un frondoso árbol de ceiba, un árbol de guaya y otro de guayaba, escuché el tímido canto de unos grillitos. Digo tímido porque no se escuchaba tan fuerte, quizá por la presencia de quienes pasamos por ahí. A lo lejos, otro sonido llamó mi atención, me detuve un momento y alcancé a escuchar un paisaje sonoro que tenía bastante tiempo de no contemplar, el canto de los sapos.

¿Han escuchado este canto? Es bastante potente, se genera también como una especie de eco que se convierte en una melodía que, sin duda, arrulla en la noche. Este canto fue un bello regalo, me recordó la importancia de disfrutar que las noches en el terruño son bellas en cada época del año, solo hay que salirse un poquito de lo rutinario y darnos la oportunidad de prestar atención a lo que nos rodea en la naturaleza.

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