Natalio Hernández, el nuevo amanecer de un sabio náhuatl
El nuevo amanecer de los mayas (Trajín, 2025), de Natalio Hernández, es un recorrido por la diversidad de Chiapas. Es un encuentro con la memoria, con la riqueza creativa e intercultural de nuestros pueblos.
Es el testimonio de un luchador social, defensor de los pueblos indígenas, pero sobre todo de un pensador que ha sabido conciliar sus dos grandes herencias: la náhuatl, apegada a su tierra, y la mestiza, vinculada a la cultura occidental.
Poeta, educador, activista y humanista comprometido, Natalio Hernández Xocoyotxin encarna la voz del asombro y la tradición de la poesía náhuatl. Es un poeta de la paz, de la reconciliación, del diálogo con nuestras raíces y con la multiplicidad de culturas.
Su mirada ha sido construida con los colores de su tierra, con sus tradiciones, la de sus antepasados, de su comunidad huasteca y náhuatl—Naranjo Dulce, municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz, en donde nació en 1947—. Al migrar, a medios de los cincuenta, aprendió español y se abrió al mundo, sin perder la autenticidad de sus orígenes y de su historia.
El maestro Natalio es un caminante que construye la paz y la casa común de la diversidad, desde los recursos de la poesía y la educación intercultural, porque solo se valora al otro, a la otra, a través del diálogo.
Es un caminante que escucha con el corazón y que escribe a partir del conocimiento del otro. Su mirada invita a mostrarse, a abrir el corazón. Habla con sus ojos, que inspiran confianza, que preparan la mesa de la conversación, con buen café chiapaneco. Llegó por vez primera a estas tierras a mediados de los setenta y se sorprendió con esa ciudad-museo de antigüedades que era San Cristóbal de Las Casas, donde un hilo invisible separaba a ladinos e indígenas.
Fue testigo entonces de la discriminación y la violencia simbólica y material. Del mandato tácito que prohibía a los indígenas caminar por las banquetas porque “no eran gente de razón”.
A sus 78 años, Natalio Hernández es un caminante que viaja acompañado de las figuras tutelares de su comunidad: los ancianos de la Casa de la Flor, sus padres indígenas, poetas y narradores; sus maestros Miguel León Portilla y Carlos Montemayor, y tantos escritores, académicos, luchadores sociales, de todo México y de esta patria chica.
En la Casa de la Flor aprendió a servir a las autoridades tradicionales desde los 12 años como topil; hoy, es mayordomo.
Doña Gonzala, su madre, lo llevó por los caminos de la poesía y del diálogo intercultural. Le cantaba poemas y oraciones, heredados de sus mayores:
“protégenos, somos tus hijos,
todos en el mundo, somos hermanos,
algunos son negros, otros son blancos,
otros son amarillos,
nosotros tenemos tu color de la tierra.
Somos hermanos, protégenos”.
En este caminar del nuevo amanecer, lo acompaña también su padre, narrador de historias y guardián de la memoria de su pueblo.
Caminan con él dos figuras entrañables: el maestro Miguel León Portilla y el escritor Carlos Montemayor, con quienes pavimentó un mundo más habitable y generoso.
Lo acompañan muchos luchadores, escritores, hombres y mujeres de la palabra, de Chiapas y de diversas partes de México, porque el maestro Natalio Hernández Xocoyotzin, hombre sabio y cálido, congrega en su andar a comunidades, amigos y dioses tutelares.
El nuevo amanecer de los mayas es un paseo y un reconocimiento a las riquezas de los pueblos: su palabra, su música, sus tejidos y el alma de este sur profundo, diverso y complejo, pero lleno de esperanzas y amaneceres.

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