El cadáver del amor
Casa de citas/ 747
El cadáver del amor
Héctor Cortés Mandujano
Leo Mansa presencia de la muerte (Coneculta-Chiapas, 2022), de mi amigo Eduardo Hidalgo, quien en los poemas que constituyen este libro habla de varias desapariciones físicas que lo han marcado emocionalmente.
Dice en “La muerte de su hermano” (p. 30): “Nacemos/ con una hermana muerte,/ gemela que nadie ve,/ pero imagina y teme”; y en “Hasta el cielo” (p. 31) escribe: “Nacemos a la sombra de los muertos,/ rodeados de energía,/ conectados/ por el bien, por el mal;/ hermanados, redondos, verticales”.
En “Alguien lloró (1)” apunta (p. 46): “La noche tiene pacto con el día,/ grietas ocultas,/ filtraciones permitidas,/ formas”.
***
La teoría cuántica. Max Planck. La revolución de lo muy pequeño (RBA Coleccionables, 2023), de Alberto Tomás Pérez Izquierdo, aborda la vida y obra de Plank, quien (p. 95) “obtuvo en 1919 el premio Nobel de Física correspondiente al año 1918, año en que la guerra había impedido que se entregaran los premios. […] Fue el primero de los fundadores de la teoría cuántica en recibir el premio”.
[El libro habla también de Fritz Haber, judío, quien aprobó el uso de químicos para causar la muerte de los enemigos. Su mujer se suicidó cuando él salió a su macabra tarea. Los alemanes del Tercer Reich, pese a su comportamiento “patriótico”, lo trataron como trataron a los judíos.]
La mecánica cuántica (p. 10) “es la teoría que se aplica a todos los fenómenos atómicos y nucleares”.
Planck tuvo una reunión con Hitler para convencerlo de que el exterminio de los judíos tendría consecuencias desastrosas para la ciencia. A Hitler (p. 120) “le dio un ataque de ira. Según la versión de Einstein, Hitler amenazó a Planck con internarlo en un campo de concentración”.
Heisenberg dijo que Planck le confió lo siguiente (p. 121): “No he encontrado comprensión alguna por parte de Hitler, o, lo que es peor, no hay lenguaje con el que pueda uno entenderse con semejante hombre. Hitler ha perdido, a mi parecer, todo contacto real con el mundo exterior […] y llevará a Alemania a una espantosa catástrofe”.
Max Karl Ernest Ludwig Plank (1858-1947) fue (p. 131) “maestro de la termodinámica, promotor de la emergente teoría de la relatividad y figura clave de la filosofía de la ciencia”. Le sobrevive “la más importante institución científica de carácter público del mundo: La Sociedad Max Planck para el Avance de la Ciencia”.
***
Tengo dos ediciones de la novela de Fedor Dostoievski. Una fue traducida simplemente como El idiota y la otra, que me parece mejor y es la que he leído, El príncipe idiota (Editorial Ramón Sopena, 1959). Me la regaló mi amiga Linda Esquinca.
El príncipe Muichkine regresa a sus paisajes de nacimiento. Ha estado recluido, porque lo consideraban (él mismo lo piensa) un idiota. Cuando llega a Suiza, sin embargo, se siente curado (p. 60): “Lo más extraño es que debí mi casi curación al rebuzno de un asno que vi en la plaza del mercado de Basilea. Aquel asno me impresionó de tal modo, me produjo placer tal, que mi cerebro recobró súbitamente toda mi lucidez…”.
A la Generala, que es con quien conversa, le parece que no es extraño: “A más de uno conozco que se han enamorado de sus asnos”.
[La conversación me hizo recordar mi amor por los equinos y dos libros clásicos: El asno de oro, de Apuleyo, donde una mujer se enamora del embrujado Lucio convertido en burro, con quien tiene relaciones eróticas. Cuando él recobra la forma humana va a buscar a la mujer, y a ésta no le interesa ese hombre, añora al asno. El otro es el maravilloso y breve Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, que es sobre el amor puro al adorable animalito…]
Dostoievski aprovecha la novela para contar una historia que le ocurrió a él (p. 64): “Este hombre había sido conducido a la plaza de armas, donde le leyeron la sentencia de muerte; debía ser fusilado por delitos políticos. Veinte minutos después llegaba el indulto”. El tiempo que transcurrió entre la sentencia de muerte y el indulto, dice el autor, que no olvidemos que está contando su propia experiencia, fue una eternidad (p. 65): “La incertidumbre, el horror a lo ignoto, que sentía tan próximo, era, sin duda, espantoso; sin embargo, nada le atormentaba tanto como este pensamiento: ‘¿Y si no muriese? ¿Y si me hiciesen gracia de la vida? ¡Qué eternidad! Todo esto sería mío… ¡Oh, entonces cada minuto sería para mí una existencia nueva, no perdería ni uno, contaría todos los instantes de mi vida, para no malgastar ninguno…!”.
El príncipe describe a las hijas de la Generala, menos a una, Aglae, porque (p. 83) “es muy difícil juzgar a la belleza […] La belleza es un enigma”.
El general cuenta que, en el tren, mientras fumaba, una señora, que llevaba un perrito, se levantó de su lugar, le quitó el cigarro de la boca y lo tiró por la ventana. Él, entonces (p. 119), “sin despegar los labios, con una cortesía exquisita, refinada, llevé la mano al perrito, lo tomé delicadamente por el collar y lo mandé a buscar mi cigarro. La pobre bestezuela era de buena casa y enemiga del escándalo; no lanzó ni un ligero aullido”.
En una conversación un hombre habla de Anastasia, la mujer de quien está absolutamente enamorado el príncipe y dice lo que se ha dicho antes como método de curación (p. 214): “Me he propuesto curarla leyéndole el Apocalipsis”.
Aglae recita un poema y la Generala, su madre, le dice (p. 270): “Si tu emoción ha sido sincera, te compadezco –añadió en voz baja–; si era fingida, la desapruebo; de manera que, en un caso como en otro, has hecho mal”.
Anastasia es muerta por su enamorado Rogojine. Él y el príncipe velan el cadáver amado. Ah, Dostoievski siempre llevándonos al extremo, haciéndonos sentir, en su máxima expresión, la compleja naturaleza humana…
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

No comments yet.