Caminar sobre la lluvia

One of those moments when it feels good to be alive.

El caer de la lluvia se escuchó. Sara se asomó a una de las ventanas de su casa. Observó que aún llovía. Recordó que tenía pendiente comprar la despensa de la casa; ella se había propuesto a hacerlo en esa semana. Normalmente se solía organizar con Raúl, su esposo, para alternarse en las compras en cada quincena. –De haber sabido que tocaría lluvia en esta semana le cambio el turno a Raúl.

Ahora estamos a mitad de semana y ya quedan pocas cosas en la despensa. Voy a salir, con todo y lluvia –señaló para sí. Se preparó no solo mentalmente sino también se puso sus botas para lluvia, un rompevientos y su paraguas. Antes de salir revisó llevar la lista del mandado.

A Sara le gustaba caminar, lo disfrutaba, cuando llovía no le resultaba tan grato. Sin embargo, para su gran sorpresa la lluvia había aminorado. Comenzó la travesía. Decidió ir al supermercado por la ruta de costumbre. Se percató que había varias cosas distintas. En primer lugar, alzó la vista al cielo y lo encontró más limpio; observó que las montañas que rodeaban a la ciudad donde vivía estaban hermosas, el verde oscuro resaltaba y le daba un toque mágico a la atmósfera.

Como segundo hallazgo, identifico que las calles estaban un poco vacías, había pocos autos y los rastros del agua se asomaban en diversas formas. Identificó muchos espejos de agua, como Sara solía llamar a los charcos que se formaban.

A su paso fue observando el reflejo de edificios, árboles, palomas, jardineras en los distintos espejos de agua. De pronto, se dio cuenta de que iba caminando de manera pausada, disfrutando del recorrido, lo que en un principio le había causado incertidumbre, ahora le provocaba regocijo.

Contempló su figura con el paraguas, escuchó con detenimiento la llovizna que aún persistía y el sonido de sus botas al pasar por los charcos formados.

A su alrededor pasó poca gente, algunas personas iban con paraguas, otras se cubrían con impermeables improvisados con bolsas de plástico de color negro. También se dejaron ver paraguas en colores fluorescentes que figuraban como pequeños detalles en la tarde gris.

Y los vendedores de paraguas también se hicieron presentes. Sara se detuvo un instante, su rostro hizo un leve giro de 180 grados para contemplar el paisaje. Sonrió, se sintió agradecida de caminar bajo la lluvia. Una lluvia que no solo había refrescado la tierra, regado las plantas, limpiado los techos y las calles, sino también le había dado el regalo de deleitarse con ella, de ofrecer la paz que el ajetreo cotidiano hace olvidar. Caminó un poco más y llegó a su destino para surtir la despensa de casa.

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